Por un momento, Gu Yundong sintió que podría ser un demonio.
Las comisuras de su boca no pudieron evitar contraerse. Colocó las naranjas que tenía en la mano en la cesta.
Luego, entrecerró los ojos. No había mirado con atención antes, pero ahora notó que las naranjas en la canasta estaban todas llenas y redondas. La piel era amarilla y naranja, y la forma era uniforme. Estaban ordenadas cuidadosamente en la cesta y se veían indescriptiblemente hermosas.
—¿Las plantaste tú? —preguntó Gu Yundong.
He Ye se quedó atónita un momento antes de asentir. —Sí, nosotros las plantamos. No son muchas. Las frutas de este año son bastante buenas, así que elegimos este lugar para venderlas. ¿Quieres probarlas? Estas naranjas son deliciosas.
Gu Yundong asintió. He Ye sonrió y de inmediato peló una naranja para ella.
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