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El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · ファンタジー
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261 Chs

La petición

Gustavo tragó saliva al ver el increíble trabajo de madera, no solo el tallado era exquisito, sus propias superficies estaban tan bien cuidadas que brillaban con ligereza.

--Nuestro barco sufrió un fuerte impactó en su casco, casi volcándonos y, haciéndonos perder el rumbo de nuestro trayecto. Algunos cayeron al extenso mar, mientras los más hábiles lograron sujetarse de lo que encontraron. Yo, yo me mantuve estático, siendo sujetado por ella --Guardó silencio--... Los gritos no se hicieron esperar, los magos que se encontraban a bordo salieron de sus camarotes, ayudando con sus hechizos a estabilizar las aguas turbulentas, mientras que los nobles gritaban y daban órdenes, imitando a los estrategas --Lamió sus labios para hidratarlos--. Algunos sacaron de sus bolsas de cuero: cuerdas y herramientas para traer de vuelta a los pasajeros caídos, por desgracia, recibimos otro impacto, justo en nuestro costado derecho, creo que lo marinos lo llaman estribor. ¡Nos atacan! Gritó el hijo de nuestro empleador, pero en el momento siguiente, había desaparecido --Guardó silencio nuevamente, como si estuviera indeciso si contar lo siguiente--. La neblina no se había desvanecido aún, pero pudimos notar luces rojas, azules, negras y de demás colores en la lejanía, acompañadas de estruendosas detonaciones, volteé lentamente hacia el cielo, observando misteriosas aves que soltaban proyectiles de sus hocicos, que brillaban al caer al mar --Los miró nuevamente, sabiendo que lo que estaba contando no era algo que se pudiera creer tan fácilmente, sin embargo, no encontró ningún ápice de sospecha o incredulidad en los ojos del joven--. Cerré solo un instante los ojos, lo juro, fue solo un instante, pero cuando los volví a abrir, la cubierta de nuestro barco estaba completamente destruida, con cuerpos regados y la sangre pintando sus superficies. Quise gritar, lo recuerdo, pero el fuerte agarré de la dama me lo impidió, mientras sus ojos que brillaban de azul, me observaron por un eternidad... El mástil cayó, mientras un poderoso hechizo de fuego explotaba a unos cuantos pasos frente a mi. Volví a cerrar los ojos, sintiendo el poderoso agarré de la muerte en mi cuello --La confusión apareció en sus ojos--. Perdí el conocimiento, pero en cuanto me recuperé, me encontraba flotando gracias a un pedazo de madera, mientras el barco que nos había transportado, se hundía en la lejanía, con colosales tentáculos sumergiéndolo lentamente al fondo del mar. --Apuntó con sus ojos la segundo estatua en la mesa, la misma donde estaba impresa su primer y último contacto con aquel terrorífico y titánico monstruo. Xinia se levantó, mirando desde un lugar que no incomodaba a nadie la escultura de madera.

--La gran monstruosidad de los mares Norteños. --Expresó. Había escuchado muchas historias de niña sobre aquella cosa, ya que su madre había sido nieta de un importante navegante y, como tal, conocía muchas historias del mar.

--Sí --Asintió--, aquella cosa era el monstruo que azota los mares entre el continente Sur y Central.

--¿Qué sucedió después? --Preguntó Meriel, inmersa en la historia.

El hombre sonrió, se sentía muy contento de que su historia, aquel relato que había guardado dentro de él por tanto tiempo, fuera tan bien recibido por los tres jóvenes.

--Naufragué hasta llegar a la costa de una isla --Respondió--... Mis primeras acciones como sobreviviente fue ocupar mi único pergamino de mensaje, tratando de comunicarme con la sede central de aventureros de mi reino, sin embargo, nunca recibí respuesta --Respiró profundo--... Pasé los primeros cinco días explorando la isla, buscando comida y mapeando la zona. En el vigésimo, comencé a hacerme una barcaza con la ayuda de los troncos de las enormes palmas, en el trigésimo, batallé con la furiosa tormenta, cargando mi transporte en construcción hacia un lugar seguro... terminé destruyéndola por un movimiento de mis pies mal ejecutado --Suspiró--. Estuve en duelo por toda la noche, me sentía solo y, debo admitir que la idea de quitarme la vida pasó por mi mente. Pero no lo hice, es claro --Sonrió por su evidente comentario--. Pero no porque no lo haya querido, sino porque vislumbré acercarse un cuerpo en la lejanía, siendo arrastrado a la costa por las furiosas olas. Corrí a toda velocidad, pues sentía que si no lo hacía, el mar volvería a tragárselo. Fuí expuesto a un relámpago, que cayó justo a mi lado derecho y me envió a volar --Tocó nuevamente su pierna--. Estaba herido, pero con la decisión de querer salvar al desconocido, me levanté y continúe con mi trayecto, llegué a los pocos instantes ante la silueta y, para mí sorpresa --Sonrió--, se trataba de la dama del barco, la misma que me había sujetado por tanto tiempo. Su rostro se notaba apacible, pero su cuerpo y vestimenta estaba más allá de lo destruido --Sus ojos se humedecieron, no queriendo revelar lo que ocultaba su corazón--. Rápidamente la cargué y la llevé de vuelta a mi refugio, escondiéndome de los furiosos truenos... Tardó días en despertar, pero cuando al fin lo hizo, su primera reacción al verme fue sonreír --Gustavo sonrió, sintiendo empatía por aquella dama--. Un día, mucho después de eso, me contó sobre su identidad y su extraño poder, me dijo que ella había sido raptada cuando todavía era una niña por el culto de Carnatk, que dentro de su cuerpo escondía una rara habilidad, que le permitía comunicarse con los Dioses y las leyes naturales, pero que al hacerlo, su cuerpo sufría las consecuencias. Le pregunté sobre aquel fatídico día y, me contó todo --Miró con seriedad a los jóvenes--, pero si les soy sincero, no entendí casi nada de lo que me explicó, era algo sobre un viaje entre Eras y, que por una piedra negra que llevaba un noble, el monstruo despertó --Estaba muy confundido--... Después de ello, me ayudó a contruir otra barcaza y, con el paso de las lunas, logramos terminarla. Yo deseaba volver a Filicia, pero fue cuando ella me dijo algo que cambió por completo mi vida... Ya no estábamos en el continente Central. Al parecer yo había naufragado más de lo que había pensado y, la isla donde fui a parar, era territorio del reino de Tryjen, del continente Sur. --Terminó.

