—¡Solo me pides que conduzca hacia el norte! Pero, se te olvida mencionar a dónde exactamente estamos yendo ahora —se quejó Kace.
Miró al bebé que estaba succionando de su biberón, bebiendo su leche tranquilamente sin preocuparse por el mundo mientras jugaba con el borde de su mantita y de vez en cuando giraba la cabeza para mirar a Kace y arrullaba.
Ahhh... ¿cómo no se iba a derretir el corazón del Lycan ante tal vista?
—Norte... norte... —murmuró Kace mientras giraba a la izquierda y entraba en una estación de gasolina—. Cambia de sitio conmigo, es mi turno de sostenerla.
Kace había estado conduciendo por más de quince horas ya, no durmió, no comió y no pudo sostener a la bebé Esperanza.
No le importaba conducir durante más tiempo, pero la vista de sus ojos que lo miraban curiosamente de vez en cuando, hacían que el corazón de Kace chillara fuertemente por jugar con la bebé.
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