webnovel

El despertar de Sylvia

En un mundo donde la realidad y la fantasía colisionan, Carlos, un jugador de videojuegos, se encuentra atrapado en el cuerpo de su avatar elfico, Sylvia. Despertando en un reino desconocido, debe navegar por una vida que es tanto familiar como extraña, enfrentando desafíos que ponen a prueba su identidad y su supervivencia. Capturada y acusada de espionaje, Sylvia es llevada ante los templarios y sacerdotes del monasterio, quienes ven en ella tanto una amenaza como una posible clave para un antiguo misterio. A través de juicios y tribulaciones, Sylvia se ve obligada a adaptarse a su nuevo entorno, aprendiendo las enseñanzas de Olpao y descubriendo paralelismos sorprendentes con su vida pasada. Mientras se sumerge en las profundidades de la fe y la política del monasterio, Sylvia descubre una profecía sobre los "Viajeros de Mundos", seres con el poder de alterar el destino de su mundo. Con esta nueva comprensión, se encuentra en el centro de una lucha por el poder, donde las alianzas son tan volátiles como las verdades que busca. Enredada en una red de manipulación y engaño, Sylvia debe discernir amigos de enemigos, especialmente cuando Günter, un templario con oscuros motivos, la arrastra hacia una trama de intrigas. Con cada capítulo, la tensión se intensifica, y Sylvia se encuentra en una carrera contra el tiempo y las sombras que buscan usarla como peón en un juego peligroso. "El Despertar de Sylvia" es una historia de transformación, descubrimiento y la lucha por la autenticidad en un mundo donde las apariencias pueden ser tan engañosas como la magia que lo impregna.

Shandor_Moon · ファンタジー
レビュー数が足りません
48 Chs

12. Desayuno tenso y revelaciones

El comedor estaba lleno de murmullos y miradas curiosas. Los acólitos y sacerdotes, agrupados en pequeñas mesas, hablaban en voz baja sobre la llegada inminente del contingente de Morwen. Las conversaciones eran un zumbido constante, mezclándose con el sonido de los cubiertos y los platos. Había una atmósfera de expectación y nerviosismo palpable en el aire. La noticia, sin ser todavía oficial, había corrido de boca en boca entre los habitantes del monasterio y ya no había un alma en el comedor sin tener conocimiento de ella.

Los dos viajeros del mundo entraron al comedor junto a Hugo, quien se había quedado esperando en la puerta de la sala, preocupado por el destino de Sylvia, sintiendo las miradas de solo unos pocos sobre ellos. La nueva noticia había eclipsado el incidente de la noche anterior. Sylvia intentó mantener la cabeza alta, pero no pudo evitar sentir un escalofrío cuando sintió la mano de Günter en su cintura.

—Hola preciosa, parece que no vas a ser a partir de ahora la única hembra, quizás te cambie por alguna de las nuevas —sonrió malévolamente Günter.

Sylvia pensó: ¿Cómo esas palabras, en lugar de aliviarla, la hacían desear aún más la atención de Günter? ¿Cómo podía desear a ese cabrón en lugar de a Roberto? En realidad, Roberto tampoco se había portado nada bien la noche anterior, pero al lado de Günter era casi como comparar el cielo con el infierno.

—Günter, deja a Sylvia. Ella no te aprecia —trató de marcar su territorio Roberto, mientras también la agarraba por la cintura.

—Calmaos los dos —comenzó a decir la elfa cuando sintió cómo cada uno forcejeaba para acercarla más a él—. Ya os lo dije ayer, no soy una posesión de ninguno de los dos —se defendió Sylvia, golpeando a ambos en sus estómagos—. Si vais a competir por mí, hacedlo en buena lid. Tratad de...

Günter silenció a Sylvia con un beso en los labios que la pilló desprevenida. Roberto dudó sobre cómo actuar; su rival por el amor de Sylvia había tomado la delantera. Solamente podía observar o montar un espectáculo y no deseaba llamar la atención de todos justo en este momento, cuando la presión por parte de Morwen, Antón y el resto de sacerdotes la podía notar sobre su espalda.

