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Correr

Habían transcurrido ya varios días desde mi encuentro con la niña del pueblo, y la niebla se reunía en el cielo en preparación para el aguacero de inicio de Goran que podría caer en cualquier momento. Mis visitas a la aldea se redujeron en los días anteriores, pero bajo el presentimiento de que las lluvias no me darían muchas oportunidades de acercarme, decidí venir por la que creí que sería la última vez en un tiempo.

Se volvió un poco más complicado con la ausencia de la niebla, pero aún me las arreglé para acercarme hasta el lindero del bosque; un par de pasos más y alguien me vería al instante. El pueblo era rodeado por una empalizada que obstruía el paso pero que no bloqueaba completamente la vista, por lo que no resultaba muy difícil ver el interior o incluso colarse, si el intruso era lo suficientemente pequeño, y yo no lo era. Quizá podría haber encontrado un sitio por el que atravesar la barrera, pero de riesgo era tan grande que no me molesté en intentarlo nunca.

En mi opinión, había observado suficiente del sitio para tener una noción bastante acertada de la rutina normal de los habitantes: los más aptos para luchar o explorar recorrían el bosque, y ya causaban bastantes problemas a la manada que trataba de pasar desapercibida; los que tenían el músculo pero carecían de técnica o interés trabajaban en el aserradero que funcionaba junto al río a un par de horas al este del pueblo, y cualquiera que no contará entre esas dos categorías cosechaba plantas silvestres durante el día o se encargaba de las labores comunes de la aldea. Habían otros tipos de personas, como los vendedores o encargados de negocios específicos, pero eran una minoría y casi nunca salían, por lo que apenas y los veía; fue gracias a esas observaciones que pude darme cuenta de que ese día algo diferente ocurría. Todo el pueblo estaba rebosante de actividad, pero toda enfocada en preparativos para los combatientes del pueblo. Ese día casi nadie visitó el bosque mientras estuve observando, y al aserradero tampoco fueron muchas personas. Daba la impresión de que se preparaban para algo, una expedición o algo similar, talvez. Se me ocurrió la posibilidad de que nos hubieran descubierto, y decidí retirarme a reportar lo que vi al líder. Con el estado en el que la aldea se encontraba, corría más peligro de ser descubierto de lo normal.

El líder, por supuesto, estaba al tanto de mis escapadas al pueblo humano, pero como de todos modos era conveniente mantener un par de ojos vigilándolos, nunca me lo prohibieron; por supuesto, nunca revelé que hice contacto con una niña humana. Como esperaba, líder estaba alarmado, y de inmediato reunió a la manada, haciéndolos patrullar alrededor del nido. Yo hacía tiempo me había ganado la reputación del más rápido, por poco superando incluso a líder en ese único aspecto, así que fui enviado de vuelta al pueblo para vigilar los movimientos de los humanos.

Mientras corría, gradualmente comencé a pensar en la situación actual y lo que podía significar. Habíamos habitado la zona por poco más de medio año, y al igual que el resto de la manada, aunque nadie lo dijo, yo era consciente de que el riesgo del sitio era muy alto para establecernos permanentemente en la zona; tarde o temprano tendríamos que movernos de nuevo, y lo más probable es que fuera durante la segunda mitad de Goran, cuando las lluvias bajaran de intensidad y los cachorros pudieran avanzar por su cuenta. Tuve la realización de que los cachorros tenían ya la misma edad que tenía yo cuando tuvimos que huir de nuestro hogar, y una sensación de ansiedad se apoderó de mí. Si los humanos realmente nos atacaran, en el mejor de los casos tendríamos que huir en un estado incluso peor que la primera vez; en el peor de los casos, la manada podría estar condenada, y aunque no quería considerar la posibilidad, no podía apartarla de mi mente. No quería perderlos.

Era raro en mí sumergirme en mis pensamientos tan profundamente, y no la mejor idea hacerlo mientras corría; eventualmente, a unos pocos minutos del borde del bosque, me topé de frente con un obstáculo que apenas logré evitar, pero no a tiempo para esquivar el tronco con el que colisioné a continuación. Mi espalda y costado dolían, y por unos segundos me faltó el equilibrio, los que me detuvo de levantarme el tiempo suficiente para que una sombra se inclinara sobre mí. Me sentí alarmado y asustado por un momento y gruñí, tratando de alejar lo que fuera que estaba delante de mí y atento al estado vulnerable en el que me encontraba, pero cuando mi visión se aclaró, me encontré cara a cara con la misma niña de hacía días. Era ella a la que había estado a punto de golpear y la razón por la que me estrellé contra un árbol en su lugar.

