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Recuerdos que duelen - 5 (Tiempo antes de la huida de Milena)

— No lo culpes a él, tarde o temprano ellos aparecerán, recuerda que ahora Flor del Este es un lugar muy ajetreado y hay asuntos con los que se ha de lidiar fuera de estas tierras, por lo que es entendible el que no estén, ya yo en todo caso me eh acostumbrado a ello, además de que son otros tiempos, las personas crecen y cambian cosa que la verdad son hechos esperables.

Milena de la nada empezó a mostrar algo de compasión hacía mi, su mirada se notaba triste e incluso parecía que aquella podía llegar a experimentar fácilmente lo que yo sentía.

Ahora bien, mirándola así a la cara mis estúpidas hormonas comenzaron a hacer de la suyas y el incontrolable deseo de querer besarla que en mi dormía comenzó a manifestarse haciendo arder con fervor, la sangre que por mis venas circula.

Contemplando su innegable inocencia, yo estupefacto allí permanecía apretando en silencio los dientes para evitar hacer algo de lo cual yo probablemente luego me arrepentiría.

Así, ante tal conversación pensé que lo más conveniente en todo caso era el hecho de evitarla, evadir su mirada y cualquier contacto que con ella aunque fuese por mera coincidencia pudiera suscitarse, por lo que alejándome por algunos centímetros pretendí aguantarme mientras aquella plática se llevaba a cabo durante el tiempo que permaneció.

Habían transcurrido ya probablemente entre treinta a cuarenta minutos desde que ella me permitió acercarme, cuando tras haberse ingresado de la nada un extraño silencio yo apele a decir — María tenía razón, este lugar es súper tranquilo y hermoso, si esto se encontrara allá donde yo resido probablemente lo haría mi lugar preferido para descansar.

— Sí lo es, lástima que no a todo el mundo le gusta el silencio especialmente a muchos que conozco en esta casa — comentó aquella al tiempo que esbozaba una pequeña risa juguetona.

Milena de la nada se puso nerviosa mientras yo la observaba consumiéndome a causa de mis propios deseos, en consecuencia de aquello, presumiendo que ella podía llegar a percibir mi inusual comportamiento tan atento y gentil que yo manifestaba en aquel momento evidentemente para nada normal, aquella se puso de pie dejando a un lado la pañoleta sobre aquella cama.

Ya frente a mi ahora erguida, ella me observo y delante de su cuerpo entrelazo sus manos, verla de pie antes de consumir el fuego que yo experimentaba muy por el contrario a lo que se podía llegar a imaginar aquel me consumió aun más, pues verla así en gran medida expuesta tentaba con sobre manera mi paladar, ya que Milena para aquel instante solo llevaba un suéter bastante holgado y un short que de no levantarse de vez en cuando la prenda superior haría imaginar a cualquiera los escenarios más incitadores.

Mi mente fiel traicionera empezó a formar supuestos lanzándolos unos tras otros sin reparo, tanto que incluso por un momento llegue a pensar que mis más grandes y oscuros deseos finalmente llegarían a concretarse, pero así mismo como todo probablemente había surgido de la nada se vio cruelmente apagado, tras Milena haber refutado las palabras más inapropiadas que podían ser escuchadas.

— Procura devolverle el chal a María, ya es tarde me iré a descansar.

Y como obra de un mal presagio o la condena de un navío que zarpo sin guía rumbo a mar abierto, mis esperanzas se fueron abajo y ella se las llevo consigo una vez se alejo de allí.

Mirando al frente sintiéndome ser un tonto en medio de la nada me quede, debatiéndome contra el viento y peleando contra la propia luna la cual ajena a mis problemas simplemente en su lugar permanecía iluminando este plano terrenal.

— ¿Qué es lo que tengo que hacer para que ella me miré como hombre? — en voz alta exclame aquello, ajeno a lo que el dador tenía planeado para conmigo, sin conocer que mi mayor recompensa estaba a la vuelta de la esquina.

Pasaron algunos segundos en los cuales agache la cabeza para reflexionar pensando en que Christian tenía razón y que a fin de cuentas tenía que aprender a dejar de ser tan idiota con las mujeres y justamente allí mientras intentaba no gritar de cólera todo paso.

Prácticamente desde que todo empezó hasta que término, todo lo que sobrevino luego, sucedió como a cámara lenta y sin dudas puedo decir que con ello termine siendo irónicamente cautivado.

Yo, quien solía decir y asegurar que las mujeres no servían para nada más que una cama y por ende me volví un prisionero de mis propias palabras, las mismas que alguna vez nombre de una forma algo despectiva contra ellas.

Cabizbajo a horillas de aquella cama yacía sentado, sintiéndome ser el hombre más idiota en este mundo, reprimiéndome a mi mismo por no ser más cuidadoso con mis actos cuando de la nada, frente a mí se poso una sombra.

Por un momento no quise hacer caso a lo que en el exterior sucedía, por lo que incluso por un segundo llegue a pensar que la oscuridad solo se debía al cruce de una nube frente a tan intrépido satélite que presupone ser la luna.

