Fons, Ash, Residencia Harch - 3 de Mayo - Año 526
Mañana. Dulce cantar de las aves invadiendo su campo auditivo. Mañana. Brillantes rayos de sol invadiendo su campo visual. Mañana. Tal sensación de ligereza invadiendo su cuerpo. Estaba solo en la cama. Era la habitación de Leah. Tuvo que hacer maquinar su cabeza temprano para recordar lo que había sucedido para que todo acabara así, y revivió ese instante de la madrugada cuando la llevó en sus brazos a la habitación y se acostó a su lado. Pero ella no estaba a su lado en ese momento.
El sonido de la regadera venía de su izquierda, y al mirar en dirección a la puerta del baño divisó la luz encendida por el espacio de debajo de la puerta. Ella estaba dentro. Quiso entrar a este, acompañarla en su baño, pero ante todo, sabía que aunque hubiesen llegado a un nivel de confianza demasiado alto, todavía había pasado poco tiempo, y tal vez ella se sentiría avergonzada. Por lo tanto, eliminó esa idea de su cabeza.
—Carajo, estoy tan cansado —dijo, cuando al sentarse en el borde de la cama, el día entero se le vino encima—. ¿Cuánto tiempo dormí anoche? —se preguntó.
Era tarde cuando se despertó, casi la noche, y desde ese momento hasta la madrugada, tal vez no había dormido más de tres horas. Cuando se despertó a mitad de la noche estuvo cerca de dos horas sin poder dormirse, más que nada porque no podía dejar de apreciar el rostro de Leah, a su lado, tan tierno, casi indefenso, bajo sus brazos ella encajaba perfectamente, y obviamente la idea de no soltarla jamás dio vueltas por su cabeza todo el tiempo.
—Vlas. —Una voz lo nombró desde ese lugar
El sonido de la regadera se había dejado de oír, a este lo reemplazó el de la puerta del baño abriéndose. Y cuando Vlas miró detrás de él al girar su espalda, apreció tal belleza en su figura parada a unos metros suyos. Con su pelo caído, empapado, casi cubriendo su rostro en su totalidad, aunque no pudiendo ocultar ese sonrojo que la hacía verse inocente, casi angelical.
—Despertaste temprano —dijo él. Ya había una sonrisa en su rostro desde antes.
—Dormí como un bebé recién nacido, sabes... No lo sé, supongo que fue la comodidad que encontré a tu lado —dijo ella, pero bajó su rostro al decir lo último, obviamente avergonzada—. Por cierto. —No sabía si quería decirlo—. Lo de anoche... —comenzó—. ¿Cómo te sentiste? —preguntó.
Desde que se había despertado, en su cama, sin haberse percatado cómo llegó a ese lugar, su mente había tenido una sola cosa rondando de un lado al otro en esta toda la mañana. Y su baño sólo funcionó como catalizador de tales sentimientos. Quería saber qué había sentido Vlas, porque reconocer los sentimientos de haber hecho el amor con él fue lo primero que ella hizo, y todos sus miedos fueron sosegados ese noche, cuando se unió a él en cuerpo y alma. Él fue tan cuidadoso en todo momento, acariciando su piel con suavidad, y en el primer momento, yendo despacio, preguntando a cada instante si ella se encontraba bien con eso, procurando su comodidad. Y fue tal como ella lo imaginó, esos miedos que tuvo al inicio, esas sensaciones de no saber cómo sería todo, de no saber cómo reaccionar, de haber tardado tanto en dar su permiso, fue todo calmado. Por sus besos. Por la sensación de calor que él le otorgó al ella encontrarse bajo sus brazos... Bajo su cuerpo.
Había anhelado sentirse así mucho tiempo. Y no porque quisiera a toda costa tener su primera vez, si así hubiese sido, no habría tardado tanto en dar ese paso. En realidad, había anhelado eso porque quería sentir la sensación de que su unión con Vlas al fin era concertada, y de que, dar ese paso, era también dar un paso ella misma en su vida, en su madurez, en su camino. No se consideraba adulta, ya que eso conllevaba mucho más que sólo haber dejado de ser virgen, pero, haber escalado hasta ese punto, era una muestra de que podía comenzar a tomar decisiones por ella misma, a sentirse responsable de sus actos, de que su vida no se descarrilara en consecuencia a ser insensata. Haber tomado esa decisión significaba tener consciencia de las consecuencias que esta acarrearía, y así, desde ese gran paso en su relación con Vlas, hasta su propia sensación de no ser la misma desde ese momento, todo confluía en que esa Leah que fue por dieciocho años de su vida al fin podía decir que no tenía miedo, de que, había encontrado ese punto en el que arriesgarse no significaba un retroceso, más bien, una oportunidad... Una forma de aprender de sus errores, o de sus aciertos... De querer sentir una y otra vez sensaciones nuevas, o pasadas, pero no dejar de sentir... Ese era su deseo.
—Leah. —Vlas se puso de pie y caminó hacia ella. Al llegar, acarició su mejilla con su palma, corriendo un poco del cabello de Leah con su otra mano—. Eres tan hermosa. —La besó—. Todo lo que sucedió anoche, hacía mucho tiempo no me sentía así, Leah... Fue algo hermoso, haber estado contigo fue todo lo que había querido desde que me di cuenta que te amaba... Era eso, esa necesidad de amarte, de dejártelo en claro, en cada momento —declaró.
—Puede volver a suceder —dijo ella, sugerente, acercándose a él en cortos pasos.