El silencio abrazó el recinto, el relato había sido más que emocionante e increíble, no teniendo las palabras adecuadas para explicar lo que sentían.

--Maravillosa historia, señor Ktegan. --Dijo Gustavo con una sonrisa suave.

--No soy un señor, muchacho, solo llámame Ktegan. --Sonrió el encargado.

--Como usted deseé.

--¿De verdad deseas mi armadura? --Preguntó después de un tiempo con una mirada seria, no aceptando ninguna vacilación por parte del joven. Gustavo asintió, de manera clara y sincera.

--La quiero.

--Te seré honesto, muchacho, nunca tuve planeado venderla --Dijo con una sonrisa complicada. Nadie lo interrumpió, aunque Meriel lo quiso-- y, eso es porque es el único recuerdo que me queda de mi gran amiga y salvadora, la dama del barco --Miró por un momento el techo, como si no existiera y pudiera observar el cielo--. Pero es tuya si en verdad la quieres --Miró al joven después de un suspiro--. Pero antes tendrás que aceptar una petición mía... No pienses mal, no es un suma exagerada de riqueza.

--¿Puede decirme de que se trata su petición? --Preguntó, algo intrigado. Ktegan asintió.

--Deseo que me acompañes en mi última aventura --Su rostro se tornó nostálgico-- a entregar las cenizas de mi querida amiga Aliana, al gran lago de la Paz, en el bosque de las Mil Razas --Por un momento se sintió liberado, había querido hacer aquel viaje en los últimos cinco años, hasta había hecho una petición al gremio de aventureros, sin embargo, nadie había aceptado, pues aquel lugar estaba infestado por bestias mágicas y monstruos desconocidos y, aunque la recompensa era cuantiosa, parecía que no lo era tanto como para sacrificar sus vidas--. Pero antes de aceptar --Dijo al ver la sonrisa del joven--, tengo que advertirte que es un lugar sumamente peligroso, hasta un aventurero de una estrella dorada lo pensaría más de una vez antes de adentrarse a un lugar como ese.

--Deme un momento --Dijo, mientras se daba media vuelta y se reunía con sus compañeras. Ktegan asintió--. De verdad deseo la armadura --Dijo en voz baja--, pero no las culparé si deciden no seguirme, después de todo, como ha dicho el señor Ktegan, el lugar es muy peligroso. --Meriel frunció el ceño, al parecer no había disfrutado aquellas palabras.

--Mi juramento de lealtad indica que debo permanecer a su lado, así vaya a las puertas del abismo, yo estaré para cuidar su espalda. --Dijo, determinada y orgullosa, no admitiendo una refutación a sus palabras, mientras levantaba el rostro y se colocaba firmes.

--Salvó mi vida y me concedió la oportunidad de vengarme, usted indique lo que debo hacer y, yo gustosa saltaré del precipicio. --Dijo con un tono serio, pero sin ningún acto demasiado vistoso. El joven sonrió con calidez.

--Me disculpo por mi egoísmo --Dijo. Asintió y con una mirada decidida se acercó ante el encargado--. Acepto su petición, pero antes debo comprar equipo para mis dos compañeras. Por favor, muéstreme su mejores armaduras. --El hombre asintió, sonriendo con gusto, por alguna extraña razón, sentía que el joven de aspecto y mirada tranquila, era el compañero adecuado.

--Por supuesto, pero antes que nada, no sé si seas un aventurero en esta ciudad, pero aunque no lo seas, te recomiendo que vayas al gremio y, reclames mi misión, cuando termines y hayas regresado, te entregarán las doscientas monedas doradas que ofrecí por el contrato. --Explicó, aún no sabía si el joven podría regresar, en realidad no sabía porque tenía confianza en él, pero al mirar aquellos ojos tranquilos, desechó por completo sus preocupaciones.

Meriel se sintió sorprendida por la increíble cantidad de monedas que estaba ofreciendo por una misión de escolta, algo que, para ella, una mujer descendiente de un clan antiguo y noble de octava categoría, le parecía un desperdicio de riqueza.

--No sé pierde nada. --Dijo Gustavo con una expresión calmada, parecía que la enorme cantidad de monedas no lo había afectado.

--No se preocupen por su equipo, en cuanto hayan regresado, les daré lo mejor que poseo en armaduras y armas mágicas.

Gustavo asintió, parecía iba tomar tiempo encontrar los accesorios adecuados para sus compañeras, por lo que era bueno hacer tiempo yendo al gremio y, de paso, comprar provisiones para su próximo viaje.

--Nos vemos luego.

--¿Claro? --Dijo Ktegan con una mirada indecisa.

La tercia se acercó a la puerta, retirándose del recinto.