Yan Yi regresó a casa y echó un vistazo a su padre, sentado en el sofá del salón, entregó su abrigo y las llaves del coche al mayordomo y lentamente se acercó para sentarse frente a su padre.
—Papá, ¿querías verme?
Su padre lo miró, su rostro mostraba la expresión autoritaria e intimidante que provenía de años arraigados en la oficialidad. —Escuché que llamaste a un perro policía. ¿Para qué?
Llamar a un perro policía no era un asunto menor, y el padre de Yan Yi se sintió obligado a preguntar más.
—Qingqing tiene un amigo que tuvo algunos problemas y pidió mi ayuda.
Yan Yi respondió sin cambiar su expresión, manejando la situación con facilidad.
Al escuchar esto, su padre no persiguió más el asunto, sino que mostró preocupación por los asuntos personales de Yan Yi.
Yan Yi respondió cada pregunta por turno.
Yan Su colocó una taza de agua frente a Yan Yi y luego se sentó junto a ellos, escuchando tranquilamente la conversación entre padre e hijo.
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