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1• Mabel

¿Cómo podría iniciar esto? Mi terapeuta me recomendó escribir un diario, dijo que escribir nuestros sentimientos permite aclararlos y dejarlos por sentado.

Hace años que no tomaba una lápiz y un cuaderno para escribir mi sentir, la última vez que lo hice fue justo la época donde inicia esta historia.

Es curioso que escribo esto como si alguien más lo fuese a leer aunque si lo pensamos bien un diario es similar a un amigo pero un amigo que guarda silencio y se sienta tranquilamente a leerte sin juzgar, vaya es incluso mejor que hablar con alguien si me lo preguntas. Y como un amigo, una debe presentarse debidamente.

Mi nombre es Mabel, tengo 35 años y vivo en un pequeño (pero feliz) departamento junto a mi gato llamado "Calico". Trabajo en una oficina dedicada a la publicidad (nada divertido he de confesar) aunque mi sueño siempre fue ser escritora (curioso para decir que hace años que no tomaba algo para dejarlo plasmado).

Me gustan los atardeceres, los días nublado, el café amargo, el rock y leer. Lastimosamente tengo el mal hábito de fumar y aunque trate de dejarlo la ansiedad me ha consumido y aunque actualmente ha ido disminuyendo ¡Ahora solo fumo 2 cigarros al día! Un logro para alguien que podía acabarse 2 cajetillas en uno solo.

Odio los lugares con mucho ruido o mucha gente, soy extremadamente olvidadiza y mis uñas son un desastre (¿Era necesario decir eso? Creo que si)

Bueno basta de introducciones un poco innecesarias. Algo que olvide mencionar (tenía que probar el punto anterior) es que odio aquellas vueltas que no llevan a nada, me gusta ser directa y dejar todo claro y como podrás darte cuenta estoy haciendo todo lo contrario así que me disculpo.

Cómo mencioné antes, me dijeron que debía escribir como forma de sanar y en este caso dejar las cosas en el pasado. A medida que voy plasmando está historia, siento como si el peso que he cargado estos años va disminuyendo, como si la historia que me ha tomado entre sus manos soltara un dedo diciéndome que cuando termine de escribir todo esto podrá dejarme libre.

Desde que soy joven, de las pocas cosas que tenía definidas era mi sexualidad. Ser lesbiana nunca fue algo que no tuviese claro aunque es obvio que siendo yo más chica desconocía que hubiese un término diferente a "blasfemo", "obra del diablo", "marimacho" y así podría seguir una larga lista que mi familia fue encargada de enseñarme.

Bien decía el dicho: "lo que has de temer, en casa lo has de tener" y para mí familia, eso les quedaba como anillo al dedo. Una familia religiosa por montones por mera probabilidad debía tener un "error de la naturaleza" en su linaje y obviamente debía ser yo.

Nunca fui correcta, siempre fui rebelde y honestamente no me importaba mucho la opinión de los demás: que si mi cabello no estaba bien peinado, que si esas camisas rotas eran horribles o que mi gusto músical era una basura fueron comentarios a los que me acostumbré e incluso me gustaba retar. Nunca tuvieron ese poder o control sobre mi excepto cuando hablaban de la orientación sexual, ahí todavía poseían los hilos cuál marioneta. Aquellos comentarios totalmente desatinados se clavaban como agujas que me recordaban que, a pesar de aparentar ser fuerte me lastimaban.

Sería estúpido negarles que en esa época aunque yo haya afirmado anteriormente que no me interesaba en lo más mínimo el pensar ajeno, era de mi familia quien quería escuchar una opinión positiva. Mis hermanos siempre fueron los niños modelo y yo, la oveja negra.

Siempre fui responsable con la escuela, calificaciones excelentes e impecables dichas de ser enmarcadas y colocadas en una pared; sin embargo mi personalidad no permitía ese "reconocimiento" anhelado. Podría incluso descubrir la cura de una enfermedad pero si no rezaba el padre nuestro antes de dormir entonces no valía la pena.

Y era una gran contradicción: no quería ser lo que ellos deseaban o más bien no podía serlo o hacerlo pero quería ser aprobada por ellos.

Supongo que ya se dieron cuenta de mi relación con mis padres y hermanos, incluso a esta edad para ellos no soy más que el resultado de un experimento fallido del que no vale la pena preocuparse. Mi apellido, lleno de alcurnia y prestigio no es más que una coincidencia porque un "aborigen" como yo no puede pertenecer a grandes personas que son más falsas que esa planta que está en mi escritorio.

¿Me duele? Por supuesto pero, me duele más saber que gente como ellos jamás podrá quitarse esos prejuicios. A veces no puedo dormir por pensar en como es que pueden vivir con tanto odio en su mente y en su corazón, tal vez es algo de lo que nunca tendré respuesta y está bien, hay veces que es mejor dejar las cosas inconclusas o mejor, no preguntar porque a veces una simple duda puede convertirse en nuestra más grande penuria.