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El diario de un Tirano

Si aún después de perderlo todo, la vida te da otra oportunidad de recobrarlo ¿La tomarías? O ¿La dejarías pasar? Nacido en un tiempo olvidado, de padres desconocidos y abandonado a su suerte en un lugar a lo que él llama: El laberinto. Años, talvez siglos de intentos por escapar han dado como resultado a una mente templada por la soledad, un cuerpo desarrollado para el combate, una agilidad inigualable, pero con una personalidad perversa. Luego de lograr escapar de su pesadilla, juró a los cielos vengarse de aquellos que lo encerraron en ese infernal lugar, con la única ayuda que logró hacerse en el laberinto: sus habilidades que desafían el equilibrio universal.

JFL · 軍事
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161 Chs

Pasos hacia el final

  Tomó aproximadamente tres horas en llegar al lugar de su último fallecimiento, encontrando una bolsa de cuero con las cosas que tenía equipadas al morir, la abrió y solo extrajo de ella el cuchillo ceremonial, ya que para él, era lo único de valor.

Continuó con su sendero, caminando sin  descanso, encontrándose con más de un cuarto, intersección y salas vacías y,  algunas repletas de monstruos y criaturas salidas de lo más oscuro del abismo. Pasó días enteros vagando solo para darse cuenta de que el camino escogido no llevaba a ningún lado, por lo que debía de volver y colocar una marca en un punto visible para no adentrarse pensando que era un nuevo camino. Murió, peleó y descansó, su odisea parecía interminable, pero en su mente podría haber cualquier pensamiento negativo, sin embargo, no había cupo para el abandono, no tenía planeado darse por vencido, ni ahora ni nunca, lo único que posiblemente lo había mantenido cuerdo después de mucho tiempo era la pequeñísima esperanza de saber que había una salida, aparte de sus amigos árboles, por supuesto.

  --Cinco caminos más y habré recorrido el castillo en su totalidad --Observó un pequeño trozo de papel, donde había improvisado un pequeño mapa--. Si no hay nada más, no sé qué haré. --Frunció el ceño con fuerza, arrugando el mapa por el pequeño lapso de frustración que estaba teniendo. Sus extremidades temblaron, el sentimiento de impotencia lo estaba consumiendo, no saber que era lo que le esperaba era ahora su peor enemigo, pues nunca había estado tan cerca de esa anhelada "salida".

Se sentó en el suelo, intentando tranquilizarse y, al recuperar un poco su compostura abrió su inventario, buscando una pieza de carne para comer, pero para su sorpresa ya no tenía comida fresca, teniendo como última opción beber de su cantimplora de cuero para satisfacer la poca hambre que tenía.

  --Debo ir al bosque en busca de alimento. --Hizo un recordatorio mental.

Se propuso a tomar una siesta, levantándose después de tres cuartos de hora. Estiró un poco y emprendió de vuelta la marcha, dirigiéndose a uno de los cinco caminos todavía inexplorados.

Su sendero lo llevó a una habitación enorme, similar a un comedor real, donde una mesa larga decoraba el medio de la sala, vestida con un mantel blanco y utensilios de oro. Se sintió confundido, no solo por lo reluciente de las herramientas para degustar la comida, sino también por los platillos en perfecto estado que se encontraban estratégicamente servidos en cada sitio donde una silla descansaba. El olor llegó a su nariz, siendo embrujado inmediatamente por la delicia de esos exóticos platillos. Caminó inconscientemente hacia la mesa, tenía hambre, pero más que eso, tenía curiosidad por probar aquello que en su vida había probado. Su boca acumuló saliva, sus labios humedecieron, mientras sus ojos saboreaban la comida servida. Las velas en los candelabros de oro alumbraban la escena, liberando una atmósfera acorde para la cena. Deslizó la silla hacía atrás, preparándose para sentarse, pero justo en el instante en que se disponía a hacerlo, tuvo la premonición de que algo malo iba a suceder. Retrocedió con rapidez y, por instinto activó su habilidad de detección de trampas. Pasaron dos segundos para que la respuesta llegara en forma de mensaje de voz y letras en su campo de visión, intangibles e ilusorias.

  --¿Droga de adicción?

Respiró con profundidad, ligeramente aliviado, recordaba que hace años había tenido un caso similar con algunas frutas de árboles cercanos a la sala dieciséis, donde se había vuelto adicto a esos frutos endemoniados y, que si no fuera porque murió y perdió la característica de adicto, hubiera permanecido en las faldas de ese árbol para siempre.

  --Querer envenenarme a mí, vaya audacia. --Dijo con frialdad.

Una luz anaranjada-amarillenta se encendió a su costado izquierdo, proveniente de una entrada colocada en la pared anteriormente invisible y, de ahí, como de costumbre, apareció una fea silueta, gorda, grande y de muslos rechonchos. Poseía un rostro monstruoso y circular, de ojos fríos y, dientes largos y afilados. Vestía un largo mantel blanco, sucio por la sangre de sus víctimas y la grasa de su cocina, mientras que en su mano derecha un hacha enorme de carnicero descansaba.