—Sí, pero, ¿Ahora? —él preguntó, su mano ya se había posado en la cintura de ella, mojándose un poco al sentir la humedad de la toalla.
—No quiero sentir que es lo único que podríamos hacer, pero... Cuando das ese paso, ya no hay forma de volver, y si cruzamos tal línea, no deberíamos resistirnos. —Leah lentamente soltó su toalla.
«Gracias por decírmelo», pensó Vlas, porque antes de pensar dos veces si realmente era sensato tomar la situación por ese lado, ambos ya estaban enredados en sí mismos en la cama.
Días después...
Fons, Ash, Residencia Harch - 5 de Mayo - Año 526
—¿Y este? ¿Te gusta? —preguntó Rhys, volteando la laptop hacia Lara.
—Hmm, no lo sé, me gustaría algo más... ¿Variable? —respondió ella, inclinando un poco su cabeza.
—¿En qué sentido? —preguntó Rhys, volviendo a su búsqueda en internet.
—No lo sé, faltan algunos meses para que sepamos si será una niña o un niño, y quiero esperar hasta ese momento para decidir el diseño de su habitación —explicó Lara, caminando por alrededor de la mesa hasta sentarse al lado de su esposo—. Por cierto, con respecto a ese tema, ¿Que te gustaría que fuera?
—No lo sé, una niña sería muy bonito, digo, con todo lo que pasó con Leah, y eso que logré sentir gracias a su reconocimiento como su padre... Sería lindo volver a revivirlo —dijo Rhys, esbozando una sonrisa al pensar en eso. En realidad, aunque cada persona tuviera su propia sensación y deseo en base a un hijo, él no quería preocuparse mucho por eso, fuera niño o niña iba a ser su bebé igualmente. Eso era lo realmente importante—. Aunque un niño... Tal vez, ese sea mi deseo —musitó.
—¿Recuerdas esa charla que tuvimos hace diez años? Cuando decidimos el nombre de ella o él —preguntó Lara, envolviendo su brazo alrededor del de su esposo, recordando esa sensación que tuvo aquella vez. Habían pasado tantos años, en ese tiempo eran sólo sueños, un futuro que veían lejos, pero, en ese momento lo estaban viviendo, y todo lo que dijeron en su juventud, se volvió realidad—. Ha pasado tiempo, Rhys.
—Demian o Isla... No importa —dijo él, recordando los nombres que habían elegido—. Lo vamos a amar igual, será nuestra vida, igualmente... Será todo para nosotros, y eso es lo más importante.
—Sí, cariño... Eso es lo más importante.
Lara le dio un beso en los labios, y él se puso a tono al instante, besándola de igual manera.
En ese momento, las voces de los chicos se escucharon bajando la escalera. Ambos entraron a la cocina sólo para ver a la pareja en un momento cariñoso. Ellos se miraron, sonrientes... Recordando lo que venía pasando entre ellos últimamente. Antes les daba cierta incomodidad verlos siempre tan pegados el uno al otro, ya que les recordaba a esa vez que los escucharon teniendo intimidad, aunque, ahora... Los entendían.
—Ey, buenos días —saludó Vlas, al notar que su hermano y su esposa no se habían percatado de que ellos habían entrado a la cocina.
—Buenos días chicos —Lara les devolvió el saludo. Fue rápida al notar ese detalle en el cabello de ambos, mojado. Miró a Rhys luego de que él volteara a ella, y como si ambos se hubiesen leído los pensamientos al mismo tiempo. Se sonrieron con complicidad—. Durmieron hasta tarde —añadió, señalando el reloj en la pared, que marcaba las 11:00 a.m.
—Fue una noche larga —declaró Vlas, luego de tomar asiento en la mesa. La madrugada anterior se les había hecho extensa, comenzaron mirando una película que ni siquiera llegaron a terminar, y cuando menos se dieron cuenta eran las 5 a.m y no se habían separado en ningún momento. Quería pensar que estaban siendo algo extremos en ese sentido, pero sólo se estaban divirtiendo como pareja, y eran jóvenes, por lo que era tonto creer que se estaban sobrepasando cuando era algo que ambos querían. Y que les encantaba hacer—. Miramos una película hasta tarde —dijo, en cambio, intentando ocultar la verdadera razón.
Leah había seguido de largo hasta la parte de la cocina, más específicamente a la mesada, donde estaba la cafetera con su jarra repleta de café.
—¿Quieres un café, tonto? —le preguntó a Vlas.
—Sí, negro —él respondió.
Ella volvió con dos tazas, y se sentó a su lado.
—Gracias, bonita. —Vlas sonrió luego de que Leah le dejara la taza en la mesa.
Rhys y Lara divisaron la situación, sorprendidos, al mismo tiempo que impactados y confundidos. No pudieron evitar mirarse luego de verlos a ambos sonreírse y coquetear, así como ellos hacían siempre. Y era una situación hilarante, porque los roles se habían volteado, y no sabían qué pensar.
—¿Acaso ustedes se casaron y no nos enteramos? —preguntó Rhys, riendo.
—¿Eh? ¿Por qué lo dices? —Vlas notó esa sonrisa demasiado insinuante en el rostro de su hermano al alzar su mirada hacia este.
—¿Cuándo pasaron a tratarse de esa manera tan... Cariñosa? —Rhys hizo una mueca de desconcierto.
