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Presagio

U-4

Estornude e hice una mueca, sentía un dolor punzante alrededor de mi nariz.

-¡Salud!- Dijo la Cata, quien se encontraba sentada a mi lado.

-Gracias- Respondí, mientras la miraba organizar uno por uno sus plumones los que se habían girado un poco de la posición milimétrica en la que ella solía mantenerlos.

Pasaron unos minutos antes de que la campana sonara indicando que la clase de historia, la cual era la última del día viernes, había terminado. Me levante y ordene las cosas para irme a casa, mientras lo hacía pude ver como Miguel se acercaba a mi puesto.

-¿Lista para irnos?- Pregunto con su tono amistoso de siempre.

-Estoy en eso- Terminé de acomodar los cuadernos que me llevaría para estudiar el fin de semana -Listo-.

Asintió y luego caminamos hasta el pasillo donde nos encontramos otros de nuestro grupo. Bajamos las escaleras hasta el primer piso caminamos por la orilla de la cancha hasta llegar a coordinación, que a esta hora está lleno de estudiantes que quieren salir y padres que vienen a recoger a hijos. A paso lento logramos avanzar en ese mar de gente que se formaba en la salida del colegio. Nos despedimos del resto y caminamos hasta mi casa que quedaba a unas cuadras del establecimiento, abrí la reja para dejarnos pasar y acaricie la cabeza de Black, mi perro, quien sacudió la cola alegremente. Una vez adentro de mi casa dejamos las cosas en el sillón, Miguel soltó un sonoro suspiro.

-¿Qué pasa?- Le pregunté, mientras me encaminaba a la cocina.

-Nada es solo que extrañaba esto, hace meses que no venía- Respondió mientras me seguía con su lonchera en la mano, él tenía razón, desde que empezaron las vacaciones del año pasado que no venía a almorzar a mi casa.

-No notas algo nuevo- Dije mientras metía mi caja del almuerzo al microondas.

-Cambiaron el horno- Dijo señalando nuestra reciente adquisición.

-Bingo- Saque dos vasos del mueble, los puse en la mesa, y caminé hasta el refrigerador para sacar la jarra de jugo. -Y no podría estar más feliz por eso.

-Me imaginó- Dijo tomando asiento y sacando sus cubiertos -¿Tienes limón?

-¿Para la ensalada?- Asintió, me giré y busqué entre las botellas del mostrador una de jugo de limón que hace poco había comprado mi mamá- Ten.

-Gracias- Lo recibió y se puso a aliñar su ensalada de lechuga, yo solo me dediqué a mirarlo mientras lo hacía. De pronto el sonido del microondas deteniéndose me saco de mi trance, fui a sacar mi almuerzo.

-Me voy a cambiar de ropa- avisé antes de subir las escaleras rumbo a mi pieza. Me quite el molesto uniforme escolar y lo cambie por una polera suelta, un short y unas zapatillas cómodas. Fui al baño del piso de arriba para lavarme la cara con la esperanza de quitarme un poco el calor que tenía, hoy hacían unos 29°C.

