Me desperté con el eco de la alarma en mis oídos, anunciando que un nuevo día se abría paso en Buenos Aires.
Rápidamente, me lancé fuera de la cama, sintiendo el peso de la incertidumbre que rondaba en el aire.
Hoy era el día del pre PASO, y aunque el sol brillaba afuera, mi mente estaba nublada por las preocupaciones políticas que revoloteaban en mi cabeza.
Me vestí con prisa, con el único propósito de llegar a la parada de colectivo antes de que el reloj avanzara más.
Sabía que cada minuto contaba en este periodo previo a las elecciones primarias abiertas, las famosas PASO.
La ciudad ya estaba cobrando vida cuando salí a la calle, pero mi mente estaba fija en lo que representaban estas elecciones para el futuro del país.
Al llegar a la parada de colectivo, sentí la tensión en el ambiente.
La gente estaba absorta en sus propios pensamientos, algunos discutiendo acaloradamente sobre las propuestas de los distintos candidatos.
Miré la hora en mi celular, consciente de que estaba en la cuenta regresiva para ejercer mi derecho al voto.
Las PASO eran más que un simple proceso electoral; eran el termómetro que medía el pulso de la sociedad argentina.
Marcaban el inicio de una serie de decisiones cruciales que darían forma al futuro político del país.
Mi preocupación no residía solo en elegir a los candidatos adecuados, sino en comprender el impacto de mis decisiones en esta etapa previa, donde se definirían los posibles contendientes finales.
Mientras esperaba el colectivo, observé a mi alrededor, reflexionando sobre la responsabilidad que tenía como ciudadano.
Las PASO eran el primer paso hacia un futuro que todos ansiábamos, y mi participación activa en este proceso se volvía esencial para construir la Argentina que deseábamos.
'No mas corruptos' Pensé decisivo
La incertidumbre persistía, pero también lo hacía la convicción de que, en este día, mi voto no solo era una elección individual, sino una contribución colectiva a la dirección que tomaría mi amado país.
Entre el estruendo constante del colectivo, mi mente se sumergía en un mar de pensamientos. No puedo evitar reflexionar sobre las falacias que rodean a Milei.
Es asombroso cómo los rumores más absurdos pueden extenderse como un reguero de pólvora, eclipsando la realidad con sombras difamatorias.
Las acusaciones más ridículas han alcanzado su punto álgido. ¿Milei acostándose con su hermana? ¡Por favor! La ridiculez de tales afirmaciones debería ser evidente para cualquiera con un mínimo de sentido común. Pero aquí estamos, en un mundo donde la difamación se propaga más rápido que la verdad.
Y luego está la acusación de nazismo. ¿En serio? ¿Hemos llegado al punto en que lanzar esa etiqueta es la respuesta automática ante cualquier persona con la que no estemos de acuerdo? No puedo evitar preguntarme si aquellos que arrojan tan ligeramente el término nazi comprenden la gravedad histórica y la carga emocional que conlleva.
Detrás de estas falacias, veo una táctica sucia para desacreditar a Milei, para desviar la atención de sus ideas y argumentos. Es más fácil manchar la reputación de alguien que debatir de manera fundamentada. Pero la realidad es que estas acusaciones absurdas no hacen más que revelar la falta de sustancia en el arsenal de quienes buscan deslegitimar a un oponente político.
En medio de esta confusión, es crucial recordar que la verdad es nuestra mayor arma contra la difamación. Cuestionemos, investiguemos y mantengamos la mente abierta. No permitamos que las falacias contaminen el debate público y socaven la posibilidad de discutir ideas de manera constructiva. Enfrentemos a Milei, o a cualquier otro, por sus propuestas y argumentos reales, no por las invenciones de mentes malintencionadas que buscan oscurecer la verdad.
Otra vez la famosa retórica polarizada que inunda las redes sociales y los medios parece desdibujar la realidad. ¿Realmente estamos ante un salvador o simplemente frente a otro actor en el escenario político?