—Papá, somos novios, ¿Cómo quieres que nos tratemos? Es normal supongo, ¿Cierto, mamá? —Leah buscó el apoyo de Lara al dirigir su mirada a ella. Lara sólo sonreía, en silencio, apreciando todo el intercambio entre su esposo y los chicos, entretenida—. ¿Cierto, mamá? —Leah le volvió a preguntar al notar que ella casi no había reaccionado.
—Oh, sí... Es normal, no le hagan caso a Rhys, sólo está celoso —bromeó Lara, dándole algunas palmadas en la espalda a Rhys.
—¿Celoso? Pff... ¿Cómo estaría celoso? —Rhys se negó, no parecía querer cambiar de opinión.
—¿Estás celoso de que esté saliendo con Leah, Rhys? —preguntó Vlas, en realidad, no quería sonar de tal manera, pero no pudo evitar ser algo provocativo, sabiendo que desde el inicio su hermano no había dejado pasar ese detalle, y aunque ya les hubiese hecho saber mil veces lo que pensaba de su relación... No había dicho cómo se sentía ante esa demostración de afecto cada vez más persistente en ellos.
—¿Ustedes creen que soy ese tipo de persona? No me importa demasiado que ustedes sean novios, sólo que... —paró. Si contaba lo que había visto noches atrás probablemente su hermano sentiría que no tenía su confianza, tampoco quería avergonzar a Leah, ella parecía no querer hablar mucho de eso tampoco. Y aunque Lara no lo sabía, era obvio que al menos lo sospechaba, por lo que en algún momento lo sabría, de tal manera, ¿Qué sentido tenía sacar el tema en ese momento?—. Nada. —No llegó a su conclusión.
—Sé qué quieres decir. —Lara se percató de la actitud de Rhys, y lo que había pasado con anterioridad cuando ambos distinguieron el detalle del cabello de los chicos regresó a su mente. Rhys quería hablar de eso, pero como había dicho que no se iba a involucrar, iba contra su propio orgullo buscar explicaciones—. Ustedes. —Llamó la atención de los chicos—. ¿Ya han tenido relaciones, cierto? —preguntó, sin demasiadas vueltas.
—Lara... —Rhys la miró, sorprendido.
¿Cómo había hecho para no tener ni un poco de reparo en preguntarlo? A veces no entendía muy bien cómo ella actuaba, le sorprendía que fuera tan cuidadosa y considerada en ciertos sentidos, pero inesperada y abrupta en tantos otros. Aunque, en realidad, no podía hacerse el otro tampoco, ya que esa era la pregunta que él había querido hacer en primer lugar. Ella sólo era menos desvergonzada que él en ese sentido.
—¡Mamá! —El rostro de Leah se tornó rojo, y su protesta vino acompañada de una sensación de avergonzamiento suficiente como para hacerla bajar la mirada, queriendo hundir su rostro bajo la tierra, como un avestruz. No sabía dónde meterse.
Vlas no se sintió tan avergonzado como Leah, pero en lugar de responderle a Lara, sostuvo su mirada en el rostro de su hermano, ya que la de él estaba en el suyo también. Él sabía que Rhys no era alguien a quien podía tomar por tonto, y que sabía que ellos ya lo habían hecho, muchas veces, y lo sabía desde ese día, porque esa noche sucedió algo que sólo ellos dos sabían.
Esa madrugada cuando llevó a Leah a su habitación luego de haberse quedado dormidos en el sillón, salió al baño unos momentos, pero al regresar a la habitación, se encontró con que Rhys estaba saliendo de la suya, y como si no hubiesen esperado cruzarse, el asombro se hizo parte de sus rostros. Ninguno se dijo nada, sólo estuvieron mirándose unos segundos, y antes de lanzarse algunas sonrisas cómplices, ambos comprendieron sus pensamientos mutuos: «Esto no pasó».
—¿Que te avergüences qué significa? —Lara fijó su atención en la actitud de su hija.
—Mamá... Por favor —Leah insistió en que su madre parara—. ¿Por qué tenemos que hablar de esto justo ahora? —Apenas alzó su mirada.
«Tal vez estoy siendo algo intrusiva», pensó Lara, notando como en los ojos de la chica se veía ese reflejo de vergüenza, casi como rogando que dejara de hablar de eso. No es que no estuviera tanto emocionada como preocupada por el paso a la adultez que su hija había dado, porque aunque no quisiera dejarlo en claro, ella la conocía, y su actitud era evidencia suficiente para responder la pregunta que le hizo en primer lugar.
Así que Leah ya había tenido su primera vez. No lo iba a negar, ella realmente se sentía algo confundida, ¿Por qué no se lo dijo? Ellas habían tenido muchas charlas a lo largo de los años, en cada nuevo proceso que le daba cierta madurez a Leah, y que ella notaba, siempre hablaban de cosas que inminentemente ella aprendería o viviría, y la sexualidad no era la excepción. Leah siempre dejó en ella la confianza necesaria para saber todos sus nuevos sentimientos, hablaron de Vlas cuando ni ella sabía que lo amaba, hablaron de Rhys antes de ella misma darse cuenta que lo quería como un padre, hablaron de ellas mismas, cuando ni siquiera la veía como una figura materna. En la vida de su hija, ella había sido siempre la brújula que la guiaba cuando ella se sentía perdida, y le encantaba ser poseedora de tal estatus, porque ser su madre era lo único que quería sentir, desde siempre. Sin embargo, ¿Qué había cambiado desde ese momento para ahora? ¿Por qué no lo supo? ¿Por qué Leah no se lo contaría, y en su lugar se avergonzaría cuando ella se lo preguntara?