Viendo quién era, bajé mi alarma y dejé de gruñir. Sabía que no todos los humanos eran una amenaza, los niños aún menos, así que no tenía razón para alienar a la niña porque los adultos fueran enemigos de la manada. Me sentí tentado a quedarme con ella, pero la ansiedad del peligro me retuvo y me dispuse a continuar; otra idea me detuvo en mis pasos al instante, sin embargo: ¿Qué hacía la niña aquí? Sabía que ese día, a causa de los preparativos y la posible batalla que tendría lugar en el bosque, nadie salió a recolectar frutos, y a pesar de ello, aquí estaba ella. La única explicación que se me ocurría era que, por la razón que fuera, la niña salió sin permiso. El motivo realmente no importaba, lo importante era que la niña estaba en peligro. Consideré por un momento que ella tendría unos 8 años, bastante pequeña, yo definitivamente era más grande que ella, no debería ser muy difícil cargarla.

Mi inquietud probablemente se notaba a simple vista, porque la niña pronto dejó su sonrisa por un gesto de preocupación y me preguntó algo. Me sentí aliviado de ver que sería fácil hacerle entender el peligro, y lancé miradas ansiosas en la dirección de la que vine antes de agacharme y empujarla sobre mí. Ella entendió de inmediato mis intenciones, y en cuanto sentí su agarre afirmarse, empecé a correr tan rápido como pude en dirección al pueblo.

Empezaba la tarde cuando me detuve al borde del bosque y la dejé bajar; aunque fue un viaje corto, y a pesar de la presión bajo la que me movía, llevar a alguien en mi lomo se me dio una sensación de cercanía con la niña que me llenaba de un gozo extraño, sentía un cosquilleo en el pecho, y un vacío lo sustituyó cuando ella se bajó de mí, pero no me permití concentrarme demasiado en ello. La empujé con la cabeza para que entrara, y después de dudar por un segundo, me abrazó y corrió a las puertas de la empalizada. Hasta ese momento fue que me percaté de un preocupante detalle: la aldea estaba tranquila. El bullicio de la mañana no se escuchaba por ningún lado, y ningún guerrero estaba a la vista.

Corrí de vuelta, con el temor de que mi instinto estuviera en lo correcto; si realmente todos los guerreros de la mañana se enfrentaban a la manada, con sus escasos 14 miembros, no tendrían ninguna oportunidad. Eran decenas de combatientes, después de todo. Sólo podía confiar en que fueran lo suficientemente lentos para que yo pudiera alcanzar la manada antes que ellos.

En cuestión de poco más de media hora alcancé silenciosamente a la expedición humana. Eran unos cincuenta, bien armados, pude sentir el peligro que representaban desde lejos. Un grupo más pequeño y de equipo más ligero avanzaba delante, y reconocí con preocupación que todos ellos eran excelentes rastreadores; iba a ser difícil huir exitosamente si nos seguían. Rodeé la avanzada de humanos y continué corriendo en dirección a la manada, que estaba ya preocupantemente cerca.

Pasé un par de lobos en patrulla, los mire brevemente y continué hasta llegar a líder, a quien pasé la nueva información que traía conmigo. La alarma se apoderó de él y al instante llamó con un aullido a todos los miembros, ya no importaba mucho si nos escuchaban o no. No tardamos en notar que uno de los lobos no volvió, y la ansiedad de lo que ello implicaba se apoderó de nosotros. Con prisa, líder nos dio sus instrucciones.

Al igual que yo, líder concluyó que no podríamos huir mientras quedaran rastreadores entre los enemigos, por lo que la manada tendría primero que emboscar a los humanos y eliminar al grupo de rastreadores, y sólo entonces tendríamos una oportunidad de huir. Toda la manada se dispuso a moverse, exceptuando a Sei y los cachorros.

Pronto ubicamos con precisión la expedición, que seguía el río contracorriente; estaban cerca del sitio en que instalamos el nido la primera vez que llegamos a la región, y ahí mismo decidimos emboscarlos. Yo, sin embargo, desde que partimos no podía quitarme de encima la sensación de que me estaba perdiendo de algo, y mientras nos movíamos y tomábamos posiciones, traté de pensar en cualquier dato que pudiera recordar de los humanos que se aproximaban; los observé con frecuencia durante más de un mes, y era extrañamente consciente de lo inteligentes y astutos que podían llegar a ser. Yo era una cosa, pero había notado hace tiempo que la manada en general no era tan inteligente, aunque no estaban muy por detrás. Con eso en mente, y recordando el aullido de alarma con que el líder nos invocó y nuestras acciones hasta el momento, era una posibilidad real que nuestros enemigos predijeran nuestra emboscada. A pesar de mi sospecha, sin embargo, decidí confiar en el líder, al menos hasta que pudiera confirmar algo.

