webnovel

capitulo 1: "La Caída de la Inocencia"

Me encontré sumido en el aburrimiento más profundo, confinado en las cuatro paredes de mi habitación, anhelando la libertad del exterior.

Haito Griswold: "Me muero de aburrimiento aquí encerrado, quiero salir a jugar", murmuré con un tono lloroso que resonaba en la soledad de mi espacio.

Decidí buscar refugio en mi cuaderno de anotaciones importantes, aquel que guardaba en el cajón más recóndito de mi mesa, al fondo de la habitación. Pero, al abrirlo, me encontré con la decepcionante realidad de que no contenía nada más allá de unas cuantas tareas pendientes y proyectos futuros sin mayor relevancia.

Fue entonces cuando el llamado de mi madre desde la cocina rompió el silencio, invitándome a almorzar. Con el apetito avivado por el olor a estofado que se colaba por las rendijas de la casa, bajé las escaleras a toda prisa, tropezando justo antes del anteúltimo escalón y cayendo de bruces al suelo.

Mi madre, al presenciar la escena, corrió hacia mí, su rostro reflejando una mezcla de preocupación y alivio al verme.

Rebecca Ardragon:"¿Estás bien, Haito? ¡Te golpeaste muy fuerte!" Su voz se llenó de un temor maternal que solo sirvió para reafirmar su constante preocupación por mi bienestar.

Haito Griswold:"si mamá solo fue un golpe,estoy bien !"

Asegurándole que estaba bien, me apresuré hacia el baño para limpiar la herida de mi frente, mientras ella, en un susurro casi imperceptible, expresaba su orgullo por la fortaleza y determinación que veía en mí, heredadas sin duda de mi padre.

Tras un breve momento de cuidado personal, mi madre me recomendó una tarea: ir al mercado a comprar algunas verduras para completar su receta. Me entregó una lista y una piedra mágica, asegurándome que esta última me protegería de cualquier peligro, haciéndome invisible ante los ojos de aquellos con malas intenciones.

Con la piedra en mi bolsillo y la lista en mano, me lancé a la aventura nocturna. La oscuridad apenas era rota por las luces tenues de las esquinas, y las figuras sombrías que se movían en ellas me recordaban constantemente el peligro que acechaba en las sombras.

Finalmente, llegué al mercado, un lugar que solía ser bullicioso y lleno de vida, pero que esa noche se encontraba extrañamente silencioso y desolado. Al entrar en la verdulería, el ambiente oscuro y la ausencia de personas presagiaban algo siniestro.

Mis temores se confirmaron cuando, al adentrarme más en el local, me topé con una criatura horrenda que, emergiendo de las sombras, se reveló ante mí con una sonrisa macabra.

Vampiro: ¡Qué sorpresa, un niñito tan solo a estas horas! — dijo con una mirada psicópata, mientras se limpiaba los restos de sangre con la lengua. Sonrió y me invitó a acercarme, prometiendo enseñarme un truco de magia. Claro, yo no soy tonto.

Haito Griswold: No, muchas gracias — respondí, forzando una sonrisa nerviosa mientras retrocedía muy suavemente.

Era un vampiro, sorprendido por mi presencia que escapaba a sus sentidos. La amenaza se hizo tangible cuando, en un arranque de violencia, me lanzó los restos del verdulero, sembrando el terror en mi corazón. Paralizado por el miedo, pero impulsado por el instinto de supervivencia y el pensamiento de mi madre esperándome, logré escapar por poco de sus garras.

Corrí de vuelta a casa, evadiendo más peligros en el camino, solo para descubrir una escena aún más aterradora: criaturas similares acechando en mi propia calle.

Con cautela, me escondí, debatiendo mi siguiente movimiento. La decisión estaba clara; debía regresar a casa, no solo por seguridad sino también por el temor de que mi madre estuviera en peligro.

Al llegar, el silencio y la presencia de sangre en la entrada auguraban lo peor. Sin embargo, lo que encontré dentro desafió todas mis expectativas. Mi madre, lejos de ser una víctima, se había convertido en protectora, enfrentando a las criaturas con una ferocidad que nunca le había conocido.

Rebecca Ardragon:"Haito, hijo mío, ¿estás bien...?", Su voz, cargada de alivio y fatiga, resonó como un faro de esperanza en la oscuridad.

Haito Griswold:"Mamá, mam..." , Mis palabras se perdieron, superadas por la emoción y el asombro ante la fuerza y valentía que había demostrado.