Volviendo al pasado, en su adolescencia, cuando tenía la misma edad que Leah, ella también había tenido su primera vez, con Rhys. No recordaba muy bien cómo había sucedido todo, lo que sí sabía era que ella no lo había compartido con su madre al instante tampoco, sin ir más lejos, Marie no lo supo hasta que ella y Rhys volvieron a reencontrarse en Fons, y Rhys se fue a vivir con ella a su hogar. «¿Por qué no lo hice?», pensó. En ese entonces se creía una adulta por dar tal paso, por haber decidido por ella misma entregarse a Rhys, a pesar de todo lo que los rodeaba, de la extraña oposición de los padres de Rhys hacia su relación, y de la obligada aceptación de los suyos, porque la amaban y no querían negarle algo que aparentemente la hacía feliz. Creía que hacer eso era un enfrentamiento directo a aquellos que no los dejaban estar juntos, se creía que sabía mucho, que era superior a todos, que nadie comprendería sus sentimientos. Pero estuvo equivocada, y toda esa idea de ir contra todo por el amor que profesaba por Rhys se derrumbó al instante cuando luego de que todo con él se acabara en consecuencia a su partida, la única persona que estuvo a su lado, consolando esa pena que emanaba pérdida, fue su madre.
«¿Por qué fui tan injusta contigo?», le preguntó a su madre, ahogada en un llanto que sólo ella podía oír: «Los padres deben saber comprender a sus hijos, cariño... No quería forzarte a nada, quería que tú entendieras tus sentimientos por ti misma, porque forzarte a esto demasiado temprano se volverá en tu contra en algún momento, y en ese momento, la persona que se sentirá mal viéndote sufrir seré yo, ¿Y sabes qué? Será mi culpa, y no podré hacer nada para ayudarte... Si sufres por tus errores, aprenderás por ti misma, y yo estaré ahí, para guiarte si necesitas un poco de ayuda, en cambio, si sufres por mis errores... No habrá solución, jamás podre darte de mí ayuda... ¿Y qué queda para un chico sin la ayuda de sus padres? No quiero verte perdida, cariño, sólo quiero que hagas tu propio camino... El resto, ya se verá, la vida es larga, y todo se aprende».
«Creo que ahora te entiendo, mamá», pensó, sabiendo que había hecho todo lo contrario a lo que su propia madre le había enseñado. Marie no había sido una mala madre con ella, aunque tuviera ciertos comportamientos extraños que ella jamás llegó a comprender, así como su actitud conservadora, derivada de su devota creencia en la religión, o sus miradas un poco desaprobadoras cuando ella no actuaba como esa chica «respetuosa» que se suponía debía ser al venir de una casa noble. No tenía de ejemplo a su madre en ese sentido, pero tampoco desechaba todas sus actitudes, y así como esa charla que tuvieron aquel día, varias de sus enseñanzas todavía persistían en su propio rol de madre con Leah, aunque a veces la cegaba su propia personalidad y algunos sentimientos egoístas que anhelaban cierto espíritu de desear ser la única en quien Leah confiara.
Marie la amó con su vida, hizo de todo por su bienestar, murió bajo su propia consideración ante su amor por ella, protegiéndola hasta su último aliento. A veces no podía evitar compararla con Clio, cuando Rhys le hablaba sobre ella, y sobre todo lo que hizo por él. Entre esas charlas, a veces su mente se alejaba de eso, y se ponía a pensar que, en realidad, todo lo que pensó que Marie hizo mal con ella, en realidad nunca lo fue así, sino que era demasiado joven para entenderla... Y sí, le molestaba que ella le recordara a cada instante lo educada que debía ser, o lo mucho que se tenía que cuidar con los hombres, con Rhys inclusive. A pesar de todo de lo que se rehusó en su adolescencia y entrada a la adultez a causa de las actitudes y advertencias de su madre, años más tarde, cuando se convirtió en madre, ella misma pensó lo mismo de Leah, y al percatarse de eso, sólo podía sonreír y resignarse a haber estado equivocada con su madre. Ya que, al final... Sólo se podía entender a un padre luego de serlo.
No importaba la razón por la cual Leah no se lo quiso contar, o la razón por la cual ella no quería que su madre se involucrara hasta tal punto en su intimidad. La entendía, a pesar de lo preocupada que estaba, la entendía porque ella fue igual, y porque, así no fue como sus padres actuaron con ella, jamás invadieron su intimidad o buscaron explicaciones forzadas, sólo la dejaron ser... Y aunque quería que Leah fuera mejor que ella, no subestimaba lo que la chica podía llegar a decidir por su propia cuenta, porque tenía conocimiento de su mente abierta y de su propia inteligencia, ya que, a pesar de haberse reducido, esas charlas que tuvieron en el pasado le permitieron conocer a Leah en profundidad... Le debía una disculpas, así como una posición autocrítica hacia ella misma.
Aprender de sus errores era algo que iba a seguir haciendo hasta el final de sus días. Porque ser perfecta nunca fue su punto, y porque incluso en esa adolescencia rebelde en la que quiso hacer todo sola, necesitó de la presencia de sus padres y ese cariño que ellos le otorgaban. Así como en ese momento lo que más necesitaba y anhelaba era el amor y la confianza de Leah, que iba a perder si seguía desconfiando de ella, y actuando como había actuado, ya que, al final, todo era mutuo, y no podía hacer lo que no le gustó que le hicieran a ella en el pasado... «Pídele disculpas, hazlo ahora o te arrepentirás», se dijo.
