César tarareó pensativamente durante unos segundos antes de encogerse de hombros —No sé. Pero preguntaré.
—Es incómodo aquí —dijo Adeline, inclinando su cabeza hacia un lado por la exhaustación.
Él sujetó su cabeza con su mano extendida, bajando la mirada a su rostro —¿Por qué? ¿No quieres quedarte aquí?
—No —negó con la cabeza—. Me gustaría irme lo antes posible.
—Entonces nos iremos —respondió César.
—¿Eh? —ella lo miró con asombro y su cabeza se levantó de su brazo—. ¿Puedo irme?
César rodó sus hombros, encogiéndose de hombros —No lo creo, pero puedo hacer que sea posible. Mientras te sientas más cómoda fuera de aquí.
Adeline asintió furiosamente con la cabeza —¡Sí! Permíteme quedarme contigo en tu casa.
La puerta de la sala se abrió de golpe y el primero en entrar fue Román. Siguiendo su ejemplo entraron Yuri y Nikolai.
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