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El despertar de Sylvia

En un mundo donde la realidad y la fantasía colisionan, Carlos, un jugador de videojuegos, se encuentra atrapado en el cuerpo de su avatar elfico, Sylvia. Despertando en un reino desconocido, debe navegar por una vida que es tanto familiar como extraña, enfrentando desafíos que ponen a prueba su identidad y su supervivencia. Capturada y acusada de espionaje, Sylvia es llevada ante los templarios y sacerdotes del monasterio, quienes ven en ella tanto una amenaza como una posible clave para un antiguo misterio. A través de juicios y tribulaciones, Sylvia se ve obligada a adaptarse a su nuevo entorno, aprendiendo las enseñanzas de Olpao y descubriendo paralelismos sorprendentes con su vida pasada. Mientras se sumerge en las profundidades de la fe y la política del monasterio, Sylvia descubre una profecía sobre los "Viajeros de Mundos", seres con el poder de alterar el destino de su mundo. Con esta nueva comprensión, se encuentra en el centro de una lucha por el poder, donde las alianzas son tan volátiles como las verdades que busca. Enredada en una red de manipulación y engaño, Sylvia debe discernir amigos de enemigos, especialmente cuando Günter, un templario con oscuros motivos, la arrastra hacia una trama de intrigas. Con cada capítulo, la tensión se intensifica, y Sylvia se encuentra en una carrera contra el tiempo y las sombras que buscan usarla como peón en un juego peligroso. "El Despertar de Sylvia" es una historia de transformación, descubrimiento y la lucha por la autenticidad en un mundo donde las apariencias pueden ser tan engañosas como la magia que lo impregna.

Shandor_Moon · ファンタジー
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48 Chs

34. Más allá del puente

Los primeros rayos del sol comenzaron a asomarse sobre el horizonte, bañando el campamento con una suave luz dorada. La bruma matutina se levantaba lentamente del suelo, creando un ambiente tranquilo y fresco. El canto de los pájaros y el murmullo del río cercano proporcionaban una banda sonora serena para el inicio del nuevo día. 

 

Ambariel, siempre alerta, fue una de las primeras en despertar. Su silueta esbelta se movía con gracia mientras realizaba sus preparativos matutinos. Con movimientos fluidos y precisos, revisó sus armas y equipo, asegurándose de que todo estuviera en perfecto estado. Su cabello rubio, atado en una coleta alta, brillaba bajo la luz del sol naciente, y sus ojos azules escrutaban el horizonte con atención, buscando cualquier señal de peligro o movimiento inusual. 

 

Mientras Ambariel terminaba sus preparativos, los demás miembros de la caravana comenzaron a desperezarse. Las tiendas se abrieron lentamente, dejando salir a figuras somnolientas que se estiraban y frotaban los ojos adormilados. Los sonidos de movimientos y susurros se mezclaron con el crepitar de los últimos restos del fuego nocturno. 

 

Elías, acostumbrado a preparar el desayuno para el monasterio durante varias décadas, se levantó temprano, saludando a Ambariel. 

 

—Buenos días. ¿Podrías traer un poco más de leña? Mientras avivo el fuego —le sonrió Elías a Ambariel. 

 

Ambariel asintió con una sonrisa y se dirigió hacia el borde del campamento para recoger leña. Mientras lo hacía, su mirada se posó en Thôr Aer, quien también estaba despertando y saliendo de su tienda. Esta visión hizo que Ambariel recordara su llegada a este continente y la serie de eventos que la llevaron a donde estaba ahora. 

 

El barco se balanceaba violentamente bajo el azote de la tormenta. Los relámpagos iluminaban el cielo nocturno con destellos cegadores, y el rugido del mar era ensordecedor. Ambariel, encadenada junto a otras elfas en la bodega del barco, sentía el pánico crecer en su interior. Los gritos de los piratas y los chillidos de las elfas llenaban el aire, creando una cacofonía de miedo y desesperación. 

 

—¡Nos hundimos! —gritó uno de los piratas, su voz ahogada por el estruendo de la tormenta. 

 

Las olas golpeaban el casco con una fuerza implacable, y el agua comenzó a filtrarse en la bodega. Ambariel miró a su alrededor, viendo el terror en los rostros de sus compañeras. Entre ellas, una joven elfa llamada Lira, que había sido su amiga desde la infancia, estaba pálida y temblorosa. 