—Leah, yo... —quiso comenzar.
—Mamá, ¿No crees que puedo guardarme mi propia intimidad para mí? Sé que somos familia, y que, no son tontos, que hay cosas que saltan a la vista, pero... ¿Por qué dejarme en evidencia de esa manera? Yo... —Leah estuvo a punto de quebrarse, pero aguanto ese nudo en su garganta—. Sí, Vlas y yo lo hemos hecho... ¿Era eso lo que querías saber? Bien, ahí lo tienes —reveló. El sentimiento de vergüenza llegó a un punto en el que la hizo querer salir corriendo del lugar, y aunque no lo hizo, sabía que no podía estar ahí por más tiempo—. Lo siento, debo irme —dijo, poniéndose de pie. Abandonó la habitación lo más rápido que pudo.
«¿Qué has hecho, Lara Harch?», pensó ella, su mirada acompañó el movimiento de su hija, hasta que la perdió de vista luego de que ella abandonara la cocina. ¿Estaba decepcionada, cierto? En su mirada no se veía como tal la decepción, sin embargo, ese tono de voz, al final sólo usó un poco de ironía, para luego sólo pedir disculpas en voz baja. Había sido una estúpida, se sintió una invasora del propio espacio que su hija había creado para ella misma, ¿Cuándo llegó a ese punto? Entendía que verla crecer le estaba afectando, y que asumir que ella no era más una niña también, pero, eso había sido demasiado.
—Vaya, la hice sentir muy mal —declaró, ante Vlas y Rhys, claramente angustiada.
—Está bien, Lara... Supongo que como su madre sólo estabas preocupada por ella, es entendible. —Vlas fue receptivo—. Iré a ver si está bien, los dejo —añadió, y rápidamente salió detrás de su novia.
Lara miró a su esposo a su lado. Él estaba tranquilo, había visionado toda la situación con calma, como si lo hubiese esperado.
—¿Qué pasó? —preguntó ella, su aflicción había llegado hasta ese punto en el que lo único que le quedaba era ese deseo de morir en los brazos de Rhys.
—Llegó a esa edad, cariño... A la que siempre tuvimos miedo que llegara, y entre todo, nunca nos dimos cuenta de lo mucho que había crecido —respondió Rhys, recibiendo esa caída de ella a él con los brazos abiertos.
—Fui egoísta, no pensé en ella —dijo, arrepentida.
—Sí, lo hiciste, pero pensaste en Leah como la chica que criaste seis años, la chica que ves con esos ojos arraigados al pasado... No como la chica en la que se ha convertido, casi una mujer... Y hemos hablado de esto mil veces, previniendo que sucediera, pero, al final, sucedió igual, y era de esperarse, hay muchas cosas que no sabemos, de las que nuca podríamos habernos hecho cargo, y que si lo hubiésemos intentado hacer, nos habría salido mal... Lo que acaba de pasar es el ejemplo de eso, pero no tienes que sentirte mal por eso, cariño... Era inevitable.
—Rhys... ¿Sabes? Luego de enterarme del embarazo, de todo eso que sucedió en la coronación, de tantas responsabilidades que llegaron a mí, el futuro, el pasado... No lo sé... He sido muy ilusa con todo esto, años atrás creí que sería fácil luego de que me acostumbrara, ¿Pero ahora? Ha pasado tiempo, y tengo la misma sensación que tuve esa noche —dijo ella, pero estremecerse por tal recuerdo no fue intencional.
—Lara, ¿Qué dices? Eso fue hace seis años, más de seis años... Y eso... —Rhys sintió su garganta quemar al tragar saliva, esta sensación bajo hasta su pecho y se extendió en su estómago—. Carajo, Lara, ¿Qué piensas? No me hagas esto ahora, por favor. —Él la sostuvo en sus brazos, aferrándose a ella, invirtiendo los roles iniciales. Angustiado.
—Rhys... —Ella entendió esa actitud—. No me refería a eso, Rhys... No es así —dijo, luego de percatarse lo que él había interpretado—. Rhys... No pensaría eso de nuevo, jamás.
«Mi intento de suicidio»¸ pensó ella. ¿Por qué él había asumido eso? No le pareció tan extraño de igual manera, sin embargo, borrar esa sensación de su cuerpo, esa idea de su mente, todo lo que sucedió esa noche, fue su trabajo más duro en el correr de los años, y él... Él había estado en todo ese proceso. En cada paso que dio en su recuperación luego de salir de la clínica, de aquella charla que tuvieron donde decidieron adoptar a Leah, y hasta cuando él, en ese campo de rosas que se encontraba en aquella colina en Koella, le pidió matrimonio.
¿Qué decir de Rhys? De su esposo, de ese hombre que amaba, como a nadie amó jamás, ¿Qué decir de esa persona que la ayudó en su más bajo momento? Que le quitó el arma de la mano instantes antes de que su dedo jalara ese gatillo. Rhys lloró en sus pies ese día, ni siquiera ella lo hizo, no entendía el mundo al cual se había arraigado, disociada de la realidad luego de que su mente dijera: «Basta». No entendió su llanto. No entendió su actitud. «¿Por qué lloras?» se preguntó, sin decirlo, porque no podía siquiera dejar salir su voz, paralizada ante el llanto de su novio, en ese momento. Rhys nunca le dijo por qué lloró, ella tenía muchas interpretaciones de esa reacción, entre pena, culpa, amor, impotencia o alivio. En realidad, él nunca habló del suceso en general, luego de ella superar esa etapa, él no volvió a tocar el tema. Ella suponía que era porque sabía que la lastimaba, que era algo que al mismo tiempo la avergonzaba y la martirizaba, y él, como tantas cosas que pasaron entre ellos las cuales habían dejado pasar... Sólo lo enterró en el pasado, en lo más profundo de su mente.
