No sabía qué le sucedió a Silas, pero le alegraba haber regresado a su habitación. Tras cerrar la puerta, Cati sacó la cadena con el pendiente y los observó en la luz, preguntándose qué hacían ahí. Malfo no lo supo hasta hacía pocos días. Se mordía el labio, perdida en el pensamiento, cuando escuchó que la llamaban a conocer a la familia del Señor Norman.
—Es una joven hermosa. Felicidades, Silas —escuchó que decía un hombre.
Cati permanecía en silencio junto a Silas. Cuando intentó hablar, Silas le dio un fuerte pellizco para indicarle que se mantuviera callada. La amenaza del Señor Norman en la celda permanecía presente y retumbaba en sus oídos. El miedo se sentía como una bestia que recorría su piel.
—Y yo estaba preocupada de que el Señor no la aceptara, pues pertenecía a una sociedad diferente —señaló una mujer, haciendo que la Señora Ester sonriera.
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