La vida de Aries había consistido en eventos recurrentes de asistir a clases, tener que lidiar con las locuras y caprichos de Abel y cambiar de género solo por el gusto de hacerlo. Lo único que agregó a esa rutina fue que empezó a aprender un baile para el inicio de la celebración anual por la fundación del imperio.
Aparte de eso, Aries tenía todo el tiempo del mundo para hacer lo que quisiera. Su relación con Abel seguía mejorando o empeorando, dependiendo de cómo la gente lo viera. Pero para ella, él se había vuelto más tolerable. Quizás porque Abel estaba más ocupado que nunca y había días en los que no tenía que verlo.
El pensamiento del príncipe todavía persistía en su mente, sin embargo. Pero trataba de no indagar sobre ello. Cuanto más negaba que ese conocimiento existía en su cabeza, más fuerte era el deseo de saber más.
¡BAM!
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