Finalmente, decidió no dejar que Günter le comiera el terreno, enfrentándosele. —Déjala en paz, Günter. Tiene suficiente con sus propios problemas sin necesidad de que estés tú importunando.

Günter separó sus labios de los de Sylvia, sin dejar de abrazarla fuertemente hacia su cuerpo. —¿Crees que se ha quejado?

Por unos segundos, la elfa se quedó con los labios entreabiertos, anhelando más, antes de reaccionar. —Por favor, Günter, no es el sitio ni el momento —deslizó con pesar antes de acercar de nuevo su cabeza al cuello del templario y susurrarle a su oído derecho—. Los sacerdotes están al corriente de todo.

Günter vaciló por un momento. ¿Qué sabían Theodor, Balduin o Antón? —Bueno, sentémonos a desayunar. Hoy parece un gran día —se recompuso, llevando a Sylvia hasta una mesa libre.

A su alrededor, las conversaciones seguían girando en torno a la llegada del contingente de Morwen. Algunos acólitos especulaban sobre el propósito de la visita, mientras otros discutían sobre las posibles consecuencias para el monasterio. Sylvia se preguntaba si la llegada de las nuevas elfas cambiaría su situación, si les traería algún alivio o, por el contrario, complicaría aún más las cosas.

—¿Estás bien? —preguntó Roberto, bajando la voz para que solo ella pudiera escuchar, mientras se sentaba a su izquierda.

Sylvia asintió, aunque no estaba completamente segura. —Sí, solo necesito manteneros a los dos a raya. ¿Dónde está Frederick? —preguntó, buscando a quien siempre era una barrera firme para calmar las cosas.

—¿Preguntabas por mí? Mi señora —Frederick había aparecido justo por su espalda, la tomó suavemente y la levantó de entre los dos, para conducirla al otro lado de la mesa y hacerla sentarse entre él y Hugo—. Siento informaros a los dos que me han asignado la escolta de Sylvia en todo momento. Al parecer también habrá una hermana del Fuego Purificador.

Roberto y Günter intercambiaron miradas de rivalidad y suspicacia por la entrada de un nuevo contendiente. La pregunta de Sylvia por él había ocasionado en ellos dudas, cuestionándose ambos si él no estaría también en la competición o lo había nombrado solo para tratar de desviar el tema.

—En cuanto a ti, señorita, se ha acabado salir de tu cuarto a escondidas por la noche —añadió Frederick, con una sonrisa burlona.

—¿Quién te ha otorgado esa misión sin hablar antes conmigo? —Sylvia estaba un poco furiosa; no necesitaba la escolta de dos paladines.

—Pues fue sugerencia de Balduin, pero al Gran Maestre le pareció correcto. Althea coincidió con Balduin en que necesitabas una escolta, y Morwen afirmó que debería ser una mujer para cuando necesites intimidad. Finalmente, ni Morwen ni Antón dieron su brazo a torcer sobre qué orden debía cuidar de ti. Por eso te han asignado a mí por parte de nuestra congregación y a una elfa por parte de la de Morwen —Sylvia se alegró de la elección de una elfa en lugar de una humana. Tenía muchas dudas sobre su cuerpo, su biología y no estaría mal saber algo más de su raza.

—¿Otra elfa? —preguntó con fastidio Günter—. Esto empieza a llenarse de escoria.

La tensión en la mesa era palpable, y Sylvia sintió una mezcla de alivio y preocupación. Al menos, con la llegada de la hermana del Fuego Purificador, no estaría tan aislada. Pero la rivalidad entre Roberto y Günter, la suspicacia que ambos podían desarrollar hacia Frederick y el odio de Günter hacia tener otra elfa metida en el grupo añadirían nuevas complicaciones a su ya complicada vida en el monasterio. Ahora al menos Günter tendría más difícil acorralarla, pero a la vez también lamentaba tener más complicado tener un momento a solas con Roberto o Günter.

Al concluir el horario del desayuno, Antón, desde la mesa presidencial, se puso de pie captando la atención de todos. —Se acercan tiempos convulsos —comenzó—. En el norte, los elfos no cesan de hostigar nuestras fronteras; en el este, soplan vientos de guerra. Dentro de nuestras fronteras, señores feudales, los enanos de Roca Negra, así como tribus de trolls, orcos y goblins, están inquietos y enfrentados. Sociedades secretas, hechiceros y herejes incitan a la sublevación contra el poder establecido. Hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran en los corazones de los presentes.

