Petrificada, Lila no sabía qué decir. No se le ocurría nada que pudiera usar como respuesta a la inesperada noticia que Jedrek le había dado. ¿Cómo podía matar a su propio general sin inmutarse?
—¡Mientes! —dijo Lila con los dientes apretados. Estaba absorta en su ira mientras procesaba la noticia. Su voz temblaba tanto que era casi como si cada célula de su cuerpo estuviera furiosa.
—Lamento no haber guardado su cabeza para probar mis palabras —estaba al otro lado de la cama, los ojos de Jedrek fijos en Lila.
—¡Bastardo! —Todo el mareo que sintió segundos antes desapareció. Inmediatamente fue reemplazado por una actitud de profunda enemistad. La palabra odio no era suficiente para describir lo que sentía ahora—. ¡Espero que te pudras en el infierno! ¡Eres un monstruo! —Lila gritó a pleno pulmón, ni siquiera le importaba que su grito lastimara aún más su garganta de lo que ya lo estaba.
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