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27 de septiembre de 2022. Parte II.

* ¿Afortunado? *

Razoné medio dormido.

Aquella palabra revoloteaba libre por mi cabeza una y otra vez.

* Supongo que sí. Con toda la mala suerte que vengo acumulando, supongo que soy afortunado de haber llegado hasta aquí. *

Bostecé, aún con los ojos cerrados.

* Pese a la pelea con Leon y mi largo vuelo, sigo de una pieza; de alguna manera. Pese a los encuentros con el Pastor y con las midestias, aún respiro, de pura suerte. Pese al cristal de mi pecho y a la Meosnemia, mi corazón sigue latiendo… Está bien, supongo que, aunque mi vida sea un completo caos, también me premia de vez en cuando… *

Abrí los ojos, el izquierdo seguía pegado al almohadón. La misma cama de anoche, la misma puerta, la misma estantería. Suspiré aliviado al ver que despertaba, esta vez, en el mismo sitio en el que me acosté cuando aún estaba oscuro, y no en medio de una calle de mala muerte.

Amanecí sintiéndome afortunado: afortunado de ver el Sol entrar por mi ventana un día más. Feliz de poder presenciar otra nueva mañana.

- Parece que todo está, ¿bien? –

Bostecé de nuevo.

Así comenzaba este nuevo día, esta vez, encontrándome yo a miles de kilómetros de mi familia y mi casa, armado con nuevos ideales, objetivos y ganas de demostrarme de lo que era capaz.

- Está bien eso de dormir al fin en una cama, no me terminaba de convencer aquel suelo de la azotea. -

Dudé de si me había despertado de forma natural o por alguna razón concreta, pero, pese a que estaba seguro de haber dormido menos de ocho horas, el simple hecho de descansar un poco mejoró mis ánimos y alivió un poco la tormenta de mi cabeza.

- Me hacía falta descansar un poco… -

Seúl, la capital de Corea del Sur, y sus casi diez millones de habitantes, me recibían con un amigable "Buenos días". O eso fue lo que sentí al ver la luz natural entrar entre mis cortinas junto al cantar de los pájaros en los alrededores.

Mi cuerpo era uno con el colchón.

- ¿Ya es de mediodía? No sé qué hora es, pero yo voy a dormir un ratito más, creo que me lo merezco... –

Murmure.

Cambié mi postura en la cama una vez más, y procuré taparme bien con aquellas sábanas con olor a flores.

- No creo que nadie me necesite ahora mismo, y si lo hacen, que vengan a buscarme, que yo estaré… -

<< Ding-Dong >>

De entre la paz de la mañana y el silencio absoluto de mi habitación surgió el sonido de un timbre. Obviamente, era el timbre de la casa.

- ¿Huh? –

* El timbre… *

- ¿Ya han venido a molestar de buena mañana? Qué típico, la ley de Murphy vuelve a por mí… ¿Es que no entienden que algunos necesitamos recuperar nuestra energía antes de volver a funcionar? ¿O quizás es que esta gente nunca duerme? No importa, que hagan lo que quieran pero que me dejen dormir tranquilo. –

Murmuré mientras me daba la vuelta, huyendo de la luz del Sol que entraba por mi ventana.

* Al final es verdad, todo lo que he vivido hasta ahora no ha sido un sueño. Realmente me atreví a coger aquel avión sin ningún plan ni prueba firme… He dejado a mi familia y amigos atrás y me he lanzado de lleno a la aventura, en un último esfuerzo de ser útil de verdad y poder hacer algo para ayudar a ese dios que me busca... No sé si ha sido la decisión correcta, quizás Leon tenía razón y lo que de verdad debía hacer era quedarme junto a mi familia… Bueno, solo el tiempo podrá juzgar si mi decisión ha sido la correcta. No puedo arrepentirme antes de empezar. *

<< Ding-Dong >>

- Podría preparar aquella chica, Lanza, en un bonito acto de generosidad, un buen desayuno continental o algo así. Tengo tanta hambre, me pregunto qué desayunarán en esta parte del mundo. -

<< Ding-Dong >>

Acto seguido, cubrí mi cabeza con las sábanas.

* A partir de ahora el camino será muy duro, pero no importa, ya que, al menos, sé cuál es mi desenlace… Pese a mi terrible enfermedad, me aliaré con un… *

<< Ding-Dong, Ding-Dong, Ding-Dong >>

- ¡¿Es que nadie piensa abrir la Puerta?! –

Saqué mi cabeza de entre las sábanas.

De pronto, la persona que estaba abajo llamando perdió la poca paciencia que le quedaba y comenzó a aporrear la puerta.

- ¡¿Hay alguien en casa?! ¡Oye! ¡Abridme de una vez! ¡Vamos! ¡No tengo todo el día! –

Voceaba desde abajo.

Suspiré harto al ver mi descanso arruinado.

- Vaya idiota… ¡¿Qué remedio?! Si nadie contesta, tendré que ir yo. –

Salí de la cama a regañadientes, me calcé de nuevo mis zapatillas blancas y rojas, me recogí el pelo haciéndome mi coletilla y salí de la habitación frotándome los ojos en busca de los restos de algunas legañas.

Seguía vistiendo la misma ropa que anoche ya que, por muy ridículo que sonase, no tenía nada más conmigo.

Al salir de la habitación, me quedé impactado al ver por primera vez aquella casa bien iluminada. El suelo era cubierto por una bonita alfombra por encima del parqué, además, había otras dos puertas más en mi piso, una correspondía al baño y la otra a la segunda habitación del piso. Justamente como Lanza me había explicado en la madrugada.

A mi derecha, subía una misteriosa escalera que llevaba hacia lo que supuse que era el sótano de la casa. Arriba de estas escaleras había una puerta negra y vieja. Se me ponía la piel de gallina solo con pensar en quién se ocultaba tras esa puerta.

En ese momento, recordé las palabras de Lanza: "Arriba del todo es donde descansa mi señor. No te atrevas a subir a molestarlo".

* Ahí está… No te preocupes Lanza, no tengo ganas de molestar a un dios, la verdad… Así que ahí arriba está aquel dios que me busca. ¿Cómo serán los dioses en el mundo real? Siempre me los imaginé como seres poderosísimos y omnipresentes; no puedo creer que uno, de verdad, duerma en la azotea de una casa escondida entre dos edificios dentro de un callejón. ¿Y si… *

Pese a saber todo lo que debía saber, era difícil de explicar el aura misteriosa que emanaba de aquel lugar, la curiosidad trataba de empujarme hacia aquel acantilado existencial… Pinceladas a un nuevo mundo, nuevas preguntas con nuevas respuestas, problemas resueltos, preguntas y sensaciones nunca antes vividas por un ser humano… Aquella puerta negra me atraía y yo no podía evitar ser humano.

Miré a mi izquierda. Ahí se encontraba otra escalera, esta, mucho más decorada y arreglada, la cual descendía hacia el primer piso, en el cual, supuestamente, descansaban Lanza y la chica de la espada que conocí en mi ciudad. Tenía una barandilla de madera con adornos por debajo.

* No importa. Ahora mismo, ese dios no importa… Aunque, me pregunto si algún día podré hablar con él… *

La persona que esperaba abajo volvió a golpear la puerta.

- ¡Maldita sea! ¡¿A qué esperáis?! ¡Contestad de una vez, que no tengo todo el día! –

- Vaya, es verdad. Qué insistente. ¡V-voy! –

Grité en un intento de calmar la impaciencia de aquel sujeto.

Bajé las escaleras de la casa, apenas me detuve a examinar el piso de las hermanas ya que era bastante similar al mío: dos puertas para habitaciones y una para el baño, fin. Lo único que cambiaba era que, mientras mi piso carecía de ninguna clase de decoración, en este había un marco con un mapa antiguo de la ciudad.

Llegué ágilmente hasta el piso inferior, en el cual estaba la cocina y el comedor, entre otras cosas. Me acerqué a la puerta y, tras quitar los cerrojos y pestillos de esta, la abrí apresurado.

Aún trataba de recuperar el aliento después de mi descenso por la casa.