A Miguel lo conocida hace 6 años, pero no fue hasta principios del año pasado que nos hicimos realmente amigos, era un chico callado pero simpático. Me fue muy fácil jusgarlo la primera vez que lo vi, era alto, rubio y ojos claros. Todos se acercaron a hablarle a la primera oportunidad que tuvieron y las chicas estuvieron hablando sobre lo guapo que era todo el día "es como un príncipe azul" dijeron. No sé que fue lo que realmente me molesto de eso, tal vez solo me sentía intimidada porque era cierto, él era muy lindo. El tiempo paso y todos los que fueron sus amigos en un inicio dejaron de sentirse encantados con su presencia, tal ves porque ya no tenían los mismos intereses o nunca los tuvieron, las chicas también dejaron de prestarle tanta atención, pero eso fue más que nada porque había mucha competencia, las de otros cursos también estaban interesadas en él, pero él nunca dio ningún indicio de interesarse en alguien. Así que un día en educación física me acerque a hablarle, tal vez porque me pareció raro verlo solo, estaba jugando pokemon rojo fuego en su teléfono, eso me dio cierta gracia porque no pensé que le gustaran ese tipo de juegos. Entre los trabajos y los talleres nos fuimos haciendo más cercanos, no sé en qué momento nos enteramos de que vivíamos a solo una cuadra y por eso más que nada es que solemos ir a casa y comer juntos con regularidad, ya sea en su casa o en la mía eso es lo de menos. Aun recuerdo cuando me entere de que era un detectable, él había faltado a clases, por lo que yo pensé que sería buena idea ir a pasarle la materia de ese día, llame a su casa y su mamá me abrió, ella venía de salida así que me dejo pasar y me dijo que esperara en el sofá, él no sabía que yo estaba allí y bajo transformado al living, cuando me vio puso la cara más roja que he visto en mi vida, lo que contrasto mucho con lo blanca de su piel y sus alas, porque si, él tiene alas, valla forma de hacerle honor a su segundo nombre. Me costó convencerlo de que todo estaba bien, porque él al igual que muchos no sabía que existían los indetectables.

En este mundo existen tres tipos de personas, los comunes que son quienes no tienen poderes ni particularidades, los detectables que son los que tienen particularidades que pueden o no tener poderes y los indetectables que no tienen particularidades pero si poderes. Los indetectables por lo general estamos mucho mejor organizados que los detectables los que apenas saben sobre el submundo, por lo que muchos de ellos no creen siquiera en la existencia de los indetectables, en sus cabezas no cabe que aun sin sus particularidades ya sean cuernos, alas, ojos extra y demás, nosotros podamos tener poderes. Pero su pensamiento cerrado está muy lejos de la realidad, basta con acercarse a la organización y tendrían toda la información que quisieran de nosotros. Los conspiranoicos incluso creen que nos aprovechamos y manipulamos a los comunes a la conveniencia de la organización y no es así en la mayoría de los casos, claro que hay un margen de manipulación, pero es necesaria para el encubrimiento de nuestras prácticas.Emprendí mi camino de regreso al primer piso, ya tenía hambre. Miguel me miro extrañado.

-¿Por qué tardaste tanto?- Me pregunto antes de tomar un poco del jugo de naranja que le había servido.

-Me quede pegada- Respondí con simpleza antes de sentarme al frente suyo y empezar a comer.

-¿Qué harás el fin de semana?- Su pregunta me hizo levantar la vista y mirarlo en esos hipnotizantes ojos que tenía, años conociéndolo y aún no estaba segura de si eran verdes, azules o grises.

-No sé- Pensé mejor mi respuesta volviendo a mirar mi comida -Tengo que ir donde la organización el sábado, por unos trámites y esas cosas.

-Dijiste que me llevarías ahí algún día y desde eso ya ha pasado mucho- Me recordó mientras empezaba a comer su ensalada.

-Si quieres puedes acompañarme esta vez- dije para después levantarme a dejar mi pote en el fregadero -¿Por qué preguntabas?

-Pensé que podríamos ir a jugar basquetbol en una de las canchas del condominio del Camilo el sábado, pero tú dirás si nos alcanza el tiempo o no- Comió un poco más de lechuga, trago -No es que me esté invitando solo, barios de los chicos van a estar ahí, pero no quisiera quedarme solo con el Camilo y si tú bas a estar ahí vamos y nos devolvemos juntos.

-¿Por qué estás peleado con el Camilo?- Le pregunté con genuino interés, era extraño que alguien del grupo se peleara con él, siempre se portaba como un angelito, je.

-Fue por una estupidez- Dijo restándole importancia, pero yo sabía que lo hacía para evadir el tema -¿Vamos a alcanzar a ir o no?

-¿A que hora se van a juntar y en donde?- Puntualice.

-A las 5 en la entrada sur- Respondió.

-Bueno... ¿Sabes que no tienes que acompañarme, cierto?

-¿Sabes que quiero ir, cierto?

-¿Quieres la ruta larga o la corta?

-Divertida.

-Si vienes por mí a las 9 de la mañana tomaremos la divertida- Sentencie.

