A tan solo una hora de que Aries volviera al palacio Zafiro, oyó un alboroto afuera. Viendo a los caballeros correr en la oscuridad desde el balcón, el rabillo de sus labios se curvó hacia arriba. No fue difícil adivinar la causa de este pánico. Se habían dado cuenta de que Román había escapado.
—Probablemente esté jadeando después de golpear su escritorio con las manos —murmuró entre risas, imaginándose la reacción de Joaquín ante esta noticia—. Eso te pasa por joderme.
Sus ojos se agudizaron brillando. Sus líneas de sonrisa se desvanecieron, resoplando mientras de repente la mirada de Dexter cruzaba su cabeza.
—Esa es la razón... —susurró, olvidándose de celebrar su victoria contra Joaquín una vez más—. Si esa es la razón... entonces, ¿cómo puedo enojarme?
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