 

—¡Lira, mantente fuerte! —le gritó Ambariel, tratando de infundirle valor, aunque ella misma sentía el miedo apoderarse de su corazón. 

 

De repente, una ola gigantesca golpeó el barco, rompiendo la estructura y enviando a todos a la deriva. Las cadenas que sujetaban a las elfas se rompieron, y Ambariel sintió el agua fría envolviéndola mientras era arrastrada hacia el mar. Luchó por mantenerse a flote, pero las corrientes eran demasiado fuertes. Vio cómo Lira era arrastrada por la corriente, sus ojos llenos de miedo, antes de desaparecer bajo las olas. 

 

—¡No! —gritó Ambariel, sintiendo una punzada de dolor y pérdida. 

 

Con todas sus fuerzas, nadó hacia la costa, luchando contra las olas y el viento. Cada brazada era una batalla, y su energía se agotaba rápidamente. Finalmente, extenuada, perdió el conocimiento. 

 

Cuando despertó, el sol estaba saliendo. Se encontró en una playa, rodeada de restos del naufragio y cuerpos inertes. Thôr Aer, con una expresión feroz, estaba rematando a los piratas medio ahogados que llegaban a la orilla. Sus ojos ardían con una mezcla de ira y dolor mientras decapitaba a los hombres con un odio visceral. 

 

Ambariel se levantó tambaleante, su cuerpo adolorido por la lucha contra el mar. Se unió a Thôr Aer, recogiendo una espada de uno de los piratas muertos. No había compasión en sus acciones; solo la necesidad de sobrevivir y vengar a las que habían perdido. 

 

Pasaron varios días sobreviviendo en la playa, utilizando las provisiones y armas que habían llegado con los restos del barco. La tensión era palpable, y cada día era una lucha por mantenerse con vida. Casi todas se habían armado con una espada, un hacha o al menos un cuchillo recuperado de los cuerpos sin vida de los piratas. Sin embargo, con el paso del tiempo, las provisiones comenzaron a escasear. Las elfas se volvieron cada vez más débiles, su resistencia física se veía afectada por la falta de alimentos y la constante vigilancia para evitar nuevos peligros. 

 

Los días transcurrían lentos y llenos de incertidumbre. La esperanza de ser rescatadas se desvanecía con cada amanecer, y la realidad de su situación se hacía más desesperante. Ambariel y las demás sabían que no podían resistir mucho más sin ayuda. La desconfianza hacia los humanos seguía presente, pero la necesidad de sobrevivir empezaba a superar los antiguos resentimientos. 

 

Una mañana, mientras recogían más restos del naufragio con una creciente sensación de desesperanza, vieron a Tirnel Estel acercarse acompañada por un grupo de mujeres humanas armadas. La alarma se encendió instantáneamente en el grupo. Thôr Aer, con los ojos llenos de furia y desconfianza, se lanzó hacia Tirnel Estel con un hacha en alto, lista para descargarla sobre ella. 

 

—¡Traidora! —gritó Thôr Aer, su voz llena de rabia. 

 

Pero su ataque fue detenido por un escudo invisible, y cayó al suelo. Las demás elfas se prepararon para luchar, pero una de las humanas, de aspecto sereno y decidido, se adelantó. Se arrodilló junto a Thôr Aer, extendiendo una mano en gesto de paz. 

 

—No queremos haceros daño —dijo la mujer humana con voz suave pero firme—. Somos las Hermanas del Fuego Purificador. Hemos venido a ofreceros un hogar seguro, lejos de los traficantes de esclavos. Os enseñaremos a luchar y, si queréis, cuando estéis listas, podréis quedaros con nosotras o regresar a vuestro hogar. 

 

Thôr Aer, aún llena de desconfianza, miró a la mujer con ojos duros. —¿Por qué deberíamos confiar en vosotras? Los humanos solo nos han traído dolor. 

 

La mujer humana metió la mano en su bolso y sacó una manzana, tendiéndosela a Thôr Aer. —Porque sabemos lo que es el dolor y la pérdida. Queremos ayudaros a encontrar un nuevo propósito y una nueva familia. Esta manzana es un símbolo de nuestra promesa de no haceros daño. 

