—¡¿A qué te refieres con eso?! —Alfa Rómulo avanzó antes de ponerse junto a Calleb con un gruñido—. ¡Ángel guardián o no, ella es nuestra Luna!
—¿Nuestra Luna? —Jenedieth inclinó su bonita cabeza—. ¡Ella es tu Luna, no la nuestra! —replicó, al igual que en los viejos tiempos, cuando desafiaba siempre que alguien tenía una percepción distinta a la suya.
Jenedieth solía pensar que algún día se convertiría en su Luna, la compañera legítima para Torak y la mejor candidata para la Luna Suprema, antes de que Raine llegara y lo arruinara todo.
Su padre fue asesinado, ella fue torturada y expulsada de la manada. Lo peor de todo era que ya no podía decir que formaba parte de esta manada, ya que su bestia interior había muerto.
¡Sin embargo, Jenedieth no se echaría atrás tan fácilmente! Los demonios que le habían dado una segunda oportunidad de vivir, idearon un plan perfecto para destruir a Torak.
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