Wei Hantao fue el primero en llegar al restaurante porque había venido con diez minutos de adelanto. El dueño del restaurante salió inmediatamente a recibirlo, pues era el hijo de Wei Zhongrong.
—Es un honor servirle hoy, Mr. Wei —el dueño, un amable abuelo de rasgos suaves, se acercó a la entrada donde el joven estaba de pie. Era una vista encantadora con el sol brillándole encima y muchos de los transeúntes no podían despegar los ojos de él. El propietario creía personalmente que de todos los hijos de Wei Zhongrong, solo este había logrado heredar su mirada.
Wei Hantao se quitó las gafas de sol y sonrió.
—Gracias por aceptar mi reserva a corto plazo, especialmente cuando hoy están hasta arriba.
—Tonterías. Por favor, no me agradezca, Mr. Wei. No hay nada que nos complazca más que tenerlo aquí.
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