Sin el abrigo militar, Feng Qingxue no sentía frío.
La razón era simple, llevaba ropa de cachemira debajo de su chaqueta acolchada, lo cual era increíblemente cálido.
Después de despedir al padre y al hijo de Lu y volver a la habitación, Miao Fengqin entregó dos paquetes de terrones de azúcar a Feng Qingxue —Nosotros, la gente del campo, no tenemos tickets de azúcar y no podemos comprar esas cosas. Tu tío tiene formas de conseguirlas en casa, pero ustedes dos hermanas no pueden, así que llévenselos para endulzar su boca. Si alguien pregunta sobre tu encuentro de hoy cuando llegues a casa, simplemente distribuye algunos terrones de azúcar entre ellos, si nadie pregunta, guárdenlos para ustedes mismas.
—Deja un paquete para ti, cuñada, yo solo necesito uno —Feng Qingxue devolvió un paquete.
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