 

Thôr Aer tomó la manzana con cautela, su expresión se suavizó ligeramente. Miró a las otras elfas, quienes también estaban llenas de incertidumbre pero empezaban a ver un atisbo de esperanza en las palabras de la humana. 

 

Desde entonces, Ambariel, Thôr Aer, Tirnel Estel y las otras elfas encontraron un hogar entre las Hermanas del Fuego Purificador. Aquel gesto simple pero lleno de significado marcó el inicio de una nueva vida para ellas, una vida de lucha y redención. 

 

Ambariel regresó al campamento con la leña, sumida en sus pensamientos. Al ver a Thôr Aer, Tirnel Estel y el resto del grupo, sintió una mezcla de nostalgia y gratitud. Aunque las circunstancias eran difíciles, sabía que estaban juntas y que juntas eran más fuertes. 

 

Elías recibió la leña con una sonrisa agradecida y pronto el fuego volvió a crepitar con fuerza, llenando el aire con el aroma familiar del desayuno. Mientras el grupo se reunía alrededor del fuego, disfrutando del calor y la comida, la sensación de camaradería y unidad se hacía más fuerte. 

 

Con el desayuno terminado y el campamento desmantelado, la caravana se puso en marcha. Ambariel, Thôr Aer y Tirnel Estel se movían con la gracia y la destreza de las guerreras bien entrenadas, manteniéndose alerta mientras avanzaban. Sylvia, aún inmersa en la lectura del libro de Morwen, viajaba en el carro bajo la atenta mirada de Morwen, quien conducía con seguridad y firmeza. 

 

El sol ascendía en el cielo, calentando el aire y creando un brillo dorado sobre el paisaje. La caravana avanzaba a buen ritmo, el ruido de los cascos de los caballos y el crujir de las ruedas de los carros llenando el aire. Los miembros de la caravana charlaban entre ellos, compartiendo historias y anécdotas para pasar el tiempo y fortalecer los lazos entre ellos. 

 

A medida que el día avanzaba, el terreno comenzó a cambiar, volviéndose más boscoso y accidentado. Cerca del mediodía, llegaron a un amplio río que cruzaba su camino. Un robusto puente de piedra se extendía de un lado al otro, custodiado por una pequeña guarnición de soldados que parecían estar allí para cobrar un tributo por cruzar. 

 

Morwen levantó una mano, deteniendo la caravana. —Esperad aquí —dijo, antes de avanzar hacia los soldados que custodiaban el puente. 

 

El líder de los soldados, un hombre corpulento con una armadura desgastada y una expresión severa, dio un paso adelante. —Para cruzar este puente, debéis pagar un tributo —anunció, su voz áspera y autoritaria. 

 

Morwen mantuvo su compostura, sus ojos fijos en el líder. —Somos un grupo de peregrinos. No tenemos mucho que ofrecer en tributos. ¿Podríamos negociar una tarifa más baja o incluso un cruce libre? 

 

El líder de los soldados frunció el ceño. —Las órdenes son claras. Todos deben pagar para cruzar. Si no podéis pagar, tendréis que buscar otro lugar para cruzar el río. 

 

Morwen se mantuvo firme, pero dentro de sí sabía que no podían permitirse una desviación de varios días. —Entiendo vuestras órdenes, pero insisto, somos peregrinos y no tenemos apenas posesiones. Cualquier demora podría poner en riesgo llegar a tiempo al ritual de purificación. ¿No hay alguna manera de llegar a un acuerdo? 

 

El soldado se mostró inflexible. —No hay excepciones. Pagad el tributo o daos la vuelta. 

 

Morwen se volvió hacia el grupo, su expresión reflejando la frustración y la preocupación. Antes de que pudiera decir algo más, Lyanna, quien había estado observando la situación desde una distancia prudencial, se acercó a Morwen y habló en voz baja. 

 

—Gran Maestre, si no podemos cruzar por aquí, puedo intentar crear un puente mágico paralelo. Pero necesitaré tiempo y la ayuda de Harry —sugirió Lyanna, sus ojos reflejando determinación. 