No mucho después, vimos a los primeros llegar al borde elevado sobre la pequeña cueva, y detrás, uno a uno, los demás fueron apareciendo. Eran cuidadosos, y tenían buen sentido del siglo, pero no podían superarnos en ese aspecto. Pronto fui alarmado cuando escuché al resto de la procesión aproximarse, porque recordaba claramente que había 12 exploradores a la vanguardia, pero sólo había 10 en el sitio de la emboscada. Pensé inmediatamente en Sei y los cachorros que quedaron ocultos en el nido, y maldije mi falta de previsión. Era ya tarde para detener la emboscada, y justo cuando di la vuelta para avisar a líder de mi preocupación, lo vi abalanzarse sobre el primero de los enemigos. Cayó rápidamente, alertando al resto, pero para entonces el resto de la manada atacaba también, y en cuestión de segundos no quedaban exploradores en el área. Perdimos el elemento sorpresa de inmediato, y el resto del grupo ya aparecía en nuestro campo de visión; era evidente que no podríamos retirarnos sin luchar, así que aproveché los pocos segundos para alertar al líder. Él reaccionó de inmediato y estuvo de acuerdo, pero además me dio una orden, en vista de que yo era el más rápido, que tuve dificultades para aceptar: no sólo de proteger a los cachorros, sino de huir con ellos. Vi al resto de la manada que empezaba a atacar a los humanos que nos habían alcanzado ya, a Nohl desgarrando la garganta de uno que no llevaba protección, a Kass mordiendo la tobillera de un escudero para que Jak tomara impulso y lo enviara al río, a Sax destruyendo cada ballesta que alcanzaba, Crox clavando sus garras donde la armadura bloqueaba sus colmillos, y entendí de inmediato que líder no guardaba esperanzas de que el resto de la manada escapara. Gemí ante una responsabilidad tan grande y dolorosa, sentí el dolor en mi pecho a la idea de dejarlos a todos atrás, pero me dolía más la idea de desperdiciar la esperanza que me confiaban, y con permiso de líder y sintiendo la urgencia, abandoné al resto y me di prisa de vuelta al nido, con la esperanza de no llegar demasiado tarde.

Fue desmoralizante llegar y darme cuenta no sólo de que tenía razón, sino de que llegué demasiado tarde para salvarlos a los 3. Lo primero que vi fue a uno de los exploradores vigilaba la entrada de nuestra guarida, y la furia por verlo en vigía como si le perteneciera casi me hace lanzarme sobre él, pero al segundo siguiente lo vi darse vuelta y dar espacio al segundo explorador qué salía de la cueva; de una de sus manos colgaban dos cachorros inconscientes, y con la otra arrastraba el cadáver de una loba.

No tengo claro exactamente cómo me moví, pero en cuestión de un par de segundos había salido del bosque y había saltado sobre el primer explorador, que estaba armado desde el principio, y mordí tan fuerte que sentí como arrancaba la mitad de su cuello. No me detuve a ver cómo caía y usé el cuerpo que aún estaba en pie para alcanzar al otro sujeto, que me vio primero y ya había dejado caer el cuerpo de Sei para desenvainar una daga y apuntarla en mi dirección. La inesperada arma me obligó a girar en el aire y apuntar mi mordisco a su brazo derecho, inutilizándolo y obligándolo a dejar caer a los cachorros, a la vez que la daga dejaba una herida leve en mi costado. Lo dejé ir a tiempo para esquivar otra puñalada, y al aterrizar a unos metros de él. La ira hervía en mi vientre, pero mi mente estaba calma, buscando una manera de sacar a mis hermanos de ahí; afortunadamente, el cazador me ahorró el trabajo, ya que después de compatir miradas por unos segundos, su rostro se torció en una expresión de terror, tropezó hacia atrás, se dio la vuelta y corrió río abajo. Estuve a punto de perseguirlo, pero me detuvo la misión de líder 1ue aún pesaba en mi mente. Sin permitirme el menor instante para procesar todas las cosas que estaba dejando atrás o la familia que me arrebataban, tomé a los dos cachorros en mi hocico y corrí en dirección a la que creía que estaba el sitio en que nací, ya que ningún otro lugar me resultaba claro.

Corrí más de lo que alguna vez había corrido sin detenerme, corrí hasta que mis patas dolieron de tanto correr, corrí hasta que perdí la noción de cuánto tiempo había corrido, corrí hasta que mi cuerpo ya no pudo correr más... Y entonces perdí la consciencia.