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El diario de un Tirano

Si aún después de perderlo todo, la vida te da otra oportunidad de recobrarlo ¿La tomarías? O ¿La dejarías pasar? Nacido en un tiempo olvidado, de padres desconocidos y abandonado a su suerte en un lugar a lo que él llama: El laberinto. Años, talvez siglos de intentos por escapar han dado como resultado a una mente templada por la soledad, un cuerpo desarrollado para el combate, una agilidad inigualable, pero con una personalidad perversa. Luego de lograr escapar de su pesadilla, juró a los cielos vengarse de aquellos que lo encerraron en ese infernal lugar, con la única ayuda que logró hacerse en el laberinto: sus habilidades que desafían el equilibrio universal.

JFL · 軍事
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161 Chs

Abominación

Era una criatura colosal, tan imponente que bastarían tres caballos de guerra alineados para igualar su tamaño. Su piel, revestida en escamas relucientes, resplandecía con un tono cambiante que oscilaba entre el azul más profundo y el azul más claro. Su cola, tan vasta como su propio cuerpo, se enroscaba a su alrededor con una elegancia peligrosa, mientras una mandíbula reptiliana se desplegaba, adornada con dientes afilados como cuchillas. Sus ojos, dos abismos lumínicos de un azul etéreo, albergaban en su interior la furia y el poder de una tormenta latente. Una tormenta literal que, su cuerpo expulsaba cada que la presa que le proveían los rondadores era consumida.

Orion detuvo sus pasos, inspiró profundo, tratando de mimetizar su presencia con las rocas a su alrededor, un instinto casi primigenio de su ser acostumbrado a la muerte.

—Transfórmense —dijo con una mirada seria—. Anda, guarda tu distancia, y ataca. —En su mirada habitaba una clara advertencia que el joven delgado supo comprender de inmediato.

—Gracias, Trela D'icaya —dijeron los islos al unísono.

—Sí, señor Barlok —dijo el líder de Los Búhos.

A tan solo un centímetro de su palma, un imponente mandoble de hoja roja surgió de la nada. En un gesto instintivo y fluido, lo empuñó al momento de materializarse, su mano se adaptó con cierta naturalidad a la empuñadura. La hoja resplandecía con un destello carmesí profundo, parecía latir con energía propia, con un poder aún desconocido para propios y extraños.

Mujina y los islos comenzaron su transformación, una metamorfosis increíblemente dolorosa, pero también estimulante.

En el preciso instante en que la sangre ancestral de los islos comenzó a hervir con la fuerza de su herencia genética, la criatura serpentina se volvió consciente de la presencia hostil. Con un evidente desprecio por la osadía de cruzar su territorio, ordenó a los rondadores de eliminar a los invasores.

[Grito de guerra]

[Espadas danzantes]

El grito resonó, deteniéndolos en seco, mientras la cúpula, inundada de un torbellino de armas afiladas y de apariencia ilusoria, segaba las vidas de innumerables criaturas.

*Tu habilidad: Espadas danzantes ha subido de nivel*

*Tu habilidad: Grito de guerra ha subido de nivel*

Alir dejó escapar un aullido que resonó como un trueno, mientras su pelaje blanco resplandecía como nieve bajo la tenue luz de las dos piedras incrustadas en ambas paredes. La armadura que le envolvía creció y se amoldó con precisión a su cuerpo bestial. Era una amalgama entre lobo y humano, la fuerza bruta que se combinaba con el raciocinio. Cada movimiento suyo era una sinfonía de poder y gracia, de poder contenido y astucia predatoria.

Mujina rugió con poderío y autoridad. Su pelaje, oscuro como el vacío entre las estrellas, parecía absorber la poca luz que osaba acercarse; una sombra viviente en sí misma. Sus ojos, dos glaciares que se asemejaban al frío del inyar, centelleaban con el salvajismo de su especie. Aquella criatura, una hibridación entre pantera y ser humano, encarnaba una simbiosis perfecta de ambos mundos: la sigilosa gracia de un depredador, la astucia de un cazador al acecho, la calma inquietante de un ser superior, y la brutalidad implacable de la naturaleza en su forma más pura.

Jonsa imitó el rugido majestuoso de su Sicrela, aunque con una potencia y profundidad que palidecían en comparación con el de ella. La criatura lucía un pelaje platinado que brillaba como la plata bajo la cálida luz del sol, mientras sus patas delgadas y poderosas evocaban la robustez y solidez de un roble centenario. Sus ojos, de un color profundo, eran oscuros espejos que podían reflejar la capacidad más oscura de su raza. Era una cruza entre puma y humano, combinando la veloz agilidad del felino con la brutalidad instintiva que cada islo poseía al nacer.

Jonsa se impuso a sí mismo como el escudo de las dos hembras de su estirpe, aunque no con la intención de protegerles. Sus movimientos eran ráfagas de destreza letal, dictando la caída de cada osado rondador que se acercaba. Mujina, como una fiera desencadenada, canalizaba una fuerza brutal, destrozando los cuerpos que antiguamente se habían creído de gran resistencia. Sus puñetazos eran mazas de hierro, martillos que convertían en pulpa cualquier cosa que se les atravesase. Alir, con una astuta fiereza, desmantelaba a los rezagados de sus extremidades, atacando con sus fauces, y manchando la superficie de sangre.

Orion, por el contrario, navegó entre los cadáveres mutilados con una mirada enfocada en la serpentina criatura, que como ama y señora del lugar, se estacionaba en el centro de la cueva. Su espada había oscilado un par de veces, el filo perverso de su hoja fue suficiente para conceder la muerte a las osadas criaturas que se habían interpuesto en su sendero.

