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Enamorándome de mi Esposo CEO por Accidente

``` Despertar de un coma era lo de menos para Serena cuando descubre que está casada. No puede recordar quién es. Sus padres están tramando matarla. ¿Qué hace una joven en semejante situación? Atrapar a su guapo y rico esposo por supuesto. Serena no lo dejará ir hasta que descubra la verdad. Aiden Hawk se casó por conveniencia. Chantajeado por su abuela, ideó el plan perfecto. Casarse con una mujer en su lecho de muerte y jugar el papel de su amante afligido. Cuando ella muriera, él sería libre de hacer lo que quisiera. ¡Pero para sorpresa de todos, ella volvió a la vida! Además, se está pegando a él como si fuera pegamento. ¿Funcionará su matrimonio accidental o serán separados para siempre? *Créditos de la imagen: Queenfrieza Fragmento: Sus ojos se abrieron de par en par de la sorpresa cuando él se acercó a cerrar la puerta de la habitación del hospital con un clic. —¿Qué estás haciendo? —preguntó ella temblorosa. No le gustaba la expresión de su cara. Él levantó una ceja y sonrió con suficiencia, levantando la comisura de su boca. —¿Qué crees que estoy haciendo? —¿Por... por qué cerraste la puerta? —preguntó ella. —Mi esposa... Te has despertado después de tanto tiempo. Por supuesto, tengo que pasar algún tiempo contigo sin interrupciones... —le dijo él, y una sonrisa ladeada se dibujó en su rostro. Serena lo observaba mientras él se acercaba, su presencia parecía llenar la habitación. Su corazón casi amenazaba con salirse de su pecho... Quería saltar de la cama pero sus piernas eran inútiles y ella no tenía fuerzas... ```

har_k · 都市
レビュー数が足りません
306 Chs
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En Tiempo

Edwina Dawn se sentó rígidamente en su silla alta con respaldo, lanzando una mirada fija al gran reloj antiguo en la pared frente a ella. La habitación estaba en silencio excepto por el tictac rítmico del péndulo del reloj, cada oscilación amplificando su creciente impaciencia. Sus ojos agudos se estrecharon aún más cuando la manecilla de los minutos se acercó a las siete y media.

Otro minuto, pensó oscuramente, sus dedos golpeteando el reposabrazos con un ritmo constante. Otro minuto, y haré que el personal empaque sus maletas y la eche de esta casa.

Ella no toleraba la tardanza, especialmente de alguien como ella. Pero justo cuando el reloj marcó las siete y media exactamente, la puerta chirrió al abrirse. Los ojos de Edwina se desviaron hacia ella, y una lenta sonrisa de autosuficiencia se deslizó por sus labios.