Un día después...
Hayato estaba ante una persona cuya apariencia no se podía discernir debido a que estaba detr arrodillado ás de unas cortinas. Acababa de informarle todo lo que había pasado y lo que le había sacado a la sacerdotisa, cuya autoridad solo era superada por el sacerdote principal.
Ya sea por suerte o no, al parecer ella era la máxima autoridad en este plan, por lo que se puede decir que la iglesia no había traicionado al reino y la humanidad. Aun así, tendrán que pagar por lo que hicieron. Los rehenes liberados ya habían vuelto a sus hogares y los rumores comenzaron a esparcirse, poniendo al templo en una posición delicada.
"Bien hecho, Shogun Hayato. Debido a tus logros, tu posición como shogun y comandante en la próxima expedición está solidificada. Además, esto hará que el templo no actúe arrogantemente por un tiempo, pero tienes que estar atento. Puede haber más traidores de la humanidad entre el ejército, pero confío en que podrás manejarlo," dijo la figura detrás de las cortinas, el Rey (Rei Heika).
"Sí, Heika. No lo decepcionaré."
"Además, ese mercenario que te brindó información y que tiene un rasgo tan fuerte, mantenlo cerca de ti. No sé sus orígenes, pero los adivinos dijeron que extranjeros de fuera de nuestro reino tenían la clave para superar esa catástrofe. No sé si él es uno, pero te recomendaría tenerlo cerca."
"Se hará como usted diga." Con esa respuesta, la conversación terminó y Hayato salió de la habitación. La figura que ahora estaba sola murmuró para sí misma:
"Oh, gran madre tierra, protege a mi reino," una oración que enfadaría al templo si se escuchara.
"Y perdóname por lo que haré."
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La mañana siguiente a la batalla en las catacumbas, me encontraba en camino a reunirme con Lord Ryota, quien me había ayudado a contactar con el Shogun para llevar a cabo la tarea de rescate. Ahora que todo había terminado y su esposa estaba entre los rehenes liberados, vine a cerrar el trato. Al llegar, me recibió en la recepción junto con su esposa e hija, quienes me dieron una cálida bienvenida. En ese momento, se inclinó profundamente y me agradeció por devolverle a su familia.
"Lucien-dono, muchas gracias por salvar a mi esposa e hija," dijo con voz temblorosa, denotando un aprecio sincero que contrastaba con su habitual porte.
"Señor, no tiene que hacer esto, es parte del trato al que llegamos," respondí, intentando restar importancia al agradecimiento.
"Su ayuda también fue crucial, ya que pude reunirme con el Shogun gracias a usted."
"Aun así, gracias. Le aseguro que lo apoyaré hasta que se convierta en un noble. Y si no lo logra, no me importará si se casa con mi hija," dijo, ofreciéndome una salida inesperada.
Lo de ser un noble es solo una excusa para lograr grandes hazañas y terminar el laberinto con muchas recompensas, así que no me importa realmente alcanzar un título nobiliario.
Dejé el tema de lado, ignorando a su hija que me miraba sonrojada. Conservo la apariencia de un adulto, la misma que he usado desde que salí de la capital, y su hija tenía la edad de Eirlys y el resto. Fingí no escuchar nada y cambié el tema a lo realmente serio. En la recepción hablamos de cuál sería su apoyo hacia mí.
Según él, siendo un noble dedicado al comercio sin muchos subordinados ni ejército personal, no participaría directamente en la batalla, encargándose solo de suministros de comida y armas.
Sin embargo, propuso contratar mercenarios y enviar a un representante de su familia para que siguiera mis órdenes y dirigiera a los mercenarios. Así, ahora tendría un escuadrón de 200 mercenarios de dos y una estrella a mis órdenes, lo cual se considera un gran poder de combate.
No escatimó en gastos para apoyarme; tal vez pensó que lo valía, así que estoy satisfecho con los arreglos, ya que lo principal que quería de él era reunirme con Hayato para ganarme su confianza.
La razón por la que todo sucedió así se debe a que, en vísperas de la batalla, se suponía que el noble con mayor poder y rango dirigiría la incursión, poniendo a Hayato como principal candidato.
Pero curiosamente, la iglesia, que a pesar de tener tanta o más autoridad que el rey y siempre mantenerse neutral, intervino en los asuntos del reino proponiendo su propio representante entre los nobles poniendo en duda la posición de Hayato.
Sin embargo, debido a la información que traje y a que los sucesos eran dirigidos por el sumo sacerdote, quien tenía autoridad solo por debajo del sacerdote principal, causó que la iglesia, que estaba presionando, retrocediera. Esto solidificó a Hayato como líder de la incursión. Por eso, aunque dudaba de la veracidad de la información, no pudo evitar arriesgarse.
Ahora tengo la confianza de Hayato y una alta posición como consejero en la próxima expedición, sin mencionar que tengo un pequeño ejército de mercenarios bajo mi mando.
Mientras caminaba por las calles, pude ver a uno de los integrantes de la Luna de Sangre que también había entrado en el laberinto. Los había dejado de lado para concentrarme en el despeje, pero ahora estoy libre hasta que comience la incursión. Decidí seguirlo y ver qué planeaban.
Durante las siguientes horas, observé cómo reunía información, tratando de descifrar las condiciones de despeje del laberinto. Se sabe que se necesita más que poder para despejar un laberinto, y ahora que a todos se les redujo el rango, parece que tienen problemas para encontrar las condiciones necesarias. Yo estaría en su lugar si no fuera por Gaia.
Lo seguí con la intención de deshacerme de ellos antes de perder la oportunidad. Después de unas horas, vi que se reunieron en una casa abandonada un poco apartada del centro de la ciudad.
Allí pude ver a los otros que habían ingresado en el laberinto. Aunque su rango se redujo a uno similar al mío, tienen experiencia y es muy probable que puedan manejar características. Además, como pertenecen a la Luna de Sangre, es muy probable que tengan el rasgo demoníaco, lo cual no sería un problema para mí, ya que tengo el rasgo santo.
Podría matarlos en una emboscada cuando no se den cuenta e incluso, si lo hacen, creo que puedo eliminarlos y huir en el peor de los casos.
Justo cuando estaba a punto de comenzar mi ataque, me detuve porque el contenido de su conversación era más importante de lo que pensé.
Me quedé escuchando por un tiempo y, al final, decidí no matarlos. Serán más útiles de lo que pensé para poder despejar este laberinto.
"Lili," susurré.
['Haaa... ya sé lo que me vas a pedir'].
Sin siquiera decir nada, Lili se separó de mí y entró en la sombra del que parecía el líder.
Así que, sin que me notaran, me fui dejando a Lili la tarea de vigilarlos.