- P-perdona, ya estoy aquí. Me acabo de levantar, no sé por qué nadie… –

- ¿Huh? ¡¿Se puede saber quién demonios eres tú?! –

- ¿Cómo dices? -

Preguntó la persona a la que recibí. Yo tampoco pude ocultar mi perplejidad.

* ¿Quién es este tío? ¿Y qué le ha pasado? *

- ¿Y-y tú? ¿Qué quieres? ¿A quién buscas? –

- Oye, no evites mis malditas preguntas, ¿quién eres tú? ¿dónde están las puñeteras gemelas? Se me está acabando la paciencia… –

Replicó el chico frente a mí. Pese a su carácter, lo que más me perturbaba era su imagen, la cual aún no estaba seguro de cómo encajar.

* Este tío… ¿Es que todo el mundo lleva máscaras? *

Lo primero que llamaba mi atención, y lo que más, era aquella máscara negra mate tras la que se ocultaba. Supuse que esta estaría basada en alguna máscara tradicional coreana para espantar espíritus o algo así, pero eso no evitaba que su forma y aura me intimidasen. Aquella cara horrenda de facciones exageradas solo me dejaba ver, entre muecas de bala e ira, unos ojos oscuros cargados de maldad y cansancio en los cuales, no había rastro de compasión o amor alguno.

- … -

- ¡Oye! –

Portaba consigo una bolsa de gimnasio de color azul marino, la cual trató de proteger desde el momento en el que empezó a sospechar de mí, guardando, además, su otra mano en el bolsillo de su abrigo de lana negro.

* S-su ropa… *

Su ropa, especialmente su camisa blanca, pantalones y zapatillas; estaban impregnados de salpicaduras de sangre, polvo y aceite, lo que hacía que sospechase más todavía de él.

- E-esto… -

- Se me está acabando la paciencia, te advierto de que soy un chico de mecha corta… -

* Esa máscara, la sangre de su ropa, la bosa que lleva consigo… ¿Quién es este tío? Tengo un mal presentimiento… Mejor será que averigüe todo lo que pueda… *

- ¿Quién eres tú? –

Contesté con firmeza. Gesto que enfadó muchísimo más a aquel chico enmascarado, quien se acercó a mí amenazante.

Una peste a muerte y sudor me golpeó procedente de aquella persona, la cual me miraba enfadado y desafiante, como si me estuviese invitando a completar el collage de su camisa con un poco de mi propia sangre. Pese a su gusto por la moda, era obvio que llevaba días sin ducharse. Quizás acababa de salir de una alcantarilla, no supe muy bien qué pensar.

* ¡¡Qué es esa peste?! *

- Pero… ¿Eres idiota o qué? Te he hecho una pregunta, ¡contéstame antes de que te vuele la cabeza! ¡Tienes cinco segundos para hablar. ¡Cinco! –

El chico sacó del bolsillo de su abrigo una pistola y me encañonó en cuestión de décimas de segundo. Todo pasó tan rápido que yo mismo tardé unos instantes en comprender la gravedad de la situación.

- ¡¿Qué?! ¡¿Qué haces?! –

- ¡Cuatro! -

* ¡¿Por qué me está apuntado?! ¡¿Está loco?! *

Sentí de nuevo una fuerza opresiva que se colaba por mi garganta y estremecía mis pulmones.

- ¡Espera! ¡Espera un segundo! –

* Eso… Eso ha sido… *

- ¡¿Dónde están las gemelas?! ¡¿Dime quién eres y qué has hecho con ellas?! ¡Es mi último aviso! –

Me gritó mientras golpeaba con el cañón de su arma mi frente y me inmovilizaba contra el marco barnizado de la puerta. Su velocidad superaba con creces la de la chica de la espada, casi pudiéndose equiparar a la del Vigilante y su enemigo.

En el acto, liberó de nuevo aquel fuerte poder, confirmando la peor de mis ideas, la del enemigo al cual me negaba a nombrar.

Aquella esencia rancia otorgó a mi agresor la capacidad de moverse a una velocidad sobrenatural durante un breve instante, suficiente para una vez más, sacar ventaja sobre mí y acorralarme por completo.

* ¡¿Cómo?! ¡Otra vez esa sensación! Joder, ¿el Pastor… *

El frío del acero tocando mi frente no fue lo único que sentí: debido a la aparición de aquella brisa de muerte, la misma de la que hacían uso Pastor y las midestias, el cristal puro de Maná de mi pecho no tardó en provocar una de esas protestas en forma de calambre a las que yo no encontraba la forma de adaptarme. Pronto, mi respiración y tensión sanguínea empezaron a descontrolarse debido a la situación.

Una pistola encañonándome y el poder del Pastor acechándome. Un cóctel de muerte en toda regla.

* Qué mal… ¡Es el mismo poder! Aunque más leve. Tengo que aguantar… *

Mi garganta escocía y mi mente era bombardeada, en pánico, por imágenes y flashbacks del hombre de mis pesadillas y de sus criaturas.

- ¡Tres! ¡Contesta de una vez! ¡Qué has hecho con las gemelas! –

- ¡¿Yo?! –

- ¡Dos! –

* Espera un momento, puede que… *

<<*@*^`/¨*''~;>>

* Mierda. *

Pese al dolor que sentía con las compresiones de mi pecho y a los nervios del momento, la cuenta regresiva de aquel chico retumbaba en mi cabeza en aquellos últimos instantes.

* ¿Voy a morir? ¿En la puerta de mi nueva casa? La casa del dios… ¿Qué tiene que ver este hombre con el Pastor? ¡¿Dónde está Lanza?! ¿Por qué pregunta por ellas? *

- ¡Las gemelas, Lanza y Espada! ¡Contesta! –

* Puede que… *

- ¡Espera, espera, espera! Deberían estar arriba. –

Jadeé y grité en el último momento.

- ¡Mentira! Si estuviesen en casa, ¿no crees que habrían bajado recibirme? –

- ¡Yo qué sé! –

* Bajar a recibirle. Efectivamente, se conocen… *

- ¡¿Por qué estás sudando?! ¿No te estará dando un infarto aquí mismo? Bueno, no importa, ¡acabemos con esto! –

Pese a mis palabras, él insistía. Perdigones de saliva cochaban contra mí cabeza. Yo luchaba por conseguir ordenar las ideas de mi cabeza y por no asfixiarme yo solo antes de tiempo.

- ¡Escúchame, por favor! La hermana de Lanza resultó herida hace poco en un combate muy duro, es muy posible que Lanza siga durmiendo ahora mismo, ella se pasa todo el día cuidando de su hermana. –

El chico de la máscara bajó la pistola.

- ¿Huh? Así que Espada resultó herida en combate… –

Los nervios del chico disminuyeron al escuchar más sobre lo ocurrido.

* Espada. Así que ese es su nombre… Tiene sentido: Si su hermana es Lanza… *

- S-sí. Fue un combate muy duro. –

- Y, ¿se recuperará? -

- Pese a que llevo poco tiempo aquí y aún no he podido hablar con ella en persona, parece que sí que lo hará. –

- ¿Y tú? ¿Qué haces aquí? ¿Cómo sé que no eres un espía? –

Murmuró, pegando de nuevo su arma contra mi cabeza.

- T-te lo digo en serio, y-yo llegué anoche porque el dios de esta casa me lo pidió. ¿Lo conoces? –

- Ese idiota te llamó… ¿Por qué iba… ¡No cambies de tema desgraciado! ¡Uno! –

- ¡No, no, no! ¡Para! –

El cambio brusco de actitud de aquel hombre, el cual lo hacía digno de ser diagnosticado con bipolaridad, me sorprendió con la guardia baja. Aquel susto me regaló otro calambre del cristal.

<<*@*^`/¨*''~;>>

* Vaya momento tan recurrente… *

Debido al calambre de Maná generado por el cristal de mi pecho, me estremecí del dolor, perdiendo así el tacto de mis piernas y cayendo al suelo justo en el momento más inoportuno.