—Por ello, la Orden de la Rosa Ensangrentada y la Orden del Fuego Purificador hemos decidido estrechar y reforzar nuestros lazos. Esta mañana llegará un importante contingente de Hermanas del Fuego Purificador. Morwen, Gran Maestre del Fuego Purificador; Althea, sacerdotisa de la diosa Tevaraia; y Lysandra, sacerdotisa de la diosa Tasares, se han adelantado para preparar su llegada —anunció, dedicando una mirada a cada una de las mujeres en la mesa presidencial—. Nuestro objetivo es formar guerreros, sacerdotes y magos desde este monasterio para reforzar la presencia de nuestra orden en el reino, y fundaremos nuevos monasterios en territorios cedidos por el Rey y los nobles.

Sylvia y Roberto se preguntaban si esta información era real o una pantalla de mentiras para ocultar el verdadero motivo: la captación y entrenamiento de los "viajeros de mundos".

—Espero que aprendáis a convivir con mujeres. Ya teníamos una entre nosotros, pero he observado cómo muchos la tratáis con desprecio y desdén. Debo informaros que en este contingente vienen algunas de las mejores guerreras del reino, incluyendo elfas del oeste como Sylvia, a quien ya todos conocéis.

Un murmullo de susurros recorrió las mesas. En el reino de Kalae, solo se conocía a los elfos de las montañas, una raza de feroces guerreros sin corazón ni escrúpulos. La presencia de Sylvia ya había causado revuelo, y aunque había demostrado su valía y bondad durante su estancia, la llegada de más elfas provocaba inquietud.

—Lo sé, lo sé —continuó Antón—. Todo cambio puede provocar miedo, y los cambios no terminarán aquí. En el futuro, queremos abrirnos a otras razas como trolls, enanos, orcos o goblins, pues deseamos iniciar una era de prosperidad donde todos podamos convivir en paz.

—¿Convivir en paz con elfos, trolls, enanos, goblins y orcos? Nuestro Gran Maestre ha perdido la cabeza —murmuró Günter. Frederick y Hugo parecieron estar de acuerdo. Para Roberto y Sylvia, la perspectiva era diferente; en el juego, todas las razas tenían facciones buenas y malas, y la línea entre el bien y el mal era muy relativa.

—Todo aquel que no esté de acuerdo con este nuevo rumbo es libre de dejar nuestras órdenes e incorporarse a otras —trató de acallar las críticas Antón—. Esta idea ha sido discutida por los sacerdotes durante más de un año. A todos nos ha costado tomar esta decisión, pero si la Orden del Fuego Purificador cuenta con elfas en sus filas y es conocida por ser las mejores guerreras contra los elfos de las montañas, debemos aceptar la realidad. Cualquier otra raza civilizada puede ser un buen aliado, siempre y cuando acepten nuestra religión y cultura.

Sylvia rió por lo bajo ante estas palabras; por supuesto, si aceptabas su superioridad, eras digno de pertenecer a su cultura para luchar contra los herejes.

—Por último, informar que algunos de vosotros seréis enviados al monasterio del Fuego Purificador. Para los sacerdotes, consideradlo una oportunidad de crecimiento, pues algunos tendrán mayores responsabilidades. Lo mismo se aplica a los guerreros, que deberán guiar a otros en los nuevos monasterios. Este será el centro de ambas órdenes por su ubicación central en el reino, pero más allá de eso, cada monasterio tendrá cierta autonomía.- Con esto concluyo la charla antes de añadir. - Trabajad duro en adecuar todo.

El silencio que siguió al discurso de Antón fue breve pero denso, como si el aire mismo esperara la reacción de los monjes. Luego, como una represa que cede ante la presión del agua, el comedor estalló en un caos de voces y sillas arrastrándose. Los monjes se levantaban, algunos con rostros pálidos por la sorpresa, otros con ceños fruncidos por la desconfianza.

—¿Elfos y orcos, aquí? —exclamó un monje de mediana edad, su voz temblorosa—. ¿Acaso hemos olvidado las historias de nuestros antepasados?

