Y tal como debía de suceder Christian y yo arribamos al tercer nivel con evidente prontitud.
Una vez el ascensor se abrió y el pasillo se abrió ante nuestros ojos buscar aquel apartamento indicado con el número que aquella señora me dio a conocer fue mi tarea principal. Por lo cual, habiendo girado a la derecha tal y como aquella indico a unos quince metros la puerta con el número trescientos siete en la distancia se mostró.
Inmediatamente la descubrí acercarme fue lo primero que busqué hacer pues la ansiedad de verla de nuevo me ganaba con creces.
— Disminuye tu intensidad, no vez que actúas como loco — cuestiono de pronto mi acompañante.
Christian estaba realmente incomodo con la situación era evidente, por lo que intento gradualmente detenerme, pero ya que me encontraba allí simple y llanamente yo no podía hacerlo, encontrarla era mi prioridad pues un extraño presentimiento en mi me inquietaba y de algún modo me hacía sentir sumamente temeroso.
Por lo que, habiéndolo hecho a un lado no con mala gana, sino pues debido a que ya yo me encontraba poniendo en circulación las ideas en mi cabeza en cuanto a lo que haría a continuación y no tenía nada más a que dirigir mi atención, así que me dedique a acortar la distancia y una vez estuve ante aquella puerta fue inevitable no sentirme hastiado por lo que desde el interior se escuchaba.
Prácticamente me quede con la mano levantada y con los nudillos colocados prominentemente hacía el frente totalmente petrificado cuando aquella horrible conversación hizo eco en mis oídos.
Christian para aquel instante se encontraba cercano a mí e igualmente tras escuchar aquello sus ojos iban desde donde se encontraba la puerta hasta mí, algo confundido.
— ¿Qué rayos sucede hay dentro? — cuestiono Christian, pero era evidente de que ninguno de los dos tenía respuesta a ello, así que como cual viejas chismosas con el oído bien atento nos quedamos pendiente a todo lo que dentro de aquel apartamento se escuchaba.
Gracias a aquello ambos pudimos llegar a descubrir que dentro se encontraban meramente dos personas ambas de sexo femenino para nada en igualdad de condiciones.
Por un lado, se encontraba una voz dulce y serena que solo de vez en cuando interrumpía queriendo calmar a su contra parte, en ella se podía sentir el peso de la fragilidad y el sabor amargo de la desilusión que todo le dejaba de por medio y quien indudablemente se trataba de Milena porque sin dudas yo reconocía su voz.
Ahora bien, la calma no era opción para la otra persona ya que sus gritos iban y venían con fuerza lo que hacía algo indudable que el descontrol y la prepotencia habían tomado su cordura.
Aquella chica gritaba sandeces atroces que habrían dejado sin dudas a cualquier persona en completa vergüenza, las blasfemias, la obscenidad y los insultos bailaron todos a un mismo compas haciendo de su persona para aquel instante la más repugnante sobre la faz de la tierra y quien deduzco se trataba de tal dichosa Emely la amiga de Milena o al menos así aquella señora la nombro, era lo que yo presumía.
Ahora la verdad era que ya luego de escuchar tal barbaridad, yo no podía aguantar más y debía de ponerle fin a tal discusión, intervenir siempre ha sido lo mío y no es verdad que ahora lo dejaría de hacer, por lo que fue allí que tras mirar detenidamente en dirección a aquella compuerta que me percate de que se encontraba casualmente abierta.
Al menos una pequeña rendija era visible, una que de no prestar la suficiente atención probablemente ni la hubiese notado, la cual desde un costado dejaba ver particularmente un diminuto rayo de luz lo que aparentaba haber sido hecho con descuido, como si un pequeño niño habría cruzado y no se había preocupado por cerrarla debidamente y eso fue precisamente lo que sin dudas yo iba a aprovechar.
— Ve con Harris asegúrate de que tenga el auto encendido — me cerciore de recalcar aquello ante Christian quien probablemente no había notado lo mismo que yo.
— Pero que harás.
— Pues lo que tenga que hacer para detener esta atrocidad — y antes de que aquel se diese la vuelta con detenimiento tome la puerta por el pomo y empujándola con fuerza interrumpí en aquel lugar.
