—Serefina —Calleb llamó a la bruja—. Torak te está buscando. Calleb levantó las cejas al ver lo pálida que estaba Serefina cuando se dio vuelta. —¿Qué te pasa? ¿Qué ocurrió?
Serefina inclinó su cabeza y miró al Beta interrogativamente, pero la bruja no le respondió.
—Te ves muy pálida —si algo le sucediera a la bruja, la enfermedad nunca era una de esas cosas. La idea de Serefina enferma jamás había cruzado por su mente ni una sola vez. Por lo tanto, la explicación a su inusual tez pálida era un misterio para él—. ¿Quizás tienes hambre? De todas las cosas, esta tonta y mundana posibilidad era lo único que se le ocurría.
Esta vez la bruja lo fulminó con la mirada. —¡Es por la luz de la luna, estúpido cachorro! —Serefina le espetó.
¡¿Qué?! ¿Cachorro? —pensó—. Estaba harto de ese apodo. Que le llamasen así una y otra vez realmente molestaba al Gamma—. ¡Más te vale cuidar tu lengua, bruja! —gruñó—. La próxima vez que me llames así, ¡no dudaré en arrancarte la cabeza!
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