- Lanza está… -

<< BANG >>

Ese atronador sonido fue lo único que escuché mientras caía. El corazón se me detuvo después de que ese estruendo amenazase con reventarme el tímpano.

* ... *

Aquel sonido mortal resonó por toda la casa, debió llegar incluso, mínimo, a los oídos de la gente que andaba un par de calles a la redonda.

- ¡No, no! ¡No puede ser! –

Desde el suelo traté de detectar el orificio de bala en mi cuerpo, ya que con la adrenalina, supuse que tardaría en sentirlo. Palpaba mi pecho y mi cuello en busca de sangre o de algún resto del destructivo plomo, pero no lo encontré.

El chico del arma dejó la bolsa de deporte que llevaba en el suelo y guardó la pistola. Yo aún seguía gateando; asustado, confuso y sordo de un oído temporalmente.

- Se de utilidad, y dale esto al dios, anda. –

- ¿Qué? -

- Escoria miedica… Más vale que no sueltes información tan rápido a la hora de la verdad… -

Acto seguido, me pateó estando yo todavía en el suelo y luego se marchó con las manos en los bolsillos de su abrigo.

Aquel golpe sacó de mí todo el aire que tenía, pero, pese a eso, seguía estando aliviado por seguir con vida.

- M-me dispara, me patea, d-deja la bolsa, ¿y se va? -

Me levanté y asomé desde la puerta a ver como aquel chico se marchaba por el callejón en el que se encontraba la casa. Una lágrima caía por mi mejilla.

- Tengo que ser más cuidadoso con lo que digo, en parte tiene… -

Me pareció oír un ruido al otro lado de la calle, así que me giré a comprobarlo.

Un camión del ayuntamiento pasaba para recoger las bolsas de basura de los contenedores. También me fijé en que a la izquierda de la vivienda, había bastantes más comercios de los que pensaba, incluyendo un pequeño y humilde restaurante.

Me detuve unos segundos a apreciar los altos edificios de mi alrededor. No me quedaban dudas de que estaba en una gran metrópolis.

- De verdad se ha ido... ¿Qué mosca le habrá picado? Conocía al dios… Pero su poder se sentía como el del Pastor… Si pudiese al menos haberle visto las cara… -

Resoplé perplejo, pero aliviado.

- ¡¿Es que últimamente ya no existe gente normal?! ¡¿Pueden dejar de amenazarme de muerte durante, al menos, veinticuatro horas?! ¡No pido nada fuera de lo común! –

Palpé con mi mano la zona de mi cuerpo en la que tenía el cristal. Aproveché el momento para ponerme bien mi sudadera blanca.

- Esta calle no da tanto miedo de día. Me parece extraño que nadie haya reaccionado a ese "disparo de advertencia". Bueno, será mejor que entre esta bolsa en casa. ¿El idiota de la máscara ha dicho que era para el dios? –

Entré en casa de nuevo cargando con aquella bolsa de deporte. Cerré la puerta, y avancé hasta encontrar descanso en una silla en la cocina. Esta tenía una isla de mármol en el medio y detrás de esta, la vitrocerámica y el resto de los muebles.

Aproveché para bajar las pulsaciones y reflexionar sobre lo ocurrido.

- Cuando Lanza me dijo anoche que esta ciudad estaba en guerra y que había mucho peligro en las calles, no me imaginé que ese peligro me seguiría hasta la puerta de la casa, y me sacaría de mi cama solo para amenazarme de muerte con una pistola… Al menos el Pastor fue derrotado para siempre por el Vigilante, ellos, comparados con este tío, eran gente bastante diplomática… -

Miré la bolsa deportiva que me habían entregado. Pesaba bastante y me sorprendía lo compacta que era.

- Ese chico no parecía estar bien de la cabeza. Por sus pintas y su temperamento, parecía una persona peligrosa, debo mantenerme a una distancia prudencial de él… ¿Qué habrá en esa bolsa? Dijo que era para el dios. Aunque también dijo que el dios era un idiota… ¿Y si hay algo peligroso dentro? Qué mal, con el estómago vacío no puedo pensar con claridad. ¿Huh? –

Me giré de pronto al escuchar a alguien bajar las escaleras de madera.

* Alguien baja. *

Cada eterno paso hacía crujir la madera de los escalones. Yo me giré expectante por ver quién iba a aparecer.

- B-buenos días. ¿Está todo bien? –

Dijo antes de llegar. Esa voz cargada de somnolencia era familiar. Sin dudas, sentí un poco de tranquilidad al escucharla.

- S-sí. Buenos días. –

Lanza apareció desperezándose, yo, pese a todo lo ocurrido, le sonreía desde mi taburete.

Vestía un pijama de color azul celeste y unas pantuflas rosas con forma de conejito. Al llegar a la cocina, bostezó con delicadeza y después me saludó agitando su mano.

* Qué zapatillas de ir por casa más adorables, ¿cómo piensa que la tome en serio de esa manera? *

- Asher Percedal. ¿Cómo estás? ¿Has conseguido conciliar el sueño y reponer tus fuerzas? –

Lanza se detuvo a mirar unos segundos la barandilla de la escalera, en la cual se mostraban los restos del disparo del chico de la máscara. En aquel momento me lanzó una dubitativa pero aún dormida mirada.

- Ya veo… -

- … -

Posteriormente frotó sus ojos y caminó hacia la nevera.

- Bueno, más o menos, pero comparado con ayer, hoy me encuentro mucho mejor. –

Lanza abrió la nevera mientras bostezaba, de nuevo, tapándose la boca y disimulando como toda una marquesa.

Su pijama era sencillo y parecía estar confeccionado de una tela muy suave. Lo más probable es que estuviese hecho de seda o de un tejido similar.

*Qué tierna está bostezando con ese pijama. Gemela guerrera, hehehe. *

- Me alegro por ti. El descanso es fundamental, sin él, tu cerebro no obtendrá conclusiones certeras, y tu cuerpo no soportará el ritmo demandado para sobrevivir. Aunque bueno, es cierto que uno nunca está preparado para esas cosas. –

- S-supongo. –

- Por favor, Asher, te ruego que no me sigas con la mirada por toda la casa, me estás empezando a incomodar. –

Dijo mientras cerraba la nevera con una caja de huevos en la mano. Sin ni siquiera dedicarme una mirada, se dirigió a uno de los muebles en busca de una sartén. Conforme la encontró, la puso sobre la vitrocerámica y la encendió.

- P-perdón, ¡no estaba pensado nada raro lo juro! ¡M-me hacían gracia los conejitos de tus pies! –

- ¿Conejitos? No hace falta que te excuses. Eres dueño de todo lo que se te pase por la mente, pero más allá de eso, todo lo que veas aquí pertenece a mi señor. Así que respétalo y siéntete agradecido de poder tener un techo bajo el que dormir. –

- S-sí. Perdóname. –

- No te disculpes, ya te lo he dicho. Y si es mi señor quien te preocupa, y a quien quieres impresionar, las palabras no valen de nada si no hay acciones que las respalden. –

Simplemente asentí.

* Ya veo, justo la misma idea que defendía El Vigilante: la importancia de respaldar tus palabras con actos. *

Sacó de otro armario una botella de aceite de oliva y puso un poco de este en el aluminio de la sartén. También agarró una espátula de madera y se puso a esperar que el aceite se calentase.

- Hmm, es verdad, tengo que comprobarlo de nuevo… -

Murmuró.

- Lanza, ¿p-puedo ayudarte en algo? –

Sin prestarme atención, salió de la zona de la cocina, desapareció de mi vista por alrededor de cinco segundos y luego regresó.

* ¿Qué está haciendo? *

Lanza caminó hasta mi lado con la espátula en la mano, y me inspeccionó de arriba abajo, a mí y a la bolsa de deporte que tenía a mi lado.

- ¿Pasa algo? ¿Quieres que haga algo? –

- El agujero que hay en la barandilla. ¿Ha sido el disparo de antes? –

- ¿Huh? –

- Esa bolsa… Supongo que sí. –

- Oye… -

Lanza me miró con cierta decepción y enfado. En sus ojos se reflejaba su opinión sobre mi repentino encuentro matutino.