Inmediatamente extrajo de su inventario su preciada espada larga y, con total rapidez se equipó con un par de guanteletes de acero, guardabrazos, hombreras y una cota de mallas. Lo había hecho tan rápido que no notó que el guardabrazos izquierdo no lo había abrochado bien. Activó sus habilidades destinadas para el combate frontal de uno contra uno, sintiendo la vitalidad y el poderío de un ejército en su cuerpo.

La criatura sonrió, mostrando su lengua y susurrando palabras en un dialecto desconocido. El individuo de la espada notó que con cada entonación su mente era tentada a acercarse, entendiendo que la batalla había comenzado. Blandió su arma, estudiando el terreno con sus ojos, no era tonto, aunque sabía que podía regresar en cualquier momento después de morir, el largo trayecto le impedía a ser impulsivo y, con un solo vistazo comprendió el nivel de peligro que la criatura representaba, estando a la altura del jefe de sala más fuerte al que hasta ahora se había enfrentado.

El monstruo humanoide se lanzó hacia él, saltando e impactando en el suelo con sus gordas patas. El suelo vibró, mientras él se alejaba rodando hacía atrás. El hacha se acercó a su rostro, teniendo que evadir con rapidez para evitar ser rebanado en dos. Alzó su espada, bloqueando el siguiente corte, sin embargo, no había esperado que la fuerza bruta de la criatura fuera tan bestial, ya que su cuerpo no había logrado mantenerse de pie, siendo lanzando a golpearse con la mesa larga. Los objetos arriba de ella cayeron, haciendo sonidos molestos y agudos. Se levantó tan pronto como sintió acercarse a su oponente, lanzándose a un lado. Golpeó una silla, casi tropezando por la falta de equilibrio. Retrocedió un par de pasos, intentando crear una estrategia adecuada. Observó sus alrededores, forzando a sus ojos a vislumbrar más de lo posible. Las pequeñas llamas de las velas prendieron fuego al mantel, iluminando mejor la sala, pero también incrementando la temperatura en el lugar.

  --Kezla. --Repitió un par de veces la criatura con enorme enfado, observando con furia ciega al individuo de la espada.

Apretó la empuñadura de su arma, activando una de sus habilidades que se complementaba con suma eficacia a su habilidad pasiva: [Manejo de espada].

[Pasos fugaces]

Con una rapidez impensable se acercó a su oponente, blandiendo su arma y lanzando un corte horizontal, que por desgracia fue bloqueado. Su cara recibió un fuerte puñetazo, pero antes de ser arrastrado por el suelo por la furiosa inercia, alguien sujetó su pie y, con un poderoso lanzamiento fue enviado a impactar su cuerpo contra el suelo, soltando su arma al no poder seguir sujetándola. La criatura lo levantó, agarrando su cuello y apretándolo, mientras lo acercaba a su boca que salivaba. Sacó su larga lengua, lamiéndolo.

  --¡Cosa maldita! --Gritó con sumo enojo.

[Vida arcana]

             +

[Don de Dios]

              +

[Fuerza explosiva]

Combinó sus tres habilidades en una sola, su cuerpo recibió una mejora abismal, pero con la mejora un sentimiento de fractura óseo se presentó, sintiendo el dolor más descomunal que en su vida había sentido. Se forzó a no gritar, mientras varias líneas rojas aparecían en su piel, como grietas en la superficie lisa de alguna construcción. Sus ojos se tornaron rojos brillantes y su cabello comenzó a bailar hacia arriba. Gritó, activando su habilidad de intimidación. La criatura no sabía que era lo que estaba pasando, ni porque ahora sentía un verdadero peligro provenir del cuerpo delgado del individuo que sostenía en su mano, por lo que, sin pensarlo dos veces lo soltó, queriendo tomar una posición defensiva, pero antes de siquiera moverse un paso hacia atrás, sintió su pecho siendo atravesado por algo delgado y pequeño y, al bajar la mirada se percató que en realidad era el brazo de su enemigo. Se sintió mareada, dejando salir de su boca un espeso líquido negro, jadeó, queriendo respirar, pero con cada latido de su corazón no humano, la vida se extinguía de su cuerpo, al siguiente segundo cayó al suelo de rodillas, para luego golpear la superficie con todo su cuerpo, yaciendo muerto, con los ojos abiertos por la sorpresa e incredulidad.

Observó el cuerpo inerte de la enorme criatura, pero no tuvo ninguna emoción al verlo, ni positiva ni negativa, era como si estuviera muerto en vida y, así lo estaba, pues su fuerza vital estaba a nada de agotarse. Sus piernas no soportaron su peso, cayendo de rodillas al igual que su enemigo y, en el preciso momento que se disponía a cerrar los ojos, la notificación de lo inexplicable susurró en su oído.

*Se ha creado una zona segura*

  --Mierda... no...

Cayó de frente, muerto y arrepentido.