—¿Vas a los campos? —Ye Liu, quien dio vueltas y más vueltas toda la noche, encontraba realmente difícil abrir los ojos pero no podía dejar ir a Yu Dong sin saludarla, así que, aunque estuviera cansado después de que alguien lo mantuviera despierto toda la noche, aún se sentó derecho en la cama cubriéndose con el edredón.
Yu Dong lo vio esconderse en su caparazón y se rió —¿Por qué te cubres de mí? No creo que quede nada que no haya visto—; recogió la ropa de Ye Liu que había dejado en el suelo la noche anterior y se la entregó a Ye Liu, quien la tomó agradecido con un rubor decorando su rostro.
—Es de mañana —tosió torpemente, sus orejas se volvieron rojas por el calor que subía a su cabeza—. Se siente extraño cuando está todo iluminado, de noche es un poco más cómodo.
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