- ¿Cuándo pensabas contármelo? –

Me señaló con la espátula.

- ¡Yo no he hecho nada! Lo juro. E-esta mañana ha venido un tipo muy raro, emm, con máscara, y se ha puesto a aporrear la puerta. Era muy agresivo e iba cubierto de sangre, olía muy mal. No sé quién era, ni cómo se llama. Esto, p-pero me preguntó por vosotras, por Lanza y Espada... Casi me mata. –

Aspaventé alterado y señalé en la dirección de las escaleras y del agujero de bala.

- Espada, sí… Enhorabuena, has conocido a Doyun Park y has sobrevivido. Eso ya puede ser considerado un logro. –

* No parece haber terminado de encajar que otra persona me haya contado el nombre de su hermana… *

- ¿Cómo? ¿Qué quieres decir? ¿De verdad conocéis a ese tío? ¡¿Es de los nuestros, no?! –

- Sí. Él es Doyun Park, como ya te he dicho. Y sí, él es uno de nuestros aliados, aunque te recomiendo no acercarte a él… –

- ¡¿Aliado?! Ya te digo, no pienso acercarme a él… –

- Esa bolsa que te ha dado contiene información sobre nuestros enemigos. En resumidas cuentas, él roba datos de nuestros enemigos, y si no le sirven a él para nada, nos los regala. –

- ¿Qué es? ¿Una clase de espía? –

- No, pese a preferir trabajar solo y tener sus propios motivos para pelear de forma ajena a la causa de mi señor, tanto él como nosotros tenemos la misma opinión respecto a Corpus, ambos buscamos llegar al fondo de este asunto, quemando esa casa de locos en el proceso... –

- Entiendo. -

Dijo Lanza mientras volvía frente a la sartén y freía uno de los huevos.

* Corpus… No sé de qué hablan, pero es bueno tener más aliados, o al menos saber que ese tío de la máscara no pretende matarnos por ser aliados del dios. Supuestamente… *

Recordé el poder que liberó cuando me amenazó. El mismo que liberaba aquel Pastor loco cuando peleaba o creaba esas ilusiones.

* ¿Por qué usó aquel chico ese maldito poder? Era muy rápido… ¿Estarán el Pastor y él relacionados? Pero, al ser El Pastor enemigo del Vigilante, y ser El Vigilante aliado del dios, ¿No convierte eso al Pastor en enemigo del dios? Juraría que el Pastor insultó al Vigilante por ser "un perro de los dioses" … El chico de la máscara, un aliado del dios, pero con una conexión importante con el Pastor del Midén. Debería tener cuidado con él, aún hay demasiadas cosas que no comprendo… *

- ¿Cómo es que decís aquí? El enemigo de mi enemigo es mi amigo, ¿no? -

- S-sí. Pues vuestro querido amigo casi me vuela la cabeza de un balazo. –

- No te preocupes por él. Me encargaré de que no te vuelva a hacer nada malo, hablaré con él y le explicaré tu posición aquí. –

- ¿M-mi posición aquí? –

Murmuré.

- Por cierto. ¿tiene hambre? –

- ¿Hambre? –

Lanza sabía perfectamente cómo manejar una conversación.

- S-sí, sí claro. En realidad, ya no sé ni cuándo fue la última vez que comí. Hehehe. –

- Está bien. Si quieres, yo misma puedo cocinarte el desayuno. Al fin y al cabo, no me cuesta nada hacer una ración más. -

- ¿En serio? –

- Claro, pero no te acostumbres, eh, tengo muchas cosas más importantes que hacer. –

- Estaría muy bien. Por favor, y, gracias. –

- Sí, pero mientras, querría que subieses esa bolsa llena de papeles a la puerta de mi señor. –

- ¡¿Q-qué?! ¿A la habitación del dios? –

* ¿Cómo puede pedirme que haga algo así? N-no sé si estoy preparado para encontrarme con un dios… Aún no me he recuperado del encuentro con ese Doyun Park. *

- No. Si molestas a mi señor, lo pagarás caro. –

Los zafiros de Lanza me advirtieron desde las vitrocerámicas y la sartén.

- ¿Entonces? –

- Solo quiero que le dejes la bolsa en la puerta de la habitación, en el suelo, en el penúltimo escalón. Nada más. –

Lanza sacó el primer huevo frito de la sartén y lo colocó en un plato.

- ¿Entendido? –

- Sí, sí. ¡Juro no molestarle! –

Dije levantándome de la silla de la cocina y agarrando de nuevo esa compacta bolsa de deporte. En ese mismo instante, comprobé que aquella bolsa también estaba salpicada de sangre.

* Sí que tiene la mecha corta, sí… No creo que cuando se dedique a robar información, sea de los ladrones sigilosos… *

- Más te vale hacerme caso. Simplemente deja la bolsa en la puerta, por favor. Muéstrame que al menos puedes seguir unas simples, pero muy importantes instrucciones: No llames a la puerta, no grites, no corras. Solo sigue los pasos que te he marcado. ¿De acuerdo? –

- S-sí, de acuerdo. –

* Cuánta responsabilidad… *

- Bien. –

Con la bolsa en mano. Me dispuse a subir hasta la habitación de aquel dios. Primero tuve que cruzar el resto de la planta baja: Vi una pequeña puerta, y una especie de salón con una gran mesa y muchas sillas. Había bastantes papeles amontonados sobre la mesa. Además, llamó mi atención ver, apoyada en una silla, la funda de guitarra que pertenecía a la chica de la espada, aparentemente llamada Espada, y hermana de Lanza.

* Esa funda. Me pregunto cómo estará su dueña. Si yo no fuese tan débil, quizás podría haber hecho algo más para ayudarle. Yo, solo pude entrar en pánico y gritar, como un niño pequeño en cuanto apareció el Pastor… Tengo que cambiar eso… *

Tras aquella pequeña reflexión, subí, uno a uno, los escalones por los que había aparecido Lanza. Uno de cada cuatro pasos que daba crujía debido al estado de la madera. Traté de no hacer mucho ruido, pero conforme trataba de pisar con más delicadeza, más largo era el chirrido de la escalera.

Crucé ambos pisos con una misión clara. Apenas me detuve en el piso de mi habitación unos instantes al ver las tres puertas de este cerradas. No le di mucha importancia, pues dos pasos después me hallé a mí mismo frente a la escalera que llevaba al sótano del dios. Una vez más, luché por no sucumbir a la atracción de aquella negra puerta apartando rápidamente la mirada.

* La curiosidad me va a acabar matando… *

Aquella madera oscura y mal cuidada: la última frontera entre Asher Percedal y lo divino.

* Nunca he conocido a un dios. ¿Quién sabe las cosas que habrá detrás de esa puerta a la que Lanza me prohíbe acceder? Las cosas de un dios… Uno de verdad… *

Antes de poder darme cuenta, mi mirada ya estaba de nuevo clavada en aquella puerta. A tiempo de replantearme mi expedición, abrí la puerta y entré rápidamente en mi cuarto. Dejé la mochila en el suelo y abrí la ventana de mi habitación. Buscando así que se airease un poco, y de paso me diese un poco más de tiempo para controlar mis impulsos curiosos.

* Si no mantengo una buena higiene en mi habitación, las hermanas descubrirán lo que es tener a un chico adolescente en casa… *

Cogí de nuevo la bolsa, salí de mi cuarto, respiré hondo y me quedé de pie frente a aquella escalera de nuevo.

- Venga Asher, tampoco es para tanto… -

Aquellas escaleras eran mediocres y rectas. Paredes se alzaban a ambos y arriba del todo, tras superar aquella escalada de madera y moquetas, y sin ni siquiera dejar sitio para un potencial altillo, esperaba la puerta que separaba el mundo humano del divino.

- Dejaré la bolsa en el segundo escalón de más arriba y me marcharé, justo como dijo Lanza. Ni una cosa más, ni una menos. –

Con extrema cautela, comencé a ascender hacia la puerta negra.

Tragué saliva.