—¡Silencio, hermano Eustaquio! —intervino otro hermano, intentando imponer orden—. Debemos confiar en la sabiduría de nuestro maestre y los sacerdotes mayores de nuestros cultos.

Pero la inquietud era palpable, y las miradas se dirigían a Sylvia, la única representante de las "otras razas" en el monasterio. Ella, consciente de ser el centro de atención, se mantuvo erguida, aunque la tensión en sus ojos delataba su incomodidad.

—¿Y qué de nuestras tradiciones? —inquirió otro monje, más joven, con un tono que rozaba la indignación—. Durante siglos, este ha sido un lugar de hombres, de humanos.

—Las tradiciones cambian, como cambia el mundo —respondió Sigfried, su voz firme pero no exenta de comprensión—. Y debemos cambiar con él si queremos sobrevivir. —Terminó de espetarle mientras continuaba su marcha hacia la mesa que ocupaban Sylvia y Roberto.

Los murmullos continuaron, algunos de aceptación resignada, otros de rechazo velado. Roberto y Sylvia intercambiaron una mirada; ambos sabían que este era solo el comienzo de una transición que pondría a prueba la fortaleza de todos en el monasterio.

—¿Y si nos traicionan? —la pregunta surgió desde un rincón oscuro del comedor, y aunque nadie pudo identificar al autor, la duda se esparció como un veneno.

—La confianza es un riesgo que siempre hemos asumido —dijo Antón, cerrando el debate—. Y ahora, más que nunca, debemos extenderla a aquellos que, aunque diferentes, comparten nuestro deseo de paz y prosperidad.

Con esas palabras, Antón abandonó el comedor, seguido de cerca por Morwen. Los monjes, aún divididos en sus opiniones, comenzaron a dispersarse, dejando en el aire una mezcla de esperanza y temor ante lo que el futuro pudiera deparar. Mientras tanto, Sigfried se acercó a la mesa de Sylvia y Roberto, acompañado por Lysandra.

—Günter, te considero uno de los mejores guerreros de la orden. Si no vas a abandonarnos, quiero que estés siempre cerca de Roberto; es una pieza clave en todo esto. No necesito explicarte el motivo, pues sé perfectamente que conoces asuntos que no deberías, debido a tus manipulaciones con Sylvia —dijo, y luego dirigió su mirada hacia Hugo, pensativo—. Hugo, no sé si conoces el motivo por el cual Sylvia y Roberto son importantes, pero confío en que también defenderás a Roberto, más aún por vuestra amistad.

—Si asignas dos guardianes de vuestra orden a Roberto, ¿no crearás conflicto? —preguntó Lysandra—. En nuestra orden contamos con guerreras muy capaces.

—No dudo de ello, pero Sylvia y Roberto están bajo nuestra protección, y no tenéis la excusa de ser una elfa para imponer una escolta de vuestra orden a Roberto. Además, de momento no han llegado. Cuando lo hagan, si Morwen y Antón deciden otra cosa, retiraré a Hugo. De todas formas, Hugo, Roberto, Günter y Frederick pertenecen al mismo grupo. Que Frederick haya sido designado como el guardián de Sylvia solo implica que tendré que asignar un nuevo miembro a su grupo. Si lo deseas, puedo ceder esa posición a una de tus guerreras.

—Lo meditaremos en privado. No es necesario discutir eso ahora aquí. Que la fuerza de la diosa Tasares os acompañe —concluyó Lysandra, quien siguió a Sigfried fuera del comedor.

—Sería divertido ver cómo reaccionan si te sustituyen a Frederick por una elfa —comentó Sylvia con picardía hacia Günter, quien solo gruñó en respuesta—. Supongo que nosotros también deberíamos presentarnos ante nuestros encargados para conocer las tareas que nos asignarán —concluyó Sylvia, levantándose y saliendo de la sala.

Poco a poco mi guión original salta por los aires. ¿Quien creéis mejor pareja para Sylvia?¿Debería meter una elfa en el grupo de Günter, Roberto y Hugo? Pobre Günter si dos Elfas guerreras cubren a Sylvia de sus abusos.

Shandor_Mooncreators' thoughts