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Día 1 (I)

Las llamo. Miran alrededor. Me miran.

–Es mi cabaña– les confirmo.

Y se tiran encima de mí. Me abrazan. Me besan. Lloran. Ha sido duro para todos. Y para ellas la incertidumbre ha debido de ser muy estresante.

–¡Kong! ¡Pervertido!– me acusa Song.

¿Qué culpa tengo yo de que mi mano se haya deslizado a su culo? ¿O que haya aprovechado para comprobar que seguía tan terso y elástico como siempre?

–Aaah. Kong– gime Yu.

Tenía que poner la otra mano en algún sitio. El culo de Yu, por ejemplo. De repente llaman.

–Oh, es Chen– se sorprende Liang.

–Oh, vaya. Seguiremos luego– se lamenta Song.

–Pervertida– la acusa Shi, riéndose. Me da un beso en la mejilla.

Liang también le dice algo a Song. Yi no sé que le dice a su hermana. Siguen cuando las devuelvo. No sé de qué hablan. Pero sí que están sonriendo.

Dejo pasar a Chen. Es un esclavo. Trae sábanas y toallas. Me mira sin saber muy bien que hacer.

–¿Desea que limpie y haga la cama?– me pregunta formalmente. Como un esclavo debe dirigirse a un estudiante.

–Siéntate, Chen.

Él obedece. Ahora es un esclavo. No puedo cambiar la diferencia de rango. A Shu y las demás me gustaría tratarlas como siempre. Si es posible. Al menos si estamos solos. Pero al resto no me puedo permitir tratarlos como iguales. Es como son las cosas. Todos los sabemos. Desde niños lo hemos aprendido.

No es que sea mi mejor amigo o algo así. Pero, como con muchos otros, hemos coincidido muchas veces. Haciendo trabajo. Y hablando. Ayudándonos. Es un buen tipo. No ha llegado a la etapa uno. No hay razón para tratarlo mal.

–Sé que quieres preguntar. Puedes hacerlo. Habla con libertad. Tienes mi permiso.

La verdad es que resulta algo violento. No estoy acostumbrado a esto. Y menos con alguien a quien consideraba un buen compañero.

–¿Cómo?– es todo lo que alcanza a preguntar. Resulta extraño. Normalmente hablaba por los codos.

–Como copiaba manuales, conseguí aprender a esconder mi cultivación. Y fui subiendo sin que se supiera. Cuando estaba a punto de subir a Alma tuve un pequeño problema, pero ya está arreglado– le resumo.

Sus ojos me miran muy abiertos. Hay asombro. ¿Quizás algo de reverencia?

–¿Podríamos también aprender?– me pregunta, esperanzado.

Supongo que era la pregunta obvia. ¿Quién no quiere tener la oportunidad de ser libre?

–Me temo que es imposible. No basta con leerlo una vez. Hay que hacerlo varias veces. Practicarlo. Corregir errores. Volver a leer. Practicar. Leer otra vez. Tampoco basta con que intente enseñarlo. Y no puedo sacarlo de la librería– le explico.

–Ya veo– se resigna, visiblemente abatido.

En realidad tengo una copia. De manuales mal copiado. Sería suficiente. Pero no puedo dárselo. Sería peligroso.

–No pierdas la esperanza. Puede que las cosas cambien. No te lo puedo asegurar aún, pero estuve hablando con alguien importante. Quizás haya novedades pronto– le animo.

–¿De verdad?– me mira de nuevo con los ojos muy abiertos.

–Eso espero. Aunque no es seguro. Ni sé cuándo. Pero deberías empezar a cultivar en serio.

No me sorprende el efecto que tienen mis palabras. Un rayo de esperanza es mucho más de lo que hemos tenido nunca los esclavos. Una oportunidad, aunque no segura, es suficiente para aferrarse a ella. No puede dejar de sonreír. Asiente. Aprieta los puños.

–¿Cómo están las cosas en los último días por allí?– le pregunto.

Si un estudiante normal preguntara a un esclavo, quizás no obtendría una respuesta honesta. Pero yo fui un esclavo. Y he respondido a sus preguntas.

–Cómo siempre. Excepto los rumores sobre ti. Las noticias eran confusas. Nadie sabía bien bien qué pasaba. Solo que te estaban buscando. Tenías a unas cuantas esclavas muy preocupadas. En serio, no sé cómo lo haces– me explica.

Se permite una sonrisa por un instante. Incluso quiere darme un golpe amistoso en el hombro. Pero se detiene. Me mira asustado. Un esclavo no debería hacer nunca eso a un estudiante. Podría golpearle sin consecuencias solo por la intención. Hago como que no he visto nada. Él entiende mi posición. Se relaja.