- No sé por qué estoy tan nervioso, solo es dejar una mochila en la puerta y marcharme… Bueno, pero es la curiosidad hacia lo divino… –

Uno, dos, tres cuatro, cinco, seis, siete… Iba subiendo los escalones.

Procuraba no hacer ruido ya que Lanza me había pedido expresamente que no molestase a su señor.

- Tenemos tiempo de sobra… Bueno… Sí, no tengo de qué preocuparme, en dos o tres meses, podré hablar con el varias veces, seguro que sí… Ahora solo tengo que… -

Llegué al último escalón. Pude observar esa puerta negra más de cerca, estaba en peores condiciones de que creía. La madera estaba desgastada y corroída… No era una puerta muy lujosa.

Dejé la bolsa en el suelo e inspeccioné el pomo de la puerta en el más absoluto silencio. La complejidad de este sería digna de admiración de no ser por el estado en el que se encontraba. El óxido comenzaba a devorar las puntas de las decoraciones de este.

También pude fijarme en que la luz atravesaba sutilmente por debajo de la puerta gracias a un par de milímetros de imperfección que esta tenía. Sin hacer ningún ruido, me apoyé en un escalón para tratar de echar un ojo.

- Dicen que la curiosidad acabó matando al gato. –

* Problemas. *

Alguien me dirigió la palabra desde mi espalda. Era la voz de un hombre, por lo que no tuve esperanza alguna de sentirme solicitado por ninguna de las hermanas guerreras.

* Esto no es bueno. Me han pillado cotilleando. ¿Será la persona que tengo detrás el dios que me buscaba? Maldita sea, espero que no. No quiero ni imaginarme el castigo que me espera… *

- Hehehe, b-buenos días. Creo que esta cerradura necesita un poco de antioxidante o algo así, hehe. Aceite quizás… –

* Soy un idiota… *

Traté de mantener el personaje sin separar mi vista de la puerta.

- ¿Qué tal estás? Asher. –

- ¿Huh? -

* ¿Sabe mi nombre? En realidad, apenas me sorprende, parece ser que todo el mundo se lo sabe últimamente. *

- Y bien, ¿cómo te va la vida? Hehe. -

- Bueno, últimamente tengo una vida un poco ajetreada. ¿Cómo decirlo? A veces me persiguen locos, otras veces viajo hasta la otra punta del mundo, tengo una cosa extraña en el pecho, claro porque también me atravesaron el pecho… La más reciente ha sido que casi me vuelan la cabeza con una pistola esta misma mañana… Ya sabes, lo de siempre. Pero bueno, supongo que no me queda tiempo suficiente como para gastarlo encerrado en mi casa sin hacer nada, mejor salir y vivir. ¿Y usted? –

Me giré a observar, al fin, a la persona que se había interesado por mi día desde la parte baja de la escalera.

Ante mí, un hombre de avanzada edad que vestía un pantalón de pijama gris y una camiseta de tirantes bastantes desgastada, manchas brotaban de ella en las zonas de la axila y de la tripa. Su blanca barba estaba algo descuidada, pero a juego, en ese sentido, con su cabello. Se apoyaba en la pared de al lado de la escalera y me miraba sonriente, como si se alegrase de verme. De cierta forma, aquella sonrisa me inspiró bastante confianza.

- Ah, claro, hablas de la Meosnemia, sin duda, un drama. Un drama enorme, pero bueno, sus cosas tiene… ¿No? –

- Bueno… ¿Supongo? -

* El hombre tiene razón. La Meosnemia es un drama con todas las letras. Aunque, ahora que tengo esta oportunidad "gracias a ella", no puedo hacer otra cosa que tomármela con humor, ya que, da igual mi actitud frente a ella, el resultado será siempre el mismo. Así que en resumen, sí, sus cosas tiene… -

- Ya veo, Ehem. Me han hablado mucho de ti, chaval. Espada, Lanza, tenían ganas de conocerte al fin… ¡Madre mía! ¡Qué escena!, yo, aquí, metros por debajo de ti. Y tú, desgraciado por el destino, ahí arriba mirándome con cara de no haber roto nunca un plato. –

- ¿Perdón? –

- Hehehe. Nada nada. Me alegra verte sano y salvo. Eso es todo. –

Sonrió de nuevo cordialmente el hombre de barba blanca. Bajé las escaleras para hablar directamente con aquel hombre.

* Será mejor que vuelva con Lanza antes de que, por culpa de este hombre, molestemos al dios con nuestra conversación... Supongo que este será el que duerme en la puerta de al lado a la mía. Puede que sea un sirviente, dice cosas muy extrañas. O quizás se trata de otro guerrero del dios, la verdad, no me sorprendería. *

- Bueno, un placer conocerle caballero. Si me permite, ahora que le he dejado esa bolsa ahí al señor de la casa, volveré con Lanza para desayunar. Si le soy sincero, ya ni recuerdo cuando fue la última vez que comí algo, hehehe. –

- Ah, así que le traías una bolsa al señor Hermes, muy bien, muy bien. -

- ¿Hermes? –

* Si he escuchado bien, ¡el dios de la casa es… *

- Entonces, el disparo que se ha escuchado antes era obra del señor Park, no hay duda. Un placer saber que sigue de una pieza… Ese cabeza hueca debe tener cuidado, ¿sabes? las calles de esta ciudad ya no son lo que eran, y tratando de asaltar noche tras noche a esa gente, acabará teniendo un disgusto en un futuro cercano… –

- S-sí, pero, un momento, un momento. ¿Puede repetir eso? ¿He-Hermes? ¿Quién es Hermes? –

Me acerqué al viejo hombre.

- ¿Huh? ¿Tú que crees? ¿Un avión? –

- Hermes, ¿c-como el dios? ¿E-el dios de la antigua Grecia? ¿Zeus, Poseidón? –

- La verdad Asher, no sé cómo explicárselo, ¿conoce usted a muchos dioses que se llamen Hermes? –

- B-bueno… -

Automáticamente, me arreglé la ropa y procuré estar lo más presentable posible por si Hermes aparecía.

- Hahaha, esos dioses tienen tanto ego a sus espaldas que jamás podrían vivir sabiendo que existe otra persona con su mismo nombre. Algunos llegan al extremo de tener más de un nombre debido a su elevada autoestima, hahaha. –

- Hmm. Déjame asimilarlo… -

Caminé hasta la barandilla y volví. Miraba al suelo tratando de encontrar el sentido a mi existencia.

* Dios Hermes, en mi casa, ¿el de hace más de dos mil años? ¿Qué hago yo en Seúl? ¿De verdad quiere un dios griego mi ayuda? ¿Y si solo me quiere para usarme de cebo ya que mi vida no tiene sentido? ¿Qué hace un dios griego aquí? Grecia no está nada cerca de aquí… *

- Lo siento, pero no entiendo cómo puedes hablar de dioses con tanta naturalidad. Pero, ¿puedo hacerle una pregunta? –

* Es importante hacer las preguntas correctas, así sacaré información más valiosa. *

- Claro, pero no tardes mucho o se te enfriará el desayuno, y es todo un lujo que Lanza te haga el desayuno. Hehehe. –

- Sí. Esto, ¿cómo puede ser que los dioses existan? Osea, menos por El Vigilante, no he escuchado a nadie más hablar de ellos, ni nadie que diga haberlos visto. ¿Por qué de repente tengo que creerme que los dioses existen y que uno quiere que venga hasta aquí? –

- El Vigilante… -

Dijo rascándose la barriga y mirando hacia otro lado, como si no supiese de qué le estaba hablando.

- Esto. No importa, hablo del hombre del guantelete, el que tenía la misión de encontrarme y de decirme que viniera hasta aquí. Emm, tenía una máscara. -

- Ah, vale, vale, sí, sí. El Vigilante, hehehe. Ehem… En cuanto a tu primera pregunta, ¿Por qué no iban a existir los dioses? Tú mismo conoces sus nombres, y también has visto cómo en otras épocas la gente construía templos en su honor, algunos siguen en pie todavía. ¿Me entiendes? conoces sus historias y sus vidas, es obvio que alguien tuvo que vivirlas para que otros las contasen. No van a aparecer de la nada. –

- Dicho de esa forma... –

- En cuanto a tu segunda pregunta. A ver, me has preguntado por qué tendrías que creer que ahora, de repente hay dioses otra vez, ¿verdad? –

Asentí interesado. Ahora que por fin alguien respondía mis preguntas, aunque fuese un viejo sin ducharse, no quería interrumpir su explicación.

