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Capítulo 82: Persecusión

Momentos antes, en el exterior, el Siamés se aproximó al superbloque al percibir que la presencia del Breeder y del refugio habían cambiado. Se acercó con cautela hacia el edificio, pero aún así, fue tomado por sorpresa por el ataque.

La ventana del apartamento en el que estaba el Breeder explotó sin previo aviso y el Siamés apenas tuvo tiempo de reaccionar. Erigió a su alrededor la mayor cantidad de defensas psíquicas, presionando a una de sus mitades hasta sus límites. La explosión del tornado desató un terrible viento que avanzó sobre él en unos segundos.

El siamés fue capaz de mantener su posición, pero no pudo evitar recibir algo de daño de los escombros desprendidos de los alrededores. Aun así, para cuando todo terminó, el siamés se encontró prácticamente sin ningún daño. Pero estaba enojado. El Breeder le había engañado, había usado demasiado poder para protegerse de un ataque patético. Lleno de ira, el Siamés se preparó para una persecución.

Luna, mientras tanto, subió a paso de gigante las escaleras de lo que había sido su refugio. Antes de darse cuenta, estaba en el último piso. Desde allí se acercó a las escaleras hacia el tejado y saltó con fuerza.

Su cabeza golpeó la reja hacia la azotea y la abrió de golpe. Arnold gritó lleno de dolor al caer al suelo. El Breeder no le prestó atención y le arrojó, junto a Sombra a por el agujero. Su enorme cuerpo no cabía por la estrecha abertura, por lo que tendría que saltar desde el exterior.

Luna corrió con todas sus fuerzas y salió al pasillo. Desde allí podía ver el exterior a través de la reja, por lo que no le extrañó cuando el Siamés lanzó un ataque. Un trozo de escombro salió disparado a una velocidad sorprendente, desde el estacionamiento hacia donde estaba Luna. El Breeder se detuvo, justo a tiempo para observar cómo el trozo de asfalto destrozó la reja y chocó contra la pared.

Luna cubrió el cristal que aún sostenía y subió de un salto a la parte aún intacta de la reja. Desde allí repitió el salto, se volteó en el aire y se agarró al tejado con una mano. Luego se impulsó con fuerzas hacia arriba mientras esquivaba un segundo escombro que impactó el lugar en el que se encontraba.

Ya en el tejado, se acercó a Arnold, que le miraba con los ojos abiertos, pero antes de poder llegar a él, sintió que sus fuerzas le fallaban y cayó de rodillas. La estúpida poción le había curado, pero ahora pensaba que era peor. Después de esforzarse para subir a la azotea, ahora estaba agotado. Sin embargo, no había tiempo para preocuparse por ello. El siamés llegaría pronto y dudaba poder luchar de frente contra él en la condición en la que se encontraba.

Agarró a Arnold y a Sombra de nuevo y se dirigió hacia la parte trasera del edificio. Desde allí saltó sin dudarlo hacia el suelo, a más de 10 metros por debajo. Luna hubiera deseado poder volar, pero sus heridas habían sido muy graves y la poción no curó por completo sus alas. Así que se limitó a dejarse caer hasta el suelo mientras ignoraba los gritos de Arnold.

El impacto contra la ladera fue mucho más fuerte de lo que esperaba. Perdió el equilibrio y se vio obligado a soltar a Sombra y a Arnold mientras caía. Lo único a lo que se aferró con su vida fue al cristal.

Arnold, por su parte, actuó por reflejo y usó sus alas para intentar disminuir su caída. Sin embargo, el inconsciente Sombra le golpeó en la espalda y ambos terminaron chocando contra una casucha que se encontraba en el camino.

Luna terminó chocando contra un árbol que detuvo su impulso por completo. Se levantó con dificultad y frunció el ceño cuando se dio cuenta de que sus alas habían recibido aún más daño.

Se acercó hacia la casucha contra la que habían chocado Arnold y Sombra y los sacó de los escombros. El humano zombie había sufrido mucho daño y ahora estaba inconsciente. Pero no había mucho tiempo para preocuparse por ello, pues sabía que tenía que desaparecer de la vista del superbloque de inmediato.

Luna saltó por sobre las casas que bloqueaban su camino y apenas pudo llegar al techo de una de ellas. El cansancio y el daño acumulado habían anulado prácticamente por completo sus habilidades físicas, pero aún podía ejercer una fuerza sorprendente en intervalos cortos.

Siguió caminando por los techos hasta que sintió un peligro repentino. El Siamés había volado hasta el tejado del superbloque y le había lanzado otro escombro a toda velocidad.

Luna aceleró y evitó por poco el ataque, pero el techo sobre el que estaba no aguantó el impacto y colapsó. El Breeder casi pierde el equilibrio, pero consiguió saltar a tiempo para evitar caer en el agujero. El salto lo llevó por sobre el borde del edificio, hacia la calle, justo debajo, a unos 3 metros de altura.

Logró aterrizar con cierta torpeza y luego se alejó de la calle y se pegó al edificio más cercano, tratando de que el Siamés no tuviera una visión directa.