-¿Por qué tengo que venir por ti? -Cuestiono con desgano.

-Porque es la manera que tengo de asegurarme de que estarás aquí a tiempo, si no vienes para las 9:15 me iré de la manera rápida y será sin ti- Lo amenace.

-Está bien, ¿A que hora estaremos de vuelta?

-Almorzaremos en el subcentro, porque si es tu primera ves allá no te vas a querer ir- Dije recordando que él nunca ha estado en ese lugar tan especial del que poca gente sabe.

-¿Subcentro?- Dijo con vos confundida y curiosa, mientras ladeaba la cabeza, se me hizo un gesto muy tierno.

Desbloqueé mi celular y miré la hora en su pantalla 2:10. Me apuré en ir a buscar el bajo que estaba en mí piesa, no le dije nada a Miguel, pero supongo que lo entendió porque cuando baje él ya estaba listo junto a la puerta. Salimos de mi casa y fuimos camino a la suya para que él se cambiara, después de eso nos fuimos directo al colegio otra vez. Como todos los viernes yo tenía talleres de música y él su taller de ingles. Una vez dentro subimos las escaleras nos separamos y cada uno fue a su respectiva sala. Mi primer taller era teoría musical, siendo honesta era la parte más aburrida del día, luego seguía bajo, mi compañera llego tarde como siempre lo hace, para terminar mi atareado día viernes tocaba banda de jazz, lo que honestamente era lo que me hacía más feliz de toda la semana. Me gusta la música, me gusta el jazz y también me gusta el Pablo, quien era algo así como mi crush no reconocido.

Así que después de un aburrido recreo me encamine a la sala de banda de jazz, que era la sala más apartada del colegio junto con las de danza y teatro porque estas salas estaban apartadas de los dos edificios centrales que componían mi colegio. Una vez allá saludé a todos con un beso en la mejilla como ya era costumbre exclusiva de ese taller y me senté en mi silla amurrada, porque el Pablo todavía no había llegado. En la sala solo estaban el Camilo, el saxofonista, el trompetista, la pianista, la baterista y un guitarrista. Me extrañaba que ninguna de las cantantes hubiera llegado aun, pero al final no le di mucha importancia. Como vi que aún faltaban unos minutos para que el profe llegara e iniciara la clase decidí ir a buscar agua en una botella que había traído en mi bolso.

Ahí fue cuando paso, me había parado con la botella en mano mirando hacia la puerta, cuando de la nada se abre un portal, un óvalo brillante del tamaño de la puerta que distorsionaba el espacio por el cual callo una persona moribunda y bañada en sangre. Me quede en shock al igual que todos, incapaz de hacer algo que no fuera mirar el cuerpo que había caído frente a nuestros pies, era una chica de 1.60 con contextura gruesa de larga cabellera castaña oscura o eso creía con toda esa sangre cubriéndola era difícil de diferenciar. Se movió, puso una mano para apoyarse en el suelo y levantó la cabeza, dejándonos ver su rostro. Era yo. Deje caer la botella, la que al ser de vidrio y estrellarse contra el suelo se rompió y sus pedazos cayeron cerca de mí y cerca de ella. De sus agrietados y ensangrentados labios salieron y un par de murmullos inaudibles.

-Ella... vendrá por ti... los matará a todos- Repitió otra vez aquellas palabras que se quedarían grabadas en mi mente. Después de decir esas palabras se limitó a caer nuevamente sobre el suelo y morir, el profesor abrió la puerta, miro el cadáver y luego a mí, en solo un par de segundos el cuerpo se empezó a desaser para convertirse en destellos brillantes, un par de segundos después el profesor entro por completo a la sala cerrando la puerta detrás de sí. Yo podía sentir mi cara completamente humedecida, ¿Acabo de morir?

-¡Lo siento por llegar... tarde! ¿Qué paso aquí?- Pablo que en un inicio entró con ánimo se detuvo cuando vio al profesor en silencio de pie en mitad de la sala, a todos nuestros compañeros petrificados y a mi hecha un mar de lágrimas.