Sin embargo, en ese momento, ¿Por qué tal pensamiento había llegado a él de la nada? Con sólo una mención de una noche en su pasado, entre tantas. El pasado de ambos era doloroso y oscuro, era triste, los marcó a ambos. Ella sabía que los dos habían cometidos errores, entre ellos, y en ellos. Se lastimaban mutuamente como se lastimaban a sí mismos. Estúpidamente, por egoísmo, por pensar en que eran las víctimas de un mundo que no les debía nada, un mundo que era así, y que si querían vivir de una manera distinta, al menos debían atentar a intentar cambiarlo, de ahí, nació su sueño... El de ese mundo que llevara con él un futuro para todos... Felices... Libres.
«Ya no es la vida de Lara... Ya no es la vida de Rhys... Es la vida de Lara y Rhys... Nuestra vida», él afirmó, años atrás, esa noche a la cual ella se refería, una noche donde ella llegó borracha a la casa y todos sus sentimientos decidieron salir a la luz, y se lo hizo saber a Rhys. «¿Nos merecemos el uno al otro?» le preguntó. No supo por qué, pero, en ese momento, no sabía nada. Tenía veinticinco años, y miles de preguntas en su cabeza, sin respuesta y sin forma de ser respondidas tampoco. Rhys fue un caballero con ella esa noche, cuidó su cuerpo, su mente, ayudándola en su borrachera, cuidó sus pensamientos y sus palabras, quiso hacerle entender muchas cosas que ella sólo se había guardado para sí misma, de las cuales siempre pensó inseguras, no queriendo agobiar a Rhys con cuestiones triviales. Y todo vino a ellos esa noche, desde ese enamoramiento adolescente de ambos tanto tiempo atrás, sus relaciones con las demás personas, sus separaciones, sus intenciones, su mutua relación con Leah, sus responsabilidades, su propio matrimonio y el destino de ambos. Estuvieron horas y horas hablando, hasta la madrugada. Nunca se habían dejado tantas cosas en claro como esa vez. Esa vez fue el punto de partida para su verdadera relación, el verdadero comienzo de la vida de Lara y Rhys, de su familia, y de la decisión de su sueño... De tanto que pasó. Y que iba pasar.
—Ese día, ese día... Sólo me gustaría olvidarlo, imaginar que nunca pasó... Y sé que aunque hubiese sido doloroso para ti, no puedes olvidarlo, pero... Odio tener que arraigarme al pasado para seguir adelante, porque de tanto que hemos pasado... Lara, quiero soltar todo, en serio, pero no puedo, por ti, o por los chicos... Maldita sea... Y ahora esto, ¿Y yo qué puedo hacer?
Intentó tomarse la situación con tranquilidad, intentó ser la voz de la razón en su familia. Vio a Leah correr a punto de quebrarse en llanto, y quiso hacerse el que no le afectó. Su esposa se había angustiado ante esto, y él, sólo la abrazó queriendo decirle que todo estaba bien, aun sabiendo que no, que la relación de ambas era hermosa, y que no podía romperse de tal manera por un simple malentendido... Pero, eso que Lara había dicho, ese recuerdo, esa sensación, justo tuvo que llegar a él... Era tan angustiante, ese remordimiento y esa culpa que sintió, nunca se había sentido tan mal por nadie, además del dolor que le dejó la muerte de Demian. Pero, ver a Lara en ese estado fue aterrador, sólo pensar en el «¿Qué hubiera pasado sí...?» le hacía encoger el pecho... Haberla perdido hubiese destrozado su alma, y todo lo que iba a suceder a eso, jamás habría sido igual.
—Mi amor... Yo... —ella no supo qué decir, se enredó en sus ideas, sin encontrar una forma de actuar—. No te haría pasar por eso de nuevo, te lo prometo —dijo, al fin, ya que sin conocer el verdadero pensamiento de Rhys en torno a eso, sabía que era una idea que lo afectaba. Y ella había decidido compartir su vida con él, a pesar de todo, y Rhys, luego de todo lo que sufrió, se aferró tanto a ella, que sería egoísta de su parte pensar en dejarlo solo.
—Lara, sólo... Habla con Leah, por favor, no estén peleadas... No... ¿Somos una familia, cierto? —él preguntó, su mirada se dejó ver un poco.
—Sí, lo somos, somos una familia, cariño... Es nuestra vida —ella remarcó.
—Es lindo que eso siga tan vigente —dijo él, sonriendo.
—¿Sabes? A eso me refería con la sensación de esa noche, pero, cada vez que vuelvo a ese lugar, recuerdo tus palabras, todo lo que me dijiste e hiciste por mí, y ese último abrazo que llegó hasta mi alma... Luego de todo eso... Regreso a la realidad, veo la familia que formarnos, y pienso que siempre tuviste razón, que tú... Nunca te equivocaste con lo nuestro.
