—Ugh~ —escapó un gemido de los labios de Osbert accidentalmente, ya que el sexo que compartían se sentía bien.
—Finalmente, te está gustando esto —dijo Rosina con una sonrisa de victoria. Ella apretó sus paredes y observó a Osbert retorcerse de placer.
—No —dijo Osbert con firmeza y un gruñido para mostrar que todavía se oponía a su sexo, pero cuando Rosina comenzó a mover sus caderas en círculos. Él lo perdió.
—¡Ah! ¡Joder! —gruñó Osbert, y su polla se agrandó más por la sangre que bombeaba más rápido en su verga. Sus bolas se tensaron mientras se acercaba a su clímax.
—Ay, qué mono —murmuró Rosina divertida y vio el rubor rosa claro en las mejillas de Osbert por la vergüenza.
Como Osbert mostraba signos de aceptación, Rosina se dejó llevar y hizo lo que más disfrutaba.
—¡Cállate! ¡Perra! —gritó Osbert y escupió en la cara de Rosina, pero como sus músculos no se movían, el escupitajo no alcanzó el cuerpo de Rosina.
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