Los ojos de ambas chicas instantáneamente sintieron aquella sacudida proveniente desde aquella puerta se giraron en mi dirección algo absortas y en sus rostros fieles lienzos se podía leer con toda claridad la sorpresa pues no podían creer que yo me encontrase allí.
Sereno por un momento me mostré, el silencio lo guardé y permití con ello que ambas se mostrasen tal y como eran.
Para sorpresa mía aquella chica continúo mostrándose con aquella horrible prepotencia, para nada pretendió esconder aquella horrible forma de ser y de algún modo delante de Milena y mía aquella intentaba hacerse ver superior cosa que yo podría decirse que hasta el momento toleraba pues conocía a mujeres de su calaña, pero a Milena a ver la singular confianza que aquella se tomó para conmigo, irse pretendió.
En su rostro yo pude llegar a contemplar el descontento y la amargura que vernos tan cercanos había formado cosa que pude ver antes de que abandonara aquel sofá y de paso nos diera por completo la espalda lo que provocó que en mi pecho una dolorosa punzada me removiera.
Literalmente lo hizo, levemente me sacudió, pero me contuve a toda acción pues verla cargar tanto dolor me inquieto bastante y mi alma que casualmente se mantiene tan dormida ajena a emociones fue particularmente sacudida de un solo golpe y hacía ella tras haber hecho a aquella mujer a un lado me lance.
Sus ojos empapados y su voz algo entre cortada de algún modo hicieron eco en mi cabeza y una y otra vez me repetían que verla llorar solo me hacía sentir un más hundido en la miseria por lo que ante aquella chica recalque como testigo de la verdad lo que por mi cabeza rondaba.
Sí, declare ante ella que Milena me importaba y reafirme por nueva vez que aquello lo que ella pensaba como parte de una mentira cargaba consigo la verdad misma.
La tal dichosa Emely siguió insistiendo, aún más luego de contemplar como yo había besado a Milena tan apasionadamente y repitiendo por nueva vez la lista de insultos que sabrán los cielos de donde había sacado, se lanzó hacía Milena queriendo golpearla.
Se entenderá bien que dejarla cometer tal atrocidad yo no lo iba a permitir por lo que tomándola con rudeza por la mano que hacia mi querida Milena había lanzado capturándola la apreté con fuerza.
Los ojos asustadizos de aquella chica en mi se posaron y yo a sabiendas de que ya no podíamos permanecer ni un minuto más allí dije a Milena — ve a tu recamara y toma lo necesario.
— ¡Eh! Como, para que.
— No hagas preguntas solo hazlo, ve y toma lo necesario.
— Pero que harás con ella, te pido, no más bien te imploro que no la lastimes.
— Es esto real, después de lo que ella te ha hecho aun ruegas por que se le trate con piedad, aun mereciendo un castigo como pago por su conducta.
— Aun mereciendo lo peor te ruego que no le hagas nada Alexander.
— ¿Por qué? No lo entiendo, porque eres tan buena yo siendo tu ya la hubiera dejado en la miseria, yo siendo tu tampoco me habría perdonado y sin embargo lo hiciste.
— Eso Alexander se asocia al sentir y al querer, si bien veo que, aunque ella nunca me considero su amiga yo si lo hice, lo que es peor la hice igualmente parte de mi nucleó familiar y el amor a la familia no es algo que se pueda hacer a un lado en dos segundos cosa de la cual sé que eres fiel testigo.
Milena parecía un ser tan irreal y como lo era se mostraba llena de nobleza y benevolencia por lo que en un acto de perdón aquella colocando una mano sobre el dorso por la que sujetaba a Emely con suavidad mirándome a los ojos me guio a aflojar un poco mi agarre hasta que finalmente no tuve otra opción más que dejarle ir.
Sobre el sofá en el que anteriormente se encontraba Milena aquella chica se dejó caer algo temblorosa, sus ojos solo se enfocaban en el piso pues le daba sumamente vergüenza mirarme a la cara, por lo que, mientras Milena se hacía con sus pertenencias así permaneció cabizbaje totalmente perdida en su propio mundo.
Pasado unos pocos minutos Milena nuevamente apareció llevando consigo una pequeña maleta de mano en donde cargaba lo necesario y por tercera vez Emely se volvió loca y entre gritos, pataleos, y muestras de violencia que dirigía hacia nosotros, ambos finalmente salimos ilesos de allí antes que una desgracia se propiciara.