- Pues bien, la verdad es que esa segunda respuesta es más complicada de entender, quizás en otro momento. –

- ¿Huh? -

- Pero, mira, hablemos desde tu propia experiencia: hasta hace pocos días, ¿podrías creerme si te digo que existen monstruos como las midestias sueltos por las calles? Por ejemplo. ¿Y qué me dices del Maná? Tú mismo lo sientes en tus propias carnes en forma de ese cristal puro de Maná. ¿Lo conocías antes de hace cuarenta y ocho horas? –

- Vale, vale, está bien, ya veo a dónde quiere hacer llegar. –

* ¿Qué le voy a hacer? Sin duda es un argumento convincente. Por fortuna o desgracia para mí, hasta hace más de dos días no sabía que existían estos monstruos, ni nada de lo que sé ahora mismo. La cuestión es el por qué han aparecido: las midestias, los dioses, ¿qué ha pasado para que todo se descontrole tanto de repente? Tendré que avanzar más para saberlo… *

- El universo, el universo es un lugar muy vasto, y tú eres pequeño, señor Percedal. A veces, es mejor disfrutarlo en lugar de cuestionarlo todo. Y más tratándose de usted, el tiempo que pasa dudando es tiempo que pierde para disfrutar. ¿De verdad quiere saberlo todo? Yo podría contarle mucho, pero, ¿no será más emocionante vivirlo? –

- Tienes razón. No hay nada más que pueda decir… –

En ese mismo instante, por algún motivo, una lágrima brotó de mi ojo derecho. No supe si era de tristeza o de alegría, pero sentí que un nudo dentro de mí se soltaba y me permitía respirar con más suavidad.

- ¿Verdad? Hehe, anda, vuelva a desayunar con Lanza, hoy va a ser un día largo, pero seguro que se resuelve alguna de tus incógnitas hombre. –

- Sí, tiene razón. Voy. –

Me preparé para bajar las escaleras dedicándole una sonrisa de despedida a aquel hombre.

- Dile que aparte del huevo frito, que te haga su tostada especial. Hehehe. -

Me agradó la actitud de aquel señor. Era un hombre realmente simpático, sentí que, de cierta forma, éramos muy parecidos.

Habiendo concluido aquí la conversación, bajé un par de escalones y me giré de nuevo hacia el hombre de la barba blanca.

- Un placer conocerle, señor… -

- Hahaha. Venga, no te entretengas, da igual cual sea el nombre de este gentil sirviente. Lo importante ahora es que aproveches el día. –

- Bueno, pues hasta luego. Y gracias por todo, de verdad. –

- Muy bien. Lo mismo digo. Espero que podamos hablar más esta tarde. –

Sonrió aquel hombre. Su dentadura era blanca y estaba muy bien alineada. Contrastaba con su humilde imagen en general. Aunque era un bonito detalle, una buena sonrisa siempre es algo bonito de ver.

- Así que el dios Hermes… -

Murmuré entusiasmado.

Bajé los escalones a paso ligero, no quería hacer esperar más a Lanza. Todo iba como la seda, hasta que en la última sección de escaleras, justo antes de llegar a la planta baja, me vi obligado a bajar el ritmo y a ayudarme de la barandilla para no caerme debido al fuerte mareo que sentí.

Todo se volvió muy confuso en cuestión de instantes. Podía sentir mi tensión bajar de golpe, y junto a ella, toda la fuerza de mis piernas.

- Otra vez. -

Mi equilibrio me abandonó y me dejó tirado en un mar de obstáculos en forma de escalones, los cuales tenía que descender sin dejar de ayudarme de la barandilla.

Pese a las manchas negras en mi visión y al repentino pitido de mis oídos, decidí no detenerme. Seguí intentando llegar abajo. Convivir con la Meosnemia era una especie de reto personal que me había impuesto a mí mismo.

* No puedo detenerme. Tengo que acostumbrarme a estos mareos. Si se trata de la Meosnemia, esta va a acompañarme todo el tiempo que me queda. Tengo que aprender a controlarla por si algún día aparece en algún mal momento. ¿Qué haré si sufro esto en medio de un encuentro con una midestia?… O peor… *

- Venga Asher. Tú puedes… Un par de escalones más. -

Apenas me quedaban un par de escalones para llegar. Gracias a mi esfuerzo y a la ayuda de la barandilla, conseguí pisar con ambos pies suelo duro de nuevo.

<< Poff >>

Al deshacerme de mi apoyo extra y tratar de caminar hacia la cocina, caí al suelo traicionado por mis impotentes piernas. El sonido de mi codo chocando contra el parqué resonó por toda la planta baja.

- Madre mía. Menos mal que, al menos, se me da bien caer. La habilidad de un felino, qué dolor… -

Me quejaba desde el suelo.

- ¿Se puede saber qué estás haciendo tirado en el suelo? –

- ¿Huh? –

- ¿Y por qué estás hablando solo? ¿Es que estás delirando? –

- Hola de nuevo. Una pregunta, Lanza, ¿qué hora es? –

Antes de que pudiese darme cuenta, Lanza había venido a comprobar qué había pasado. Su mirada era de decepción, mezclada con un poco de desconfianza. Supuse que encontrarte al nuevo inquilino de tu casa aturdido y tirado en el suelo no era una buena muestra de seguridad.

- Eres un chico muy extraño, he de admitirlo. –

Se acercó a mí y me tendió una mano para que pudiese levantarme.

- Bueno, pues ya que lo preguntas, son las diez y media de la mañana, y yo estaba a punto de dejar de prolongarte el tiempo de cortesía antes de empezar a desayunar por mi cuenta. –

- ¿¡Las diez y media ya!? –

- Supongo que no he tenido suerte… -

- Madre mía, pensé que sería más pronto… ¿No estáis todos en esta casa muy relajados? –

- Ayer llegamos a casa más tarde de las dos de la madrugada. En lugar de quejarte, podrías agradecer que hayas podido descansar poco menos de ocho horas. –

- Hehehe, supongo que sí… -

- Bueno, señor Asher, yo le espero en la cocina, es usted libre de acompañarme en el desayuno. -

Lanza se fue caminando hacia la cocina, yo fui detrás. Me senté en la isla de mármol con una bolsa de verduras congeladas aliviando el dolor de mi codo, y antes de que me diese cuenta, mi querida compañera ya me había servido desayuno.

Ante mí, un plato con dos huevos fritos y dos tostadas de mantequilla y azúcar. Supuse que a eso se refería aquel hombre con "las tostadas especiales de Lanza". Simple, pero suficiente para un primer desayuno fuera de casa.

También me preparó un zumo de naranja. Estaba impresionado con el buen servicio.

- Wow, Lanza, no hacía falta que te molestases en hacerme un desayuno así, yo no suelo desayunar mucho… -

- No te preocupes, además, es esencial estar siempre bien alimentado. ¿Café? –

- Sí por favor. Solo va bien. Ah, y sin azúcar, por favor. –

- ¿Café sin más? –

- Sí, sí. Sin nada. A mí me gusta el café fuerte. Hehe. –

- Como gustes. –

Unos segundos después, Lanza me entregó una taza de café recién hecho que se había molestado en preparar instantes antes a mi lamentable desfallecimiento y posterior caída.

- Aquí tiene, señor Asher. –

- Bueno, muchas gracias, pero por favor, no hace falta que tengas un trato tan cordial conmigo, posiblemente tengamos edades parecidas. –

- No comprendo. –

- Emm, digo, que me puedes tutear, se me hace raro que me hables con tanta formalidad. –

- No sé a qué te refieres. Yo trato así a todo el mundo. –

Cogió un plato igual al mío y se sentó al otro lado de la mesa tras servirse también un vaso de zumo. La única diferencia entre nuestros desayunos era la ausencia de café en el suyo.

