—¡Basta! —La voz de Carina resonó en el claro mientras observaba cómo se desarrollaría la situación, una vez que ambas partes no estaban dispuestas a ceder—. ¡Retrocedan!
—¡Carina! ¡No puedes hacer eso! —El centauro, que estaba de pie junto a ella, le agarró los brazos y la miró con severidad—. ¿No recuerdas lo que esa bestia le hizo a nuestra especie?
El licán blanco adoptó una postura defensiva mientras intentaba liberar su cuello del abrazo apretado de Esperanza, si su compañera seguía así y estallaba la batalla, él no podría moverse libremente.
Sin embargo, eso no era lo que Esperanza quería. Si la bestia Kace podía manejar a esos centauros, a pesar de sus heridas o no, el resultado de esta batalla no beneficiaría a ninguno de los dos.
—No necesitas recordármelo —Carina apartó la mano que la agarraba—. Pero, estamos obligados a seguir la regla y la perspicacia de nuestro jefe, y eso es exactamente lo que estoy haciendo ahora.
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