—Me he equivocado muchas veces, Lara... Pero desde que somos una familia, ese significado que le he dado a mi poder y a mi propio destino, sólo depende de ustedes, ya no de Rhys Windsor, ya no... Del príncipe de Remia, o del Niño Maravilla... Ya no del... Demonio de Remia... Dependerá de ti, de Leah, de Vlas, de mamá, y de nuestro bebé... Y listo, es definitorio, hace mucho tiempo... Pero, verlos separados, ¿Dónde pone tal significado? Por eso, Lara, arregla las cosas con Leah, sólo quiero eso, por favor... Ni siquiera por mí, por ustedes, sólo eso.
—Está bien, lo sé, sé que cometí un error, y hablaré con ella, yo tampoco quiero que ella esté enojada conmigo, y esta vez sabiendo que es mi culpa, me haré cargo... Soy su madre, y es mi responsabilidad —aseguró Lara.
—Eres la mejor madre del mundo, ella te va a entender. —Rhys intentó animarla—. Yo hablaré con Vlas.
—¿Lo harás? ¿Por qué? —Lara lo miró, ciertamente interesada, él había dicho que no se iba a involucrar en su relación, aunque al menos lo había dejado en claro, ella lo veía extraño desde ese día en el cual ellos se lo confirmaron. Rhys no parecía ser ese tipo de padre celoso, ni ese hermano pesado, sin embargo, tal vez sólo lo estaba ocultando para que no pasara lo mismo que pasó entre ella y Leah, pero con él—. O sea, hay muchos motivos, pero... Creí que no te querías involucrar.
—De hecho no, no lo iba a hacer, aun así... Vlas tiene dieciséis, Lara, sé que este camino es algo que él va a recorrer de igual manera, pero quisiera al menos tener en cuenta su visión, y ofrecerle mi ayuda, si es que la necesita, no sé si mamá ha hablado mucho con él sobre este tipo de situaciones, sé que Rygal no lo hizo, así que... Sólo quedo yo —él explicó.
—Cierto —Lara coincidió—. Por cierto, ese tema de su diferencia de edad... ¿Crees que tendríamos que hacérselos saber? —preguntó.
—Está bien, sólo es un año y medio, creo que ya lo saben... En realidad, eso, dentro de todo, es lo que menos preocupación me trae, ya que, lo de Leah siendo nuestro hija legalmente es el mayor problema. —Rhys recordó esa charla que había tenido con Ashley.
—Ella luego de los dieciocho años puede decidir si seguir unida legalmente a nosotros o ser independiente —informó Lara.
—No es necesario hablar de eso por ahora igualmente, ellos no se van a casar a esta edad, ni tampoco a tener un hijo, creo... —dijo él, soltando una ligera risa nerviosa.
—Tus mejillas se tornaron rojas por unos instantes —señaló Lara—. No me has dicho qué sientes sobre que ellos sean novios... ¿Te toca el ego, cierto? —preguntó, dejando salir un de sus insinuantes sonrisas, intentó molestarlo un poco.
—¿A mí? ¿Por qué me tocaría el ego? Son un chico y una chica, jóvenes y bastante atractivos, viven juntos, desde el inicio tuvieron química, ya me lo esperaba... Te lo dije ese día, ¿Cierto? —Rhys apaciguó las insinuaciones de su esposa.
—Rhys, tú amas a Leah, la amas de una forma paternal, ella es tu hija, lo aceptaste, siempre lo deseaste... Y Vlas es tu hermano, lo conoces, ¿No tiene cosas de ti? Sé que no quieres pensar en eso... Pero... ¿No te afecta ni un poco? ¿Ni siquiera lo has pensado? ¿Tú? ¿Rhys Windsor haciendo la vista gorda de algo tan obvio? Es extraño —Lara siguió insistiendo.
—Veamos... ¿Leah es mi hija? Sí... ¿Vlas es mi hermano? También... Pero, ¿Qué puedo hacer? O sea, piense lo que piense, los que tienen las riendas de su relación son ellos mismos, y listo, no tiene sentido que me afecte o que no me afecte, no quiero interferir. —Rhys dejó salir algo de su descargo.
—El otro día... Lo que le dijiste a Vlas: «Si la haces sufrir... Jamás te lo perdonaré», ¿Eso que significó? —preguntó Lara.
—Lo que dije, que si la hace sufrir jamás lo perdonaré —Rhys aludió, con obviedad.
—¿Y eso no es involucrarse? Le estás dando una condición, algo así como una sentencia... Haces esto y yo hago lo otro... Indirectamente eso terminará afectando su relación, ya que Vlas se verá condicionado por tal sensación de que tus ojos están sobre él.
—Lara... No importa lo que yo le haya dicho, ni siquiera es por mí... Él no debe lastimar a Leah bajo ninguna circunstancia, eso es algo que no está a discusión, y es algo que él mismo debió haberse propuesto, incluso antes de comenzar a salir con ella.
—¿En serio no lo perdonarías? —inquirió su esposa.
—No —respondió Rhys, al instante—. Si lastima a Leah lo lastimaré a él.
—Rhys, eso es muy extremo.
Tal declaración de Rhys sorprendió a Lara, no sólo había sido serio y directo... Había ciertos vestigios de un tono de enojo en tal decisión.
—Todos tenemos un pasado de mierda, Lara, todos hemos cometidos errores que nos lastimaron, y que al día de hoy siguen doliendo... Pero Leah, Leah jamás se mereció todo lo que sufrió... Y Vlas sabe lo que eso se siente, porque él tampoco se mereció ese sufrimiento que tuvo... Si Vlas pretende lastimarla, aun sabiendo lo mucho que le puede afectar, yo me preguntaré: «¿Este tipo es un imbécil?», y de paso, haré lo que sea para que me dé una explicación sensata a su actitud, luego de golpearlo por cierto —aseguró Rhys—. ¿Quién podría lastimar a una chica como ella? Por Sun... No, no lo aceptaré, es mi decisión... Leah es intocable, y eso no va a cambiar.