Mientras me lanzaba hacia ella, una sombra emergió con una velocidad y ferocidad desconcertantes, atravesando el aire entre nosotros. Lo que siguió fue un momento de horror puro, donde el tiempo pareció detenerse. La enorme silueta, que se erguía imponente ante nosotros, le arrebató el corazón a mi madre con una crueldad inimaginable.

Paralizado por el miedo y la incredulidad, no pude hacer más que observar, tembloroso, cómo la vida se desvanecía de los ojos de mi madre. Con su último aliento, miró su pecho y la mano atravesada con su corazón frente a sus ojos, me miró directamente, sus ojos llenos de una mezcla de amor y disculpa, antes de pronunciar sus últimas palabras.

Rebecca Ardragon: "lo siento, hijo, te am...".

A pesar del dolor que me consumía y las lágrimas que nublaban mi vista, la determinación forjada en el fuego de la pérdida me impulsaba hacia adelante. Cada paso era un recordatorio punzante de lo que había perdido y lo que aún podría perder si no lograba escapar de esta pesadilla.

Los vampiros detrás de mí se burlaban con voces retorcidas por la crueldad, pero sus palabras apenas eran un murmullo comparado con el rugido de mi corazón herido.

Vampiro: "Pobre humanito, tan solo y tan maltratado", se mofaban, sus risas cortaban mi alma como cuchillos.

Pero lejos de someterme, sus burlas solo avivaban la llama de mi rabia. Sabía que enfrentarlos directamente era un suicidio; necesitaba vivir, aprender, y volver fortalecido. Con esa determinación, mis piernas temblorosas hallaron fuerza. Me levanté y los encaré con una mezcla de rabia, tristeza y enojo. Fue entonces cuando les hablé con una voz que no reconocía como mía.

Haito Griswold: "Van a sufrir por esto. Esto no quedará así".

Vampiro: "¿Y qué harás? ¿Nos enfrentarás a los tres? ¿Te crees capaz de vencernos? Niño estúpido, no tienes idea de con quién te estás metiendo".

De repente, el vampiro que había asesinado a mi madre desapareció en milésimas de segundo. Confundido, sin saber qué había pasado, sentí su presencia detrás de mí. Se acercó y al oído me susurró con desdén.

Vampiro: "Me das lástima".

Mi vista se nubló por el miedo y, sin darme cuenta, un golpe completamente fuera de las capacidades físicas humanas impactó en mi brazo, lanzándome contra la pared y atravesándola. Caí en el patio trasero de mi casa.

El dolor era indescriptible, como si un fierro candente me golpeara o un búnker cayera sobre mí.Desperté tirado en el suelo, gravemente herido, con el brazo izquierdo completamente roto.

 Vi acercarse a ese maldito ser, riéndose y disfrutando del momento, con sus dos lacayos sonriendo a su lado, como si estuvieran felices de haber matado a mi madre y de que su jefe golpeara a un niño inocente.

Vampiro: "Niño, no sabes cuánto esperaba este momento. Por fin encontré al heredero. ¡ESE MALDITO! Nunca se lo voy a perdonar. Ahora tú pagarás lo que él me hizo".

No sabía qué responder, ni siquiera comprendía a qué heredero se refería.

Haito Griswold: "¿De qué me estás hablando? ¿Qué heredero? No entiendo nada".

Vampiro: "Aaa, no sabes... pues tú eres un Griswold. ¿Qué, no sabes quién era tu padre?"

Haito Griswold: "¿Mi padre? Mi madre siempre me dijo que era una persona trabajadora y que siempre estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por la familia".

Vampiro: "No sabes nada, jajaja. Vives una mentira, niño. Bueno, ya lo verás en el otro mundo y le preguntarás".

El extraño vampiro desapareció, y sus lacayos comenzaron a acercarse lentamente mientras reían malévolamente. Yo, sin saber qué decisión tomar en ese momento crítico, comencé a correr a toda velocidad, sumergiéndome en la oscuridad de la noche, evadiendo su vista entre las sombras de las casas y los setos.

En ese momento, más que nunca, comprendí que mi lucha apenas comenzaba. Este mundo cruel y despiadado me había arrebatado todo lo que amaba, pero no me quitaría mi voluntad de luchar, de sobrevivir, y eventualmente, de encontrar la manera de hacer justicia para mi madre y para mí.

Corriendo y escabulléndome, encontré la manera de salir del pueblo, viendo a la distancia una especie de bosque denso. Sin ninguna duda, corrí hacia allí mientras veía a mi espalda un panorama aún más desalentador: casas destruidas, animales muertos, seres humanos siendo sacrificados cruelmente.

Llorando, vi cómo mi infancia era arrebatada, arrancada de mi alma; amigos y familia, todos, no quedó ni uno.

