—Gracias a Conan, quien usó el nombre de Aries a su antojo para hacer entrar en razón a Abel, este último no tuvo más opción que llevarla al Palacio Zafiro. Él habría llevado a Aries a su habitación y habría pedido amablemente a Joaquín que les diera espacio, pero Conan le hizo prometer no hacer eso.
—Aries llevaba la batuta en toda esta operación y, honestamente, Abel solo se estaba colando en el plan completo. Su único papel era ser un espectador. En otras palabras, no tenía derecho a arruinarlo todo. Esas fueron las palabras exactas de Conan.
—Ahora que lo pienso, él es tan cruel —Abel frunció el ceño, recostado de lado con la sien apoyada en sus nudillos—. Había estado acariciando la mandíbula de Aries casualmente mientras pensaba cómo había terminado en este lugar en lugar de llevarla a su habitación, la sala del emperador.
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