–Hay secretos que deben ser guardados– me burlo un poco.

Me permito ser un poco amigable. Algo así le había dicho en el pasado. No es la primera vez que tenemos una conversación parecida. Es agradable hablar con un viejo amigo. Lamento que no pueda ser de igual a igual. Quizás algún día.

Sé que no puede estar mucho más tiempo aquí. Poco más del que necesitaría para limpiar y arreglar el cuarto. Pero prefiero hablar con él que hacerle trabajar. Total, tengo cuatro esclavas que lo harán.

–¿Podrás decirles que estoy bien? Diles cuál es mi cabaña. Por si quieren pasar a saludar– le pido. Es algo que no puedo ordenarle.

El asiente. Los dos entendemos nuestras posiciones. Aunque su mirada es un tanto extraña. Hay algo más que servidumbre. ¿Quizás respeto? Sin duda, hay esperanza.

No tardamos mucho tiempo en despedirnos. Le aseguro que puede hablar conmigo si hay algo importante. Aunque estudiante, no he olvidado que hasta ayer era un esclavo. Si está en mi mano, les puedo ayudar.

Él asiente. Los dos sabemos que, aunque puede hablar, lo tendrá que hacer con cuidado. Sobre todo si hay más gente cerca. Lo veo marchar. Resulta un tanto solitario. Ahora hay una distancia entre nosotros.

Vuelvo a llamar a las chicas. Deciden arreglar ellas la habitación. Liang hace la cama. Yu la ayuda. Es un poco torpe. Yi se ríe. Esto va a acabar mal. Mejor me alejo.

–Cobarde– se burla Shi, que está limpiando la pared.

La verdad es que quería hacérselo limpiar a las otras cuatro. Pero han insistido. Y no me dejan ayudar. El problema es que están desnudas. Son demasiado sexys. No puedo evitar besar a Shi en la mejilla. Pero ella se gira y me pilla con sus labios. Se ríe cuando se aleja unos pasos y sigue limpiando

Song y Ma Lang están limpiando la mesa. Y hablando. Sus culos demasiado tentadores.

––Pervertido. Ja, ja–– me acusan y ríen las dos a la vez, tirándome los trapos.

A Bai Wan la han echado. Se había ofrecido a ayudar. Pero, ahora que ya no hay peligro, todos sabíamos lo que quería de verdad. Está probando algunas mezclas. Enfriándolas. Calentándolas. Vertiendo ingredientes con cuidado. Creando alguna que otra pequeña explosión. Otra vez ha añadido demasiado qi. O demasiado poco. O demasiado pronto. O no a tiempo. O demasiado rápido. O demasiado lento.

Estos días, se han estropeado unas cuantas. Pero algunas parece que no han salido muy mal. Su sonrisa es radiante cuando eso pasa. O deprimida cuando falla. Pero no se rinde. Su voluntad es digna de elogio. Y parece divertirse. Está encantada con esa oportunidad.

De repente, alguien me coge. Más de una. Me empujan sobre la cama. Son Liang y las gemelas.

–¡Eh! ¡Nosotras también queremos!– protesta Song.

Se acerca con Lang y Shi. Diría que van a violarme. Me están desvistiendo entre risas. Vuelven a llamar. Son Bei Liu y Bi Lang.

–Aguafiestas– se queja Yi.

–No creas que te escaparás– amenaza Shi.

–Fóllatelas y llámanos– sugiera Song.

Entre risas, me ponen bien la ropa. Más o menos. Luego las envío de vuelto. Se ponen a hablar. Diría que están tramando algo. Suspiro. Vuelvo a mirar la barrera. Me levanto.

Parecen nerviosas. Liu se muerde el labio. Lang está jugando con sus coletas. Masticando algo. Sus ropas algo arrugadas. Algo despeinadas. Creo que han salido a toda prisa. Deben de estar preocupadas.

Abro la barrera. Pero me escondo detrás de la entrada. Ellas entran.

–¿Kong? ¿Estás bien?– traspasa la barrera Liu. Su voz parece preocupada.

–¿Dónde estás?– pregunta Lang.

Cierro la barrera tras ellas. Las sorprendo por la espalda. Cogiéndolas por la cintura.

–¡Kong! ¡Me has asustado!– se queja Liu.

–¿¡Por qué te has ido sin decir nada!?

–¡Nos tenías muy preocupadas!

–¡Podríamos haberte ayudado!

Oh, vaya. Creo que están enfadadas conmigo. Debe de ser la primera vez. Es cierto que me he ido sin decirles nada. 