 

Morwen consideró la propuesta, consciente de que esta podría ser su única opción. —Muy bien, Lyanna. Hazlo. 

 

Lyanna se volvió hacia Harry, quien ya estaba bajando de su caballo. —Harry, necesitaré tu ayuda. Será un trabajo arduo, pero juntos podemos hacerlo. 

 

Harry asintió, su rostro serio pero decidido. —Cuentas conmigo, Lyanna. 

 

Los dos se dirigieron a un lugar un poco alejado del puente, donde el río era lo suficientemente estrecho como para que el hechizo pudiera abarcarlo. Lyanna cerró los ojos y comenzó a concentrarse, sus manos levantándose mientras murmuraba palabras en una lengua arcana. Harry se colocó a su lado, cerrando los ojos y uniéndose a la invocación mágica. 

 

A medida que el conjuro tomaba forma, un resplandor azul comenzó a emerger del suelo, formando lentamente los cimientos de un puente etéreo. El poder mágico crepitaba en el aire, y el esfuerzo de Lyanna y Harry era evidente en sus rostros. 

 

La guarnición observaba con interés, pero no interfirió. Morwen, consciente del esfuerzo monumental que Lyanna estaba llevando a cabo, organizó al resto del grupo para que mantuvieran una vigilancia atenta y proporcionaran cualquier apoyo necesario. 

 

El proceso fue lento y agotador. Lyanna, con el sudor corriendo por su frente, mantuvo su enfoque total en el hechizo, mientras Harry, pálido pero decidido, continuaba canalizando su energía para apoyar el esfuerzo. Las horas pasaron, y el sol comenzó a descender, sumergiendo el paisaje en una luz dorada mientras el puente mágico tomaba forma. 

 

Finalmente, al caer la noche, el puente etéreo estaba completo. Lyanna y Harry, exhaustos pero triunfantes, se permitieron un momento para recuperar el aliento. Morwen se acercó a ellos, sus ojos llenos de gratitud y admiración. 

 

—Habéis hecho un trabajo increíble. Gracias a ambos —dijo, ayudando a Lyanna a ponerse de pie mientras Harry se apoyaba en su bastón. 

 

La caravana, con cuidado y admiración, comenzó a cruzar el nuevo puente mágico. A medida que avanzaban, la luz del hechizo iluminaba el camino, creando un contraste hermoso con la oscuridad creciente de la noche. Cada miembro del grupo sentía una profunda gratitud hacia Lyanna y Harry, cuyo esfuerzo había salvado el día. 

 

Una vez cruzado el río, la caravana se estableció en un claro cercano para pasar la noche. Morwen ordenó a todos que descansaran, conscientes del esfuerzo que les esperaba al día siguiente. El campamento se llenó de un aire de tranquilidad y logro, mientras las hogueras crepitaban y las conversaciones se volvían suaves y reconfortantes. 

 

Lyanna y Harry, aunque exhaustos, se sentían satisfechos por haber superado el desafío. Ambariel, observando el campamento desde su posición de guardia, sentía una renovada confianza en su grupo. Sabía que mientras se mantuvieran unidos, podían superar cualquier obstáculo que se les presentara en su camino. 

 

Con el puente cruzado y la noche acercándose, la caravana se dispuso a establecer el campamento. Las tiendas fueron levantadas con rapidez y eficiencia, y las hogueras se encendieron para proporcionar calor y luz en la oscuridad creciente. Morwen se encargó de supervisar la preparación del campamento, asegurándose de que todo estuviera en orden y de que cada miembro del grupo tuviera su tarea asignada. 

 

Ambariel, Tirnel Estel y Thôr Aer patrullaban los alrededores, manteniendo una vigilancia constante para asegurar que no hubiera peligros inmediatos. Elías y Clara trabajaban juntos en la preparación de la cena, mientras Hugo y Erich organizaban los suministros y el equipo. 

 

Sylvia, aún afectada por los eventos recientes en Aurelia Vicus, sentía la necesidad de un momento de soledad. Con el permiso de Morwen, se adentró en el bosque cercano, buscando un lugar tranquilo donde pudiera reflexionar y encontrar algo de paz. Caminó entre los árboles, dejando que el susurro del viento y el canto de los pájaros la envolvieran. 