Milei presenta sus ideas con vehemencia, pero la verdad se desliza entre las grietas de sus argumentos. Las soluciones fáciles que propone para problemas complejos me dejan con más interrogantes que respuestas. ¿Es este el cambio que necesitamos o simplemente una ilusión efímera?
Sin embargo, mientras mis pensamientos danzan en torno a Milei, una sombra más oscura se cierne sobre mi conciencia. La preocupación por el posible y probable fraude electoral se apodera de mis reflexiones. Las sombras del pasado se proyectan en el presente, y la confianza en el sistema se desvanece como el humo en el viento.
¿Será mi voto realmente una expresión de la voluntad popular, o se perderá en el laberinto de manipulaciones y artimañas políticas? La fragilidad de la democracia ya se ha demostrado cientos de veces ante mis ojos, y la sospecha se instala en lo más profundo de mi ser.
Mientras el colectivo avanza por las calles de la ciudad, me aferro a la esperanza de que la transparencia prevalezca, de que la voz del pueblo no sea silenciada por las maquinaciones de unos pocos. La lucha por la verdad y la integridad electoral se convierte en un eco persistente en mi mente, recordándome que, más allá de las falacias políticas, la defensa de la democracia es un compromiso inquebrantable.
'Si la patria esta en peligro se esta permitido todo menos no defenderla' Esa frase de San Martin , siempre será recordada.
El colectivo freno y me baje, todavia ansioso por los resultados de este pantallaso al que llamamos las PASO
Bajo la imponente cúpula de un colegio de abolengo, deposité mi voto en la urna, un gesto cívico que fue logrado gracias a los esfuerzos de nuestros proceres por una vida mejor.
Las personas parecían ser testigos silenciosos de la importancia de cada boleta que se deslizaba en la urna. Una paleta de emociones, desde la esperanza hasta la incertidumbre, se dibujaba en el rostro de quienes compartían este momento.
Tras la emisión de mi voto, me retiré a la capilla del colegio, un refugio de paz y reflexión. En medio de la penumbra de aquel recinto, recé en silencio, rogando por un rumbo auspicioso para mi amado país.
'Esperemos que ganes Milei , sos la ultima esperanza para este país , sos MI ultima esperanza para creer en la política y en el pueblo'
Rápidamente termine mi oración haciendo como de costumbre la señal de la cruz.
La reverberación de mis pensamientos se mezclaba con la quietud del lugar, creando un instante de conexión íntima con la democracia que flotaba en el aire.
Al salir a la luz del día, la incertidumbre electoral se manifestaba en la atmósfera de la ciudad. El sol radiante iluminaba las calles, pero la sombra de la expectación se proyectaba en cada paso que daba. Decidí emprender el regreso a casa a pie, permitiéndome sumergirme en el pulso de la ciudad en este momento crucial.
Aunque mis expectativas sobre una victoria de Milei eran moderadas, sentía una convicción profunda en mi elección. Era como si mi voto fuera una afirmación de principios, un respaldo a la valentía de aquel que desafiaba las corrientes preestablecidas. No aguardaba con ansias la victoria, pero mi apoyo estaba impregnado de la esperanza de un cambio auténtico.
Al llegar a casa, reflexioné sobre la jornada. Me sorprendió darme cuenta de que la mayoría de mis amigos también habían depositado su confianza en Milei.
Era un vínculo silente, una comunidad de individuos que compartían una visión alternativa para el país. En medio de la incertidumbre, esta conexión proporcionaba un atisbo de consuelo y solidaridad.
En esta tarde de elecciones, mientras las sombras se alargaban en las calles y la ciudad se sumía en la espera, mi corazón latía con la esperanza de que, más allá de los resultados, el ejercicio democrático fortaleciera los cimientos de una sociedad que anhelaba un futuro mejor.
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