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El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · ファンタジー
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261 Chs

Responsabilidad

Las puertas de la ciudad se abrieron de golpe, el soldado que custodiaba la entrada del interior hizo un saludo militar con mucho respeto, pero el hombre a caballo no le dedico ni un solo vistazo, ignorando su acto y, ordenando de vuelta a su majestuoso animal que continuara con su trayecto. No solo tenía prisa, la sangre que resbalaba por su brazo derecho, así como la enorme mancha roja en su pecho, que se lograba ver cuándo la semicapa volaba hacia arriba, indicaba que algo malo había sucedido.

--Recuerdo haber visto al comandante Kasius hace dos lunas salir en compañía de un pequeño regimiento de soldados y aventureros --Dijo uno de los arqueros vigilantes encima de los muros--. ¿Qué crees que haya pasado? --Preguntó, más que por curiosidad que por preocupación.

--No lo sé --La arquera a su izquierda negó con la cabeza, colocando una mirada de contemplación--. En mis años de recluta fui adiestrada por la comandante Emil, teniendo la oportunidad en dos ocasiones de compartir campamento con el comandante Kasius en los viajes de cosecha de experiencia. A mí punto de crítica es un hombre recto, disciplinado, buen estratega y hábil con la espada, en ningún momento se atrevió a dejar solo a sus hombres, por lo que es extraño que ahora venga solo.

El arquero miró un poco preocupado a la dama, pero por mucho que intentará, no lograba encontrar una razón verdadera para preocuparse. Los monstruos, aunque violentos y fuertes, no podrían contra sus sólidas defensas y, menos decir contra sus experimentados generales, aventureros y magos de alto rango, teniendo una fuerte confianza en que en el futuro, la seguridad los seguiría esperando, sin embargo, la espina de la intriga ya había sido colocada en su corazón y, era difícil deshacerse de ella.

--Sea lo que sea, el rey o el gremio se encargará.

--En eso tienes razón. --Sonrió y, por puro instinto observó el tranquilo horizonte cubierto por la oscuridad de la noche.

∆∆∆

El galope era fuerte, sus exhalaciones irregulares, pero con su mirada concentrada en su objetivo.

--¡Alto! --Gritó el enorme guardia con un tono alto, hostil y repleto de una energía marcial. Sus manos se acercaron a la vaina de su espada, sujetando la empuñadura de su arma por si debía encargarse de un desgraciado--. La noche ha caído y, el palacio está cerrado. Andas a caballo en territorio real. Tu ofensa te hará ganar un par de días en el calabozo.

--Abre la puta puerta, debo hablar con el rey y, es urgente. --Dijo con un tono grave, su palidez fue visible, pero lo que más destacaba de él era su expresión de impaciencia.

El guardia observó el símbolo en la semicapa del hombre, entendiendo que no estaba hablando con un individuo simple, sin embargo, reglas eran reglas y, debían ser aplicadas a cualquiera, por lo que desenvainó.

--No lo voy a repetir, detente y, por respeto a tu rango, haré como si nunca te hubiera visto.

El comandante detuvo su caballo a dos pasos del enorme guardia, se bajó, tropezando y casi cayendo al tocar el suelo, se logró mantener de pie gracias a la fortaleza de sus piernas y, con la poca fuerza que aún conservaba observó a su compatriota.

--Sí debes matarme, que así sea, pero te pido que sea después de hablar con Su majestad --Su expresión era seria, tanto que hizo dudar al hombre con la espada en mano--, entiende esto: si mi mensaje no llega a tiempo, este reino se convertirá en cenizas.

∆∆∆

La puerta fue golpeada dos veces con ligera brusquedad, acompañado de un llamado bajo. El hombre dentro de la habitación se levantó, con los cabellos desordenados, baba en su mejilla y lagañas en sus ojos.

--Pase. --Dijo, aún con el sueño en su voz. Levantó el torso, bostezando un poco malhumorado y, limpiando con sus dedos la suciedad de sus ojos.

La puerta se abrió, dejando observar una silueta alta y delgada. Su mirada barrió toda la habitación, encontrándose con los ojos del individuo acostado, quién lo miraba con el semblante endurecido.

--Su excelencia...

