Viendo cómo se desarrollaba una situación tan extraña, los otros dos orcos se miraron el uno al otro con expresiones horrorizadas. Un orco agarró más fuerte su palo de madera, mientras que el otro se preparó para enviar una llamada de advertencia. Aun así, dudaron por un momento.
Los orcos tenían regulaciones estrictas; si emitían una advertencia innecesaria, serían golpeados o tendrían que soportar una dura reprimenda. Los orcos de Saruman eran una raza viciosa y maliciosa, tenían muchas herramientas de castigo diferentes bajo la manga. Finalmente, presionarían sin piedad una plancha incandescente sobre el agresor.
Retorciéndose de dolor y oliendo el denso aroma quemado de su propia carne; después de que el ofensor se despertaba, se daban cuenta de que habían sido degradados a un rango de esclavos, sólo trabajando sin parar recuperarían su libertad.
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