 

Mientras Sylvia se alejaba del campamento, Günter la observaba con preocupación. Sin decir nada a los demás, decidió seguirla a una distancia prudente, asegurándose de que estuviera a salvo. Su preocupación por ella había crecido considerablemente, y no podía soportar la idea de que algo malo le sucediera. 

 

Sylvia se detuvo en un pequeño claro, rodeado de altos árboles que bloqueaban la vista del cielo nocturno. Se sentó en un tronco caído, cerrando los ojos y dejando que sus pensamientos fluyeran. Recordaba con dolor el sacrificio en Aurelia Vicus, la sangre derramada y el encuentro con Nerthys. Sentía una opresión en el pecho, una mezcla de culpa y confusión que no podía sacudir. 

 

Günter, viendo que Sylvia estaba sola, se acercó sigilosamente. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, la rodeó con sus brazos desde atrás, abrazándola con fuerza. Sylvia se sobresaltó al principio, pero al reconocer el toque de Günter, se relajó ligeramente. 

 

—Günter... —susurró, su voz temblando ligeramente. 

 

Günter no respondió de inmediato. En cambio, la giró suavemente hacia él, mirándola a los ojos con una intensidad que hizo que el corazón de Sylvia latiera con fuerza. Sin decir una palabra, la besó apasionadamente, vertiendo todo su amor y preocupación en ese beso. Sylvia respondió con igual fervor, sus manos encontrando su camino alrededor de su cuello mientras se perdían en el momento. 

 

El mundo exterior parecía desvanecerse mientras se besaban. Sylvia sentía que todas sus dudas y miedos se disipaban, reemplazados por la calidez y la seguridad del abrazo de Günter. El beso era una promesa silenciosa de apoyo y amor incondicional, un recordatorio de que no estaba sola. 

 

Finalmente, se separaron, ambos respirando con dificultad. Günter acarició suavemente el rostro de Sylvia, sus ojos llenos de ternura y determinación. 

 

—Sylvia, ¿te gustaría pasar la noche conmigo? —preguntó Günter, su voz suave pero llena de deseo. 

 

Sylvia suspiró, consciente del verdadero motivo de Günter. Aunque sentía una fuerte atracción por él, sabía que necesitaba centrarse en las implicaciones de su pacto con Nerthys y en lo que podría suponer el viaje para todos ellos. 

 

—Günter, me encantaría, pero no puedo. No ahora —dijo Sylvia, luchando internamente entre sus deseos y sus responsabilidades—. Hay muchas cosas en juego, y necesito mantenerme enfocada. 

 

Günter asintió lentamente, comprendiendo su dilema. —Lo entiendo, Sylvia. No quiero presionarte. Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti, siempre. 

 

Sylvia le sonrió con gratitud, apreciando su comprensión. —Gracias, Günter. Significa mucho para mí. 

 

Desde una distancia prudente, Ambariel había estado observando la escena. Ver la relación entre Günter y Sylvia la hizo reflexionar sobre su propio pasado y el trato que había recibido cuando fue capturada por los traficantes de esclavos. Recordó la brutalidad y la falta de humanidad de aquellos días oscuros, comparándolos con la ternura y el respeto que veía en Günter. 

 

Mientras Sylvia y Günter comenzaban a regresar al campamento, Ambariel se quedó un momento más en la sombra del bosque, permitiéndose un breve momento de introspección. Agradecía el hogar que había encontrado entre las Hermanas del Fuego Purificador y se prometió a sí misma proteger a sus compañeros con todas sus fuerzas. 

 

Sylvia y Günter llegaron de vuelta al campamento, donde la calidez de las hogueras y el murmullo de las conversaciones les dieron la bienvenida. Aunque había rechazado la oferta de Günter, Sylvia se sentía fortalecida por su apoyo y comprensión. 

 

La noche continuó, llena de camaradería y tranquilidad, mientras la caravana se preparaba para enfrentar un nuevo día. Sylvia, aunque todavía llevaba consigo las cicatrices del pasado, sabía que con el apoyo de Günter y sus compañeros, podría encontrar la fuerza para seguir adelante. La caravana, a pesar de las adversidades, seguía avanzando con una renovada sensación de unidad y esperanza.