El zombie todavía estaba en el tejado del superbloque y observaba la destrucción que habían causado sus ataques, todos ellos inútiles. Se había dejado llevar por la ira y había gastado su energía en ataques poderosos pero fáciles de esquivar. Frustrado, se dio la vuelta y se alejó de allí, en caso de que el Breeder intentará un ataque.

Ambas mitades del Siamés reflexionaron sobre todo lo que había salido mal. Principalmente, se fijaron en dos cosas. Los humanos eran mucho más poderosos de lo esperado. Su plan inicial dependía en parte de que el Breeder y los humanos se debilitaran mutuamente y que ambos terminaran siendo un blanco fácil para ellos En este sentido, el Breeder le había decepcionado. Tenía mucho poder, pero no supo usarlo.

Sin embargó, esto le hizo pensar que el Breeder era solo un bruto, cuando obviamente se había dado cuenta de que intentaba manipularlo. Tenía que admitir que había sido un intento torpe por apoderarse del refugio.

Por suerte no todo estaba perdido para el Siamés, había una forma más sencilla para convertirse en un Breeder. Obtendría mucho más poder si conseguía devorar al Breeder, pero eso ya no era una opción. Además, tenía bajo su control a una gran cantidad de zombies que había apartado de la vista del Breeder, el problema es que no podría controlarlos con facilidad hasta que se convirtiera en un Breeder.

No entendía muy bien cómo aparecía un refugio, pero sospechaba que tenía que ver con ser el primero en asegurar un edificio en una zona. Para ello, debía conseguir un edificio en el que los humanos y zombies todavía estuvieran en conflicto.

El siamés se dio cuenta de que quizá esta opción ya no era tan fácil como al principio. También tenía la opción de devorar otro Breeder más débil o tomar para sí un refugio humano, lo cual no era fácil tampoco. Cualquier Breeder, allá afuera, sería más poderoso que él. En cuanto a los humanos… El Siamés se volteó a mirar en la dirección del refugio cercano. Que fueran capaces de casi aniquilar a un Breeder sin muchos daños colaterales fue una sorpresa. No debía subestimarlos.

Una parte de él pensó en atacar el refugio humano y aprovechar que sin duda estaban debilitados, pero la otra mitad lo detuvo. No era una buena idea, pues pensaba que el refugio no estaba lo suficientemente debilitado para lograrlo. Ambas partes lucharon entre sí por un tiempo, pero al final ganó la cautela. El Siamés decidió largarse de ese lugar y buscar el sitio adecuado para su evolución.

En Nuevo Sol, lo que había comenzado como una lucha desesperada, se había convertido en una victoria casi absoluta. La horda de zombies estaba ya al borde del colapso y no había zombies poderosos de los que preocuparse.

Carlos observó la escena desde su apartamento, aliviado. Se dio cuenta de que había subestimado el poder del refugio. Los cadáveres de cientos de zombies debían de encontrarse en la trampa en el estacionamiento. Además, habían repelido al Breeder sin muchas bajas.

Carlos ya se había enterado de la muerte de Miguel. Se sentía triste, pero él prefería verlo desde un lado positivo. Habían triunfado sin casi ninguna baja. Lo único malo era que habían demasiados heridos y pocos antídotos, por lo que pronto habría más infectados.

Aún así, el humor en general era bueno. Todavía quedaban zombies por exterminar, pero ya no representaban mucho peligro. Tracel salió de un apartamento cercano y se acercó a Carlos.

—Así que todavía estamos vivos.

Carlos asintió.

—¿Y ahora qué? —preguntó Tracel. Carlos le miró con el ceño fruncido.

—No pareces tú, Tracel. Será mejor que vuelvas a ser el mismo desgraciado que todos odian, te queda mejor.

A Tracel se le escapó una risa.

—Supongo que tienes razón. Nunca pensaría que, de todas las personas, Adam sería capaz de pisotearme como lo ha estado haciendo.

Carlos sonrió.

—No hay duda alguna, eres como su mascota.

Esta vez ambos rieron, pero en realidad a Tracel no le parecía gracioso, sentía que estaba perdiendo frente a un novato.

—Pienso cambiar esa situación ahora que no hay ninguna amenaza cercana. Pero cambiaré mis métodos.

Carlos dejó de reír al escuchar a Tracel.

—¿Qué piensas hacer para vencer a Adam?

Tracel sonrió, pero no dijo nada. Carlos asintió.

—Buena suerte, amigo. Esta es la oportunidad que siempre hemos querido. Si no la aprovechamos, no seremos más que idiotas.

Tracel miró el cielo nocturno con cierta nostalgia. Luego de su fracaso en la política, en el comienzo de lo que parecía una brillante carrera, siempre creyó que nunca llegaría a ser mucho en la vida. Irónicamente, su estúpida ambición nunca había muerto en su interior, pero una parte de él sabía que estaba acabado. Esa era la razón por la que estaba feliz de que el Sistema destruyera el mundo. Otra sonrisa escapó de su boca.