--Olvida las formalidades y dime porque ha sido interrumpido mi sueño. --Cortó sin mucha cortesía las palabras del hombre.

--Algo ha sucedido, Su excelencia --Se acercó un poco, pero no demasiado para ser considerado un insulto hacia el príncipe--, debe venir conmigo a la sala de reuniones de Su Majestad el rey Brickjan.

Frunció el ceño, estaba confundido y curioso sobre la situación, pero no era del tipo apresurado. Meditó unos segundos antes de hablar.

--Ese "algo" ¿Qué es?

--No lo sé, Su excelencia. Alguien llegó hace poco con un mensaje para Su Majestad y, en el instante siguiente todas las personas con autoridad en el reino fueron llamadas.

--Bien --Se acercó a la esquina de su cama con calma--, dame un momento para cambiarme y de inmediato te acompañaré.

--Lo siento, Su excelencia, pero --Dudó por un momento--... Su majestad el rey ordenó que debía ir con urgencia a la sala de reuniones.

El príncipe guardó su enojo en una larga respiración, apretando con sus manos las sábanas de hilo de gusano de roca con la intención de tranquilizarse. Alzó la mirada, suspiró, asintiendo, se puso sus zapatos de descanso, tomó la bolsa de cuero encima del buró de madera y se colocó de pie.

--Muestra el...

Perdió el equilibrio, su mirada se tornó borrosa y las fuerzas de su cuerpo se esfumaron por un breve instante.

--¡Su excelencia! --Gritó alarmado el sirviente, logrando sostener al príncipe con su brazo.

--Estoy bien, ahora quítame tus sucias manos. --Dijo con un tono serio.

--Sí Su excelencia, perdón, Su excelencia.

El hombre obedeció, bajó el torso y, observó al joven príncipe con una mirada suplicante.

--¿Se encuentra bien, Su excelencia? --Preguntó un tanto preocupado.

--Por supuesto que estoy bien, acaso ¿No logras ver la magnificencia de mi ser? --Respondió con la confianza desbordando de su cuerpo, pero en el interior de su mente la razón por la que había tropezado lo dejó algo intrigado--. Deja de mirarme y muestra el camino. --Ordenó.

Herz observó la tranquilidad del pasillo, encontrando una ligera pesadez en el ambiente y, aunque dudó, sacó una pequeña moneda roja de su bolsa de cuero, haciéndola girar sobre su palma. A los pocos segundos esa hermosa moneda se tornó de color verde.

--(Al menos diez hechizos han sido lanzados después de la caída de la noche --Pensó y, como si nunca hubiera existido, guardó de vuelta su moneda--. Pocas veces padre se ha atrevido a ordenar que lancen hechizos dentro del palacio. Esto debe ser serio)

Cruzaron el vestíbulo real, encontrando a unos pocos individuos que se dirigían a toda prisa al mismo destino que él, algunos de ellos lo observaron y, de forma apresurada le brindaron sus respetos. Herz reconoció a muchos de esos hombres y mujeres, en su mayor parte eran nobles, pero con una particularidad: sin excepción, cada uno de ellos poseía un pequeño ejército privado, o tenían contactos con grupos fuertes de mercenarios.

--Su excelencia.

Herz volteó al escuchar la voz grave y, el fuerte bostezo, encontrándose a su fiel amigo y subordinado: Geryon, de pie a cinco pasos de él, vestido con una ligera túnica de cama, con los cabellos desordenados, pero con su fiel espada envainada en su cintura.

--Puedes retirarte, yo mismo iré desde aquí. --Dijo, acompañado de un ademán de mano.

--Como ordene, Su excelencia.

El siervo hizo una reverencia muy bien ejecutada, dio media vuelta y, se retiró del campo de visión del segundo príncipe.

--¿También fuiste llamado?

--Sí, Su excelencia --Abrió su boca como lo haría una bestia, bostezando, acompañado de un ruidoso grito--. Le pregunté a la sirvienta que me despertó sobre la razón, pero lo único que me pudo decir fue que era requerido en la sala de reuniones de Su Majestad el rey Brickjan.

--Fue lo mismo que me dijeron a mi, pero ven --Dio media vuelta, observando con sus ojos ya despiertos la enorme entrada abierta de la sala de reuniones--, conozcamos que es lo que el rey desea que hagamos.