Habían viajado durante dos días desde Casa Nileton. Habían pasado días desde que la secuestraron y él ni siquiera la había tocado. Ya tenía sed de ella otra vez. Ofelia se preguntaba si alguna vez sería capaz de satisfacer a este hombre.
Ofelia estaba aterrorizada, pues habían pasado dos días desde su viaje, no olía bien y el vestido le traía malos recuerdos. Lentamente, retrocedió más y más, hasta que su cuerpo golpeó una pared. Él entrecerró los ojos con intensidad, observándola todo el tiempo.
Ofelia se sentía intimidada por su gran forma que la dominaba. Hablaba en su dirección, como un pantera analizando a un pequeño conejo.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Killorn bruscamente, levantando lentamente su brazo para presionar a ambos lados de su cabeza.
Ofelia se tensó. Killorn la acorraló contra la pared.
—Yo-Yo... —Ofelia se sobresaltó, pues su vestido estaba hábilmente manchado, su piel sucia después de dos días sin lavarse, y no estaba en óptimas condiciones.
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