A causa de aquello pretendí mantener la calma pero al sacudir mi cabeza un momento hacía los lados el miedo disfrazado de valentía se dibujo en mí tras ver sobre el suelo aun el brillo de la luna.

— ¿Qué rayos entonces hay delante de mí? — dije por sobre todo en mis pensamientos y desasiéndome así de mis manos empecé a levantar la vista buscando una respuesta.

Cuando mis ojos se fijaron con totalidad en lo que tenía delante no pude evitar preguntar una vez me enderece por completo — no se supone que ya te habías marchado.

Dije tras contemplar por nueva vez la figura de Milena quien con total tranquilidad me contemplaba — sí, pero cambie de opinión ya que se me olvido hacer algo importante.

— Y puedo preguntar qué cosa es.

— Puedes…

— ¿Entonces?

Ella guardo silenció sus ojos no los aporto de mi, por un momento la distancia contuvo hasta que finalmente se atrevió a hacer lo que para mí era sinónimo de intriga y lo que presuponía ser para ella algo importante.

La sorpresa sobre vino a mi cuando la vi de la nada acercarse y sobre mis piernas se acomodo de frente, mientras sus rodillas reposaban sobre el colchón al que con agilidad se trepo y desde allí con sus brazos mi cuello rodeo, temeroso de que todo aquello pudiera llegar a ser una trampa cuestione.

— ¿Qué es lo que haces Milena?

— Sabes bien que es lo que hago.

— Pero no se suponía que me querías lejos.

— En el corazón no se manda y aunque eres molesto es algo con lo que puedo lidiar.

Aquello sin dudas no era normal o en todo caso había sido tan tonto para no notar sus sentimientos, lo que sí podía llegar a decir en aquel momento era que yo no sabía cómo reaccionar — estás segura de lo que haces.

— Completamente.

— ¡Milena!

— Ya, basta solo cállate y bésame.

Por un momento el silencio allí se sintió, no había ni una hoja de algún árbol que callera y rompiera aquel halo de intriga que se formo, hasta que esta finalmente por obra nuestra se esfumo.

Nuestros labios se unieron en una danza majestuosa llena de sincronía, donde los dos encajábamos como un solo ser dividido en dos almas, siendo cual espejo reflejo con suma exactitud del grado de deseo que el uno tenía por el otro.

Mis manos a través de su cuerpo bailoteaban danzantes extasiadas al no saber donde era correcto detenerse y donde era adecuado avanzar, curioso me cuestione respecto a desde cuando yo había aprendido a tener límites ante una mujer pues no lo entendía yo no era así al menos no hasta que llegue a aquí, pero justamente ahora me debatía entre el querer y el hacer, entre lo correcto y lo incorrecto del asunto.

Entre mis manos yo finalmente la tenía y preso ante ella me sentía, ante ella curiosamente me cohibí pero yo no entendía, yo anteriormente había estado con mujeres atrevidas de una calaña más arriesgada que ella, mujeres a las que no le importaba mostrase en cuerpo y alma y a las cuales por un beso no tenía ni que rogarles.

Yo ya había estado antes con mujeres a las cuales se le hacía sencillo ser provocativas para conmigo y a las que por unos cuantos centavos no le importaba venderse incluso hasta el mismo diablo, o incluso con aquellas mujeres, las cuales con intentos de aparentar ser puritanas escondían tras el rechazo la sexualidad más divina y perversa al igual que como lo hacía ella.

Pero no, aunque con ella todo se sentía tan familiar sin dudas había algo que no cuadraba y la hacía que la viese única en su naturaleza.

Entre cinco y diez minutos transcurrieron en los que consumidos por nuestras ganas devoramos nuestros labios y en los que uno que otro toqueteo surgió, tiempo en el cual no me atreví a propasarme demasiado con ella aun a pesar de que tenía la entera oportunidad, cuando finalmente rompimos aquel beso y ella mirándome a la cara exclamo sin tregua — hay que irnos, ya es tarde.

Mudo por lo sucedido yo solo me dedicaba a escucharla y a asentir con la cabeza ante sus palabras tras ella haberse puesto finalmente de pie, la risa venir de ella tras ver como aquella marejada de emociones me había dejado tendido y evidentemente expuesto no tenían comparación tras ver el bulto que en mi pantalón se formo.

— No que no sentías y que tú controlabas a las mujeres a tu antojo.

Avergonzado giré mi cabeza no quería responder contra aquello y aun menos tenia forma de hacerlo pero ella en vez de dejarme tranquilo por un momento me tomo de la mano, me hizo levantar y con cuidado me guio por los pasillos y por la escalera hasta llegar hasta su recamara.

Y por un momento aquella antes de desaparecer ante mi aquella se dio la vuelta para citar sus últimas palabras — gracias por este momento, lo aprecio mucho viniendo de ti — y colocándose en las puntillas delanteras de sus pies Milena abandono un beso en mis labios y tras dar la vuelta se encerró en su habitación.