La criatura percibió el desafío en los ojos del humano. Su inteligencia se podría considerar alta para una bestia, pero esa misma le otorgó una arrogancia solo comparable a la de arrogantes príncipes, y familias de alta alcurnia. Siendo ese estado de altivez el causante de su primera y segunda herida. Provocadas por un par de lanzas de luz que se sumergieron en su piel, pero ella solo fue consciente del ataque cuando las fulgurantes impactaron, debiendo hacer uso de su energía para suprimir el daño.

Abrió sus fauces con el presagio de la destrucción total. Un destello de luz blanca azulada surcó el aire a la velocidad del rayo, precipitándose hacia el joven que apenas logró esquivarlo. No obstante, su cuerpo no salió ileso; su brazo izquierdo quedó gravemente herido. El dolor lo obligó a detenerse por un instante, respirando con profundidad para contener el ardor.

[Corte solar]

La hoja roja se cubrió con el manto del fuego, que se lanzó veloz en una larga línea curva hacia la serpenteante criatura. Esta esquivó con cierta facilidad el furioso embate que prosiguió su camino hasta impactar contra la dura superficie rocosa. Las piedras de azul profundo resplandecieron en el momento de su impacto, creando una defensa invisible.

Era rápida, más allá de lo que el ojo humano podría percibir, pero Orion lo hizo, y debió hacer uso de toda su astucia para no caer preso de sus fauces.

[Grito de guerra]

Le influenció sobremanera, y en su confusión trazó una larga y profunda línea en la superficie de su piel, de la cual brotó un líquido espeso de color oscuro.

Su aliento eléctrico rozó su cuerpo, pero en su evasión su mala postura le hizo merecedor del latigazo causado por la cola de la criatura. Lo arrojó al suelo, y en un instante ya estaba frente a él, con el deseo claro de engullirlo.

[El empalador]

[Lanza de luz]

Los ataques sucesivos le brindaron la oportunidad de levantarse y recobrar la compostura, mientras su oponente le miraba con una frialdad y malicia anormal. El dolor de su brazo le concedió la claridad para la batalla, y su mente astuta la estrategia para terminar con todo lo más rápido posible.

[Grito de guerra]

[Dominante]

La combinación de ambas habilidades causó un descontrol en la criatura, sus movimientos se volvieron erráticos y más furiosos, permitiéndole tomar el ritmo del combate. Sus golpes y cortes iban cargados con toda su fuerza e intención asesina, le reconocía como una gran amenaza para la comodidad que le había entregado la vahir, en la que había estado trabajando arduamente, por lo que permitir que tal criatura mantuviera su existencia, era como arrodillarse al destino y esperar su muerte.

[Aliento ígneo]

Chamuscó gran parte de su cuerpo escamado, relentizando sus movimientos de escape. Perforó su cola con la punta de su espada, que se clavó en la dura tierra, impidiéndole moverse.

[Lanza de luz]

Una decena de hermosas y fulgurantes lanzas impactaron en el cuerpo escamoso de la criatura serpentina, haciéndole gemir y soltar un chirriante sonido, y aunque de cada herida brotaba ese líquido vital que necesitaba para subsistir, sus movimientos enloquecidos demostraban lo viva que todavía se encontraba.

No podía deshacerse del agarre de la espada, era como un sello muy poderoso de la que era cautiva, desestabilizando su habilidad eléctrica que cada segundo salía expulsada a ninguna parte. Chirrió tan fuerte que los islos y Los Búhos llevaron sus manos a sus respectivas orejas.

Los rondadores, como una marea cambiante se dirigieron a toda prisa a proteger el cuerpo de la criatura serpentina, mientras otras se abalanzaban hacía Orion en un ataque frenético.

[Dominante]

[Grito de guerra]

[Aliento ígneo]

*Tu habilidad: Aliento ígneo ha subido de nivel*

[Espadas danzantes]

Las bestias fueron calcinadas, o mutiladas ante sus ojos. Los islos habían llegado en el preciso instante para cubrir su retaguardia, asesinando con bestialidad a los rondadores que con osadía se habían acercado.

Respiró profundo, sus piernas tuvieron el impulso de querer tocar la dura tierra, estaba exhausto físicamente, su energía se encontraba al cuarenta porciento de su capacidad total, no obstante, la criatura serpentina continuaba con vida, y por las incesantes embestidas a su espada por parte de los rondadores, parecía que pronto podría liberarse. Extrajo un nuevo mandoble de su inventario, concentrándose para potenciar la única habilidad que pensaba podría poner fin de una vez por todas a esta maldita e innecesaria batalla que por curiosidad había desatado.

[Corte solar]

La enorme cuchilla que consumió casi el diez por ciento de su energía total viajó a máxima velocidad al cuerpo de la criatura serpentina, haciéndose con la vida de innumerables rondadores. El tiempo pareció detenerse justo en el momento que la brutal e imbloqueable haz de luz impactó en las poderosas escamas que recubrían el largo cuerpo de la criatura serpentina, fue una explosión de chispas y acto de luces nunca antes vistas, pero fue un segundo después, que, se sintió eterno, que todo retornó a normalidad, con la única diferencia que, su adversario ya no tenía su cabeza pegada al cuerpo.

*Has subido de nivel*

[Grito de guerra]

Su grito fue bestial, cargado de furia e imponencia, tanto así que sus propios subordinados debieron bajar su cabeza por respeto y miedo.

Las criaturas sobrevivientes se postraron en el suelo, sometiéndose al soberano de Tanyer.

*Cincuenta y dos bestias de la raza: rondador desea subyugarse a ti*

*Aceptas: SI/NO*

*Has completado la tarea oculta: Terrible abominación*

*Has ganado trescientos puntos de prestigio*

*Has desbloqueado dos habilidades*

—Je, je, je, ja, ja, ja.