—Vaya... Te tomaste el papel de ser su padre muy en serio —dijo Lara, altamente sorprendida. Aunque orgullosa al mismo tiempo, le gustaba verlo tan protector, aun sabiendo que era chocante que hablara así de su hermano... No obstante, seguía pensando que no era sólo por él, lo haría con cualquier persona que lastimara a Leah... Fuera Vlas, o fuera él mismo inclusive.
—¿Sabes? Cuando ves a una persona que ha sufrido injustamente, quieres que eso se acabe... Yo conozco el sufrimiento, pero es un sufrimiento autoimpuesto, yo he hecho cosas que desembocaron en él, por lo tanto, es una consecuencia de mis propios actos, y es algo horrible, duele, duele mucho, y sólo deseas que se acabe, a pesar de saber que tienes la culpa de tal sufrimiento... Pero... Un sufrimiento que no es una consecuencia de tus actos, ¿Es más doloroso que uno que causas tú mismo, cierto? Como el de mamá... O el de Thomas y Marie... O el de Demian... O el de Leah... —El cerró sus puños, y respiró hondo—. Lara, prometí que nadie de las personas que amo volvería a sufrir, nadie... Eso es sagrado.
—Lo inesperado siempre duele más, cariño, entiendo tu punto, y está bien, aun así, yo sé que Vlas jamás le haría daño a nuestra chica... Tenlo por seguro... Él la ama —dijo Lara, con seguridad.
—Lo sé... Sólo, habla con ella, ¿Sí? —preguntó él, luego de separarse de su esposa y ponerse de pie.
—Lo haré... ¿Te vas? —preguntó Lara, observando como él se colocaba su chaqueta.
—Tengo que reunirme con Ash, me pidió ayuda con algunos temas de finanzas —respondió Rhys.
—¿Solos? —Lara hizo un gesto con sus cejas. Rhys rio al darse cuenta de su pensamiento—. ¿Y Lee?
—Lee está en Alfa, en un evento de no sé qué... Tú sabes, es el rey, hace cosas de reyes que en algún momento pude haber hecho yo, y que por suerte nunca hice, me hubiese muerto del aburrimiento. —Rhys suspiró varias veces—. ¿Por qué preguntas? ¿No quieres que vaya? —le consultó.
—Está bien... Ve —Lara aceptó, cruzándose de brazos al recostarse en su silla.
Rhys sintió que lo había hecho a regañadientes, y que, aunque no lo quisiera decir, estaba un poco fastidiada con que él se fuera a reunir con Ashley a solas. El hecho de que ellos hubiesen pasado una noche juntos en el pasado aún era extraño, tal vez Lara lo había aceptado y los había perdonado a ambos, pero ella, más que nadie, sabía lo que él y Ashley habían pasado, lo que ellos llegaron a sentir el uno del otro, por lo tanto, cada nuevo encuentro entre ellos, revivía la sensación de no querer sentirse traicionada de nuevo.
—Está bien, no iré, le diré. —Rhys tomó su celular, pretendiendo enviarle un mensaje Ashley. Pero Lara tomó su antebrazo, y lo jaló hacia ella.
—Si lo haces, me enojaré contigo —dijo ella.
—¿No te molesta?
—Es trabajo, sólo eso, ¿Por qué me molestaría? Lo de Ashley quedó en el pasado, no vaya a ser que cada vez que se encuentren solos tenga que sentirme insegura, confío en ti, y confío en ella... Eso es suficiente. —Lara llevó el rostro de su esposo atrapado ente sus palmas hacia ella y le dio un suave beso—. Cuídate, nos vemos más tarde.
—Bien, nos vemos amor, te amo. —Rhys se fue de la habitación rápidamente. La puerta de la entrada se oyó al final cuando abandonó la casa.
Lara se quedó en su lugar. Pensativa. Ella sabía que Rhys no la traicionaría jamás, de hecho, nunca lo hizo, todo lo que sucedió con él y otras mujeres, incluida Ashley, fue cuando ellos estaban separados. De tal manera, nunca le fue infiel, ni la traicionó, y sabiendo que él le había contado todo lo que había hecho en su vida, era sensato pensar que no le ocultaba alguna mujer que hubiese pasado por esta mientras ella estaba también.
No sabía si le perdonaría una infidelidad. Pensarlo tampoco era algo que quería, tenía que desarmar la imagen real de Rhys, y convertirlo en algo que no era, colocarlo en tal hipótesis como un hombre infiel, alguien que no se preocupara por ella, que no viera tal respeto en su unión, y que entre tantas cosas, no obtuviera de ella lo que buscaría en otras mujeres. Y eso era imposible, porque él tenía veintinueve años, una personalidad formada y una mente lo suficientemente madura e inteligente como para no volver a cometer los mismos errores del pasado. Además, aparte de todo eso... Él la amaba, muchas veces le había dicho: «Eres la mujer de mi vida» o; «Te amo a ti y a nadie más». Y era hermoso oír eso de su parte, le encantaba sentirse amada por él, por esa razón, odiaría que él no la amara, su corazón no aguantaría. Tal vez en ese sentimiento se encontraba la respuesta a la cuestión inicial... Tal vez, si Rhys no la amara... Ella no se lo perdonaría jamás.