En ese momento, mientras corría entre la oscuridad y el denso bosque, me seguían esos dos repulsivos seres junto a una jauría de criaturas horripilantes, híbridos monstruosos que desafiaban toda lógica, algo salido de mis peores pesadillas.

Corrí hasta el cansancio, mientras ellos se reían como si disfrutaran verme sufrir de esa manera. Al esquivar un tronco, me tropecé y caí. Ellos se acercaron a mí, riendo y disfrutando del momento.

Vampiro: Y ahora, niñito, ¿qué harás? ¿Tienes miedo?

Vampiro:Devorémoslo de una vez, mira su cara.

Mi rostro reflejaba impotencia y miedo a la vez. Ya no sabía qué hacer, estaba dañado, y mi garganta estaba totalmente seca de tanto correr.

En ese momento, todo pasó muy lento. A punto de desmayarme, vi pasar mi vida y los recuerdos de mi madre, cuando todo estaba bien y me hacía ricos platillos, o cuando me contaba las hazañas de mi padre antes de dormir. Mis ojos se llenaron de lágrimas y mi visión se volvió borrosa.

Haito Griswold:Perdón, mamá.

De repente cuándo todo estaba perdido para mi, un hombre alto y atlético apareció, su presencia inyectó un aire de misterio y autoridad en el ambiente tenso y desesperado. Movía su espada con una destreza que desafiaba toda lógica humana, cada gesto estaba cargado de fuerza y precisión. Mientras los dos vampiros caían al suelo, sus cuerpos decapitados aún temblando por la sorpresa de su fin abrupto, me quedé boquiabierto, incapaz de comprender completamente lo que mis ojos habían presenciado.

Antes de que pudiera decir una palabra, el hombre se giró hacia mí. Su mirada era intensa y penetrante, y aunque su rostro estaba parcialmente cubierto por una capa que ondeaba con el viento nocturno, pude ver un destello de seriedad en sus ojos.

Haito Griswold:Gracias no se como agradecertelo —Mi rostro mostraba alivio al ver que tendría salvación.

Armando Fujikawa: No necesitas agradecerme —dijo con una voz que resonaba con un timbre de autoridad y experiencia—. Estaba en el lugar correcto en el momento correcto.

Yo parpadee, confundido y aún intentando procesar sus palabras.

Haito Griswold: ¿Quién eres? —balbuceé, mi voz aún temblorosa por el shock y el agotamiento.

El hombre dio un paso adelante, su figura imponente destacándose aún más bajo la luz de la luna. Podía ver ahora más detalles de su rostro; su mirada severa y su postura firme no dejaban lugar a dudas de su competencia en combate.

Armando Fujikawa: Mi nombre es Armando Fujikawa. Soy un Purgador de Sombra—explicó, notando mi confusión ante el término. 

Armando Fujikawa: Nos especializamos en enfrentar a entidades oscuras y malignas que amenazan este mundo.

Mis ojos se agrandaron con sorpresa y miedo.

Haito Griswold: ¿Un Purgador de Sombras? —pregunté, mi voz temblorosa. La idea de criaturas oscuras era nueva y terrorífica para mí.

Armando asintió suavemente.

Armando Fujikawa: Sí, pero no te preocupes ahora por eso. Lo importante es que estás a salvo.Mientras procesaba sus palabras, me sentía abrumado por el miedo y la confusión.

Haito Griswold: ¿Y ahora qué se supone que haga? Estoy solo y perdido —dije, la desesperación teñía mi voz mientras pensaba en mi madre y en mi hogar.

Armando observó mi angustia con una mirada comprensiva.Armando Fujikawa: Por ahora, debes mantener la calma y asegurarte de estar seguro. Puedo llevarte a un lugar seguro donde puedas descansar y pensar en tus siguientes pasos. No estás solo.

Tomé una profunda respiración, tratando de estabilizar el tumulto emocional que me consumía. Aunque parte de mí aún temblaba por la incertidumbre del futuro, la oferta de Armando me daba un poco de esperanza.

Haito Griswold: Gracias, creo que eso sería lo mejor —respondí, mi voz todavía temblorosa.

Armando Fujikawa: Bien —dijo Armando, dando un paso hacia adelante para guiarme.

Armando Fujikawa: Vamos, te cuidaré. Pero primero, debes descansar. Mañana será otro día, y podrás decidir qué hacer después de una noche de reposo.

Asentí, y justo cuando estaba a punto de seguirlo, el agotamiento finalmente tomó control, y mis ojos se cerraron, sumiéndome en un profundo desmayo, confiando en que al despertar, podría enfrentar lo que viniera con nueva fortaleza.