LA CONFESIÓN

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—Raine no sabía cómo se sentía ahora, las palabras que Torak acababa de decir sonaban como si le estuviera confesando algo —la chica no pudo evitar bajar la cabeza y morderse los labios mientras su corazón martilleaba dentro de su caja torácica en un ritmo frenético.

—Ella no se opuso a su beso en la frente ni a la manera en que la tocó, porque se sentía segura con él y, subconscientemente, le gustaba su interacción.

—La forma en que Torak la hacía sentir especial o su protección, nadie nunca había hecho eso por ella y, para su sorpresa, el hecho de que él fuera un Licántropo no le importaba ni un poco.

[Pero, ¿por qué? Acabamos de conocernos.] Raine mostró el iPad y lo miró con una mirada inexplicable.

—Torak se recostó contra el cabecero y atrajo a Raine hacia él, de modo que ella quedó acostada sobre su pecho —la chica se sorprendió, pero no lo rechazó, en cambio, escuchaba en silencio los latidos de su corazón, y su mano se aferraba a su ropa mientras Torak acariciaba su cabello desordenado.

—Nosotros, los Licántropos, tenemos diferentes valores en las relaciones que los humanos y todos esos valores se centran en nuestra compañera…

—Torak continuó su explicación sobre cómo todos los Licántropos valoran a su compañera y lo doloroso que era cuando su otra mitad resultaba herida, por lo que era casi imposible que un Licántropo hiriera a su propia compañera.

—Mientras Torak explicaba todas las cosas que podrían ser algunas respuestas a sus preguntas, Raine apoyó su barbilla en su pecho y lo miró adorablemente —a veces, la sorpresa se reflejaba en sus brillantes ojos o la confusión, mientras que en otros segundos, fruncía el ceño o apretaba los labios.

—Torak, sin duda, disfrutaba de la escena de lo que veía.

—Al final de la explicación, Raine se señaló a sí misma con ojos interrogantes como si preguntara si ella era su compañera.

—Sí, mi amor. Tú eres mi compañera —la voz de Torak era tan tierna y su expresión se suavizó cuando dijo esas palabras.

—Al oír eso, las mejillas de Raine se ruborizaron con un color carmesí, ella no sabía por qué se sonrojaba, pero sus palabras le calentaban el corazón.

—Amo todo de ti... —Torak dijo solemnemente, las palabras eran genuinas y sonaban tan puras en los oídos de Raine.

—Ella sacudió la cabeza después de mirarlo aturdida durante un buen rato y se sentó —Torak frunció el ceño y también se enderezó.

—¿Mis palabras la asustaron? —se preguntaba a sí mismo.

—Esta fue la primera vez que Torak cuestionó sus palabras y acción. Inicialmente, no quería apresurarla, pero no mentiría sobre lo que sentía por ella.

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Raine escribió algo en el iPad y se lo mostró con una cara ansiosa.

—[No sé qué siento por ti.]

Al leerlo, Torak rió entre dientes y acunó su expresión preocupada entre sus palmas.

—Sé que es demasiado pronto para ti y que aún no estás lista para esto, pero no tienes idea de cuánto tiempo he estado esperándote, mi amor.

Cuántas cosas horribles había hecho y las maldiciones que había arrojado a la luna, exigiendo a su otra mitad que la diosa le había prometido, sin éxito hasta que la desesperación llegó y ya no esperaba nada más.

Pero ahora ella estaba aquí y no quería nada más que estar cerca de ella.

—Digo esto solo para que sepas, tú eres la persona más preciosa para mí.

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Han pasado cuatro días desde que Raine llegó a la mansión y Torak había estado muy ocupado desde su confesión aquella tarde fiel.

A veces la dejaba una o dos horas con Rafael o Calleb, pero otras veces ellos dos traían los informes o documentos que él necesitaba firmar.

En esos momentos, la mayor parte del tiempo de Raine lo pasaría dentro de la biblioteca. Aparentemente él tenía su propia biblioteca en su piso con filas y filas de estantes llenos de libros, y Torak le hacía compañía mientras terminaba sus propios asuntos.

Hoy, Torak había salido a algún lugar con Rafael y Calleb había sido asignado para cuidar de ella. El Gamma era un tipo gracioso y Raine se había acostumbrado a su presencia.

Desde que Raine estaba allí, solo había conocido a Rafael y Calleb, además de Torak, por supuesto.

Pero, hoy alguien estaba viniendo.

Raine estaba observando a los niños que jugaban en el prado, cuando de repente alguien irrumpió por la puerta. Había una puerta que conducía al piso de abajo, Torak no le prohibía recorrer la mansión, pero la idea de que se topara con otras personas a las que no conocía, no le interesaba en absoluto.

Al oír el repentino alboroto, Raine corrió hacia Calleb e instintivamente se escondió detrás de él.

Una mujer de mediana edad en sus primeros cuarenta apareció detrás de la puerta y al instante sus ojos en forma de almendra recorrieron la habitación, proclamó en voz alta cuando encontró a Raine detrás de Calleb.

—¡Ahí estás!