- Ahora bien. ¿Cuál es el motivo por el que te has mareado antes? –

Me preguntó mientras yo degustaba el café que me había preparado.

- ¿Perdón? –

- En la escalera, ¿por qué te has desmayado de esa forma? -

* Lo ha notado. ¿Qué debería hacer? ¿Le cuento la verdad? ¿Cuánta información es demasiada? El viejo de arriba lo sabía… *

- Hehe, bueno, digamos que es el, el, el hándicap que me ha "traído" hasta aquí. Supongo. De cierta, ¿forma? –

- ¿Hándicap? –

Me miró curiosa.

- Sí, sí. Ehem, ¿cómo puedo explicarlo sin que parezca un drama? Tampoco pienses que es algo tan importante. –

Fanfarroneé. Prefería evitar que Lanza me viese como "un pobre desgraciado sin futuro". Ser "la persona que tu señor buscaba para ayudarlo en su lucha" me parecía un título más conveniente para el bien de mi reputación.

* ¿Por qué no he dicho simplemente que era un bajón de azúcar? Soy un idiota… *

- A partir de ahora compartimos los mismos enemigos y el mismo peligro, debemos conocernos bien. Si no soy consciente de tus debilidades, no podré ayudarte y compensarlas. –

- Pero es que, no creo que te interese, es una cosa un poco extraña ¿sabes? –

- Parece que se trata de una cuestión de la que te avergüenzas enormemente… -

- Más bien, velo por mantener alto el optimismo de nuestra causa. Es mi primer día aquí... –

Parecía dispuesta a seguir insistiendo. Mis intentos de desviar la atención estaban fracasando.

* Tengo que aprender a tomar las riendas de las conversaciones y a jugar mejor mis cartas. Soy demasiado blando y hablo demasiado. Ahora estoy con una persona de confianza, pero recuerda lo que dijo ese Doyun… *

- Si quieres, luego te explicaré mis inseguridades para que estemos en paz. No quiero que sientas que no soy digna de tu confianza, Asher. Si eso hace que te sientas mejor, lo haré por nuestra causa. –

* Parece que no hay forma de esquivar el tema de conversación. Cuando antes acabe con esto, antes podré desayunar. *

- Está bien, si insistes, te explicaré el por qué me he desmayado… -

Lanza me prestó toda su atención, estaba sentada a poco más de un metro de mí. Sus ojos, azules como el cielo, esperaban mi respuesta, como un pequeño animal que espera ser alimentado, solo que este solo esperaba la verdad.

* Las chicas guapas saben cómo manipularme… *

- Verás. Lo que pasa es que tengo una enfermedad terminal. –

- … -

Inclinaba su cabeza hacia un lado sin dejar de mirarme.

- Lo que significa que en pocas semanas moriré. De verdad, para siempre… Ehem. Es por eso que creo que vuestro, esto, señor está interesado en mí. –

- Ya veo. Creo que entiendo lo que me quieres decir. Enfermedad terminal… –

Reflexionó Lanza tratando de entender la situación lo mejor posible.

- Según el doctor que me atendió, sufriré estos mareos de vez en cuando hasta el día que muera, fecha del cual desconozco… Por lo que no te asustes, solo pellízcame o algo cuando pase para espabilarme de nuevo. O, si me vas a pegar una bofetada o algo así, por favor no te pases con la fuerza. Puede que con una buena dosis de azúcar me baste para recuperarme, no sé. No tengo ni idea, la verdad. Hehehe. –

- Para estar hablando de tu muerte anunciada, no parece que te lo estés tomando muy en serio. –

Me miraba sin cambiar su expresión. Su mirada seguía clavada en la mía. Yo reí un poco para aliviar la gravedad de mi discurso.

- Bueno, ya me entiendes. -

Dejé salir una sonrisa de falsa despreocupación, en ese momento me negaba a ser visto como un ser débil.

- No hay nada que pueda hacer para remediarlo. Solo me queda esforzarme por hacer algo noble hasta el que llegue ese último día… -

- Esta es tu habilidad entonces, sí que era una cualidad un poco extraña… -

Dijo sin quitando su vista de mí. Cogió ambos cubiertos, y colocó los huevos fritos de su planto encima de una de las tostadas.

- Lamento su situación, señor Asher. Sufrir más y más hasta hallar el ansiado final. Rezando para que, cuando el cuerpo termine fallando, el enemigo, al que pretendías degollar hace unos instantes, tenga la bondad suficiente de ponerle a descansar de la forma más rápida posible. –

Posteriormente, cogió la otra tostada y la colocó justo encima de los huevos fritos, los cuales estaban encima a su vez de la primera tostada. Creando en el acto una peculiar especie de ¿sándwich?

- Suponiendo, claro está, que no acabes en el asfalto de esta ciudad, completamente desmembrado, frío y putrefacto antes de tiempo. –

Me estremecí por unos instantes. Esa descripción cuajaba demasiado bien con lo que sentí cuando creí que El Vigilante me iba a asesinar. Toda esa sangre, todo ese caos dentro de mí…

- Oye, eso no es muy alentador. –

- Pero le entiendo, y le ayudaré en lo que pueda. Cuando uno pierde el sentido a la vida, al menos se molesta por cavarse una tumba que sienta que le dignifica. Creo que tomó la decisión correcta viniendo, aunque a nosotros nos salió un poco caro… -

Al contrario que antes, ahora Lanza ya no me miraba. Parecía que se hubiese ausentado en sus pensamientos mientras se comía su peculiar sándwich. Supuse que ahora que conocía mi situación, buscaría mi sentido en esta misión.

* Veo que ha entendido mi postura, aunque lo ha explicado de una forma tan siniestra que parecía, no sé, que me estuviese hablando de un drama de televisión. *

Tras sacar de mi cabeza las horrendas imágenes de mi muerte y de mis ataques de Meosnemia, comencé a desayunar también.

Al contrario que mi nueva compañera, yo me comí la comida por separado, no me atreví a intentar recrear esa torre de panes y huevos a la que alguien antes de mí, había se había atrevido a bautizarla como Tostada Especial de Lanza.

Al fin se creó un merecido silencio entre ambos, di por terminado el interrogatorio.

Este silencio era, a veces, meramente interrumpido por el sonido de los vasos y cubiertos tocando la mesa o chocándose entre sí, pero nada más que eso.

* Esto está bastante rico, debería felicitar a la chef. Tenía más hambre de la que pensaba, a lo mejor por eso estoy tan contento con el sabor…. *

Mientras masticaba, cerré los ojos. Este pequeño momento de calma oxigenaba mis neuronas, las cuales estaban ya saturadas de tanta información. Podía sentir cómo mi mente se dejaba llevar.

* Siento que me merecía un descanso así. Al fin, comiendo tranquilamente, sin interrupciones por desmayos repentinos o dolores de pecho acompañados de calambrazos de Maná. *

- Aun así, lo siento, pero me cuesta creerme tu situación. –

- Lo sé, yo tampoco puedo creerme que haya llegado hasta aquí. Creía que iba a morir a manos de cualquiera de los seres que me he ido encontrando. –

- No. –

- Todo pasa tan rápido. –

- No me refería a eso. –

Abrí los ojos al escuchar cómo se levantaba de su silla y llevaba su plato a la pila.

- ¿Huh? –

- Me refería a lo que has dicho, respecto a tu enfermedad terminal. –

- No sé. ¿Es que no me crees? –

* ¿Qué se estará pasando por su cabeza? *

Bebí un sorbo de mi café.

