Tienen contacto.
Las palabras de Selene hacen que mi corazón caiga hasta mis dedos del pie, medio congelados.
—¿A qué distancia estamos ahora?
Demasiado lejos.
Si no fuera por los guantes que mantienen mis manos calientes, mis uñas estarían cortando la piel de mis palmas —Tenemos que apurarnos.
Mis palabras son arrebatadas por el viento, pero Selene sabe lo que estoy diciendo, y sé que está transmitiendo mis palabras a los lobos.
Diez lobos. ¿Cuántos estaban con Lisa hoy? Creo que podrían haber sido cinco. Superados no solo dos a uno, sino que uno de los nuestros es humano.
Mierda, mierda, mierda.
—Grimorio, ¿hay algo que podamos hacer?
Sé que no hay nada, pero tengo que preguntar. Es Lisa, por el amor de Dios.
No eres lo suficientemente sensible para detectar al enemigo. ¿Qué esperas?
Sus palabras suenan duras. Frías. Como si el juicio ya se hubiera hecho, encontrándome deficiente. Pero sé que es su propia frustración la que se filtra.
—¿Hay algo que puedas hacer tú?
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