- Si quieres pue… -

- Algo no me cuadra. Mi señor no sería capaz de llamar a alguien joven como tú solo para que muriese aquí sirviendo a nuestra causa. –

- ¿Qué quieres decir? ¿Que en verdad no estoy aquí por mi potencial suicida? El hecho de poder olvidarme de mi futuro y centrar todos mis esfuerzos en el presente me parece un motivo suficientemente válido para haber sido reclutado. A diferencia de otros enfermos terminales, yo, al menos, puedo correr y desplazarme libremente. Al menos puedo servir de cebo. ¿No? Porque te voy a ir avisando, no sé usar ningún arma… –

- No, y le pido un poco de respeto por los enfermos. –

- Perdona, perdona. P-pero me entiendes, ¿verdad? –

- Lo que quiero decir, es que debe haber algo más que eso. No digo que esa enfermedad suya no tenga una gran peso en esa decisión, pero mi señor no lo haría solo por algo así. –

- Si tú lo dices…. -

Yo seguí comiendo, no me interesaba mucho esta conversación ya que conocía perfectamente mi situación y capacidades. Llevaba poco tiempo en la otra punta del mundo, como para preocuparme de extrañas conspiraciones internas de esta casa y sus peculiares inquilinos.

- Lo siento Lanza, pero no estoy yo muy seguro de que eso que dices sea verdad. Y si lo fuese, lamento decirte que no sé nada al respecto…Sinceramente, si fuese tú, no perdería el tiempo preocupándote por cosas así. De verdad. –

Le apunté con poca educación usando mi tenedor.

- Pero créeme, yo ya he insistido bastante en el tema. El Vigilante me llamó idiota por pensar que tenía algún talento o superpoder. Lo único que tengo es este dichoso cristal de Maná puro o como se llame, y lo único que hace es darme calambrazos cuando le da la gana. –

Me señalé el pecho mosqueado.

- ¿El Vigilante? –

- Sí. Eso da igual. –

- Algo ha llegado a mis oídos respecto a ese incidente del cristal… Hmm. La verdad es que albergar un cristal puro de Maná en el pecho no suena como una actividad muy sana, señor Asher. Yo, ni siquiera he tenido nunca el honor de ver uno con mis propios ojos. No sé si debería sentirse afortunado de poder seguir vivo estando en contacto constantemente con un artefacto tan increíble. –

Con el mismo rostro introvertido y escaso de emociones que me llevaba regalando toda la mañana, Lanza se acercó, recogió mi plato y mi vaso, vacío de zumo también. Viendo que el desayuno había terminado, me apresuré en terminarme mi café. Su amargura impregnó todas mis papilas gustativas.

- No sé si increíble es la palabra… Mira. –

Me incorporé y estiré un poco mis articulaciones.

- Sinceramente, no me ofende que Hermes solo me quiera por la situación en la que estoy. Poca gente joven puede "presumir" de tener tan poco futuro. –

- ¿Cómo sabes tú ese nombre? –

* Quizás, nombrar al que es su señor, y dueño de esta casa no ha sido me mejor idea. ¿Será algo de mala educación? *

- Perdón, pero, ¿no está bien que diga ese nombre? –

- No se trata de que digas el nombre, más bien, ¿quién te lo ha dicho? ¿Aquel Vigilante del cristal? –

- No. Pues, ahora que lo mencionas, de camino a entregar la bolsa… -

- ¡¿Qué has hecho ahí arriba?! –

- ¿Huh? ¿Yo? Nada, nada. –

- Asher. –

- De verdad. Lo que no me esperaba, era entablar una conversación con ese amable y viejo sirviente que también vivía en esta casa. –

- ¿Cómo? Asher, te pido, por favor, que me expliques eso último. –

- Sí, sí. Un señor amable que dice cosas un poco extrañas, pero que a su vez, parecía un tipo espabilado. Apareció bromeando detrás de mí. Llevaba una camiseta un poco sucia, pero por lo demás, un persona encantadora. –

- Un hombre… -

Murmuró.

- Hehehe, ya podrías haberme avisado de que en esta casa vivía más gente, me he llevado un susto tremendo. Dime, ¿es el sirviente verdad? –

- Sirviente… -

Con solo mover una ceja, Lanza expresó a la perfección lo que opinaba de esa conversación.

- Un sirviente… -

* Creo que estoy tocando un tema que no debería. *

- ¿Lanza? –

- Son todos iguales… -

Lanza se giró, agrupó todos los ingredientes del desayuno, y encendió la vitrocerámica de nuevo.

- … Sirviente… Maldita sea… Hombres… ¿No pueden estarse quietos ni dos minutos? –

Seguía hablando consigo misma mientras se acercaba a la nevera, y de dentro de ella sacaba una jarra de zumo de naranja.

* ¿Qué he hecho? De verdad, tengo que empezar a medir todo lo que digo… *

- ¿P-puedo ayudarte en algo? Yo fregaré los platos, tú puedes seguir con tu día. Hehe, hehe. –

- No hace falta… No importa… -

Respiró hondo apoyando los cuchillos del desayuno dentro de la pila.

- Dime Asher, ¿qué piensas hacer hoy? –

- ¿Hoy? P-pues no lo sé, la verdad, pensaba que, quizás, conocería al resto de gente implicada en nuestra misión, o haríamos algo juntos, como planes o entrenamientos… -

- Lo siento pero eso es imposible. –

- ¿Qué? ¿Por qué? –

- Porque estas son valiosas horas de descanso. –

Comenzó a freír dos huevos.

- Pero, ¡¿no se suponía que eran las diez y pico de la mañana?! –

- Efectivamente. Quizás, debimos haberle informado antes, ahora que lo recuerdo, anoche se me olvido comentarle esto mismo… -

* No entiendo a qué se refiere… *

- Nosotros actuamos de noche, que es cuando más midestias y problemas en general hay. De día, bajo las miradas de toda la ciudad, es raro que algo malo ocurra. Es por eso que, la mayoría de las veces, actuamos de madrugada. –

- Tiene sentido. –

Lanza sacó los huevos de la sartén, y los colocó junto al resto de partes del desayuno en un plato llano.

Bostecé.

- ¿Verdad? Es por eso que me voy arriba a seguir durmiendo. –

- ¿En serio? ¿Y-y qué se supone que debo hacer yo? –

- Usted puede darse una vuelta por la ciudad. Cuando antes conozca las calles mejor, además, ahora que aún no estás adaptado al horario nocturno, es el mejor momento para que pueda comprarse todo lo que necesite. Que ayer vino hasta aquí sin nada de equipaje… -

Me recriminó sutilmente.

* Lo peor es que tiene razón… Ese Doyun me ha quitado el jetlag de un balazo, nunca mejor dicho… *

- B-bueno, está bien. Supongo que puedo aprovechar para darme una vuelta por ahí… -

- Bien dicho, veo que al menos no es usted un vago. –

- ¡O-oye! ¿Y adónde vas con eso? Es que aparte de dormir dos veces, ¿desayunas dos veces? –

- Es obvio que no. Pero como veo que usted tiene poca memoria, le recuerdo que mi hermana sigue en cama malherida por ir a buscarle… -

- Espada… -

* Me gustaría poder hablar con ella, aún no le he podido agradecer que me protegiera de aquel loco… *

- Exacto. Por cierto, relacionado con Espada. Le recomiendo que, si tiene la oportunidad de hablar con ella en un futuro, le mienta y le diga que yo le dije su nombre en lugar del señor Park. La tranquilizará. –

- … Si insistes… ¿No podría hacerle una visita ahora mismo? –

- Imposible, mi hermana sigue débil. Además, tampoco es que me haya preguntado por usted. Es mejor dejarlo estar por el momento. –

- … -

No supe qué decir ante eso. Supongo que era verdad y ya.

- Bueno, si me permite, yo me retiro por el momento. Con que vuelva antes de las seis de la tarde estará bien. Es libre de hacer lo que le plazca hasta entonces. Cuando vuelva esta tarde, tendrá mejores cosas que hacer, se lo aseguro. –

- M-muy bien. –

- Hasta luego, señor Asher. –

Se marchó hacia las escaleras.

- Ha-hasta luego pues… -

Abandonado por mi compañera, el mero hecho de poder hacer lo que quisiese en una ciudad tan grande me agobiaba un poco. No conocía nada sobre el idioma local, y mucho menos lo que me esperaba ahí fuera, pero habiendo comenzado el día de la forma en la que lo hice, sabía que este solo podía ir a mejor.

- Ni siquiera tengo un mapa… -