–Lo siento. No quería poneros en peligro– me disculpo.

Es parte de la verdad. La otra es que me hubieran retrasado. Pero mejor no se lo digo.

–Tonto…– me mira Liu. Me golpea con el puño en el pecho. No muy fuerte.

–No te vas a escapar tan fácilmente– me amenaza Lang, con las mejillas infladas.

–Vas a tener que compensarnos– exige Liu.

–Y esta no cuenta– añade Lang.

Mis manos bajan a sus culos. Gimen sobresaltadas.

–De acuerdo.

Las empujo poco a poco a la cama. Sobándolas por el camino. Besándolas alternativamente. Mis manos les van apartando poco a poco la ropa. Les quito los sostenes. Los tangas. La túnica se la dejo puesta. Pero subida hasta la cintura. Bajada hasta la cintura. Sus suaves piernas expuestas. Su entrepierna. Sus clavículas. Sus pechos. Solo su estómago está cubierto. Mis ropas están por el suelo de la habitación.

Las cojo de la túnica mientras las ensarto desde atrás. A cuatro patas. Es un buen lugar para agarrarme. Para impulsarme hacia ellas. Para hacer vibrar sus culos en cada embestida. Primero una. Luego la otra. Con fuerza. Con rudeza. Llevándolas al límite.

Después a Liu de lado. Luego a Lang de lado. Más suave. Más tierno. Las lleno. Me abrazan. Se duermen abrazadas a mí. Las ayudo a dormirse. Con una enorme sonrisa. Satisfechas. Relajadas.

Voy a llamar a las chicas. Pero encuentro que están meditando. Para recuperar su qi más rápido. Liang está preparando algo de comer. Hay una especie de bandera. Para que no las llame.

Sonrío. Sé que quieren estar conmigo tanto como yo. Pero también que hay cosas que hacer. Bien. Las llamaré luego.

Dejo una nota a Liu y Lang. Y les doy acceso a la barrera para que se puedan irse cuando despierten. No sé si lo harán. Les estrujo durante casi un minuto su culo y sus tetas. Me gusta la sensación de suavidad. De elasticidad. No se despiertan. Me voy.

—————

Lo primero es ir a que me den de alta. Para poder acceder a los puntos de contribución.

–Aquí está. Tienes -96837 puntos.

Los puntos pueden ser guardados en la secta o llevados encima. Se guardan en la secta por seguridad. Para que no los roben otros estudiantes. Los que necesitas, los puedes llevar en una tarjeta. Asociada a tu marca de qi. Con la que puedes traspasar a otros. Queriendo u obligado. Comprando o siendo robado.

Si la pierdes, pierdes los puntos que haya en ella. Se pierden para siempre. Nadie puede traspasarlos excepto tú. Y tienes que pagar unos cuantos para que te hagan otra. Por desgracia, no puedes perder puntos negativos. Esos no se pasan a la tarjeta. Me estarán esperando hasta que los pague.

–¿Por qué debo esos puntos?– pregunto, extrañado e irritado.

–Daños en serrería. Molestias esclavos. Daños en techo cocina. Daños en techo…

Vale. Se han dado prisa. Y no puedo decir que no fui yo. Suspiro. Cojo la tarjeta vacía y me voy. Tendré que ingresar puntos para pagar la deuda. Empiezo bien.

Voy a la librería. Puedo sacar hasta tres manuales. Con los suficientes puntos de contribución. Evidentemente, ahora no puedo sacar ninguno. ¿Debería vender algo? Con las pieles ganaría bastante. Pero no quiero exponer que las tengo. Podía ir a la ciudad a venderlas. Y luego cambiar oro por puntos. Pero el cambio por oro no es bueno. La mitad que hacerlo al revés. Además del mismo problema. ¿Cómo justifica un exesclavo el oro en tan poco tiempo?

En lugar de entrar en la librería, me meto por una puerta lateral. Algunos esclavos me han mirado fijamente. Les hubiera saludado. Pero no es adecuado.

–¿Está el maestro Po?

El sirviente que está en recepción me mira. Sorprendido. Me reconoce. Como esclavo, me ha visto muchas veces.

–Así que eres tú… Esto. ¿Cuál es la razón de su visita?

–Quiero aplicar para trabajar aquí.

Me mira. Normalmente tendría que decirme que tengo que pasar algunas pruebas y bla, bla. Pero sabe quién soy. Que ya he trabajado aquí. No me hace falta pasar las pruebas.

La paga en puntos es buena. Eso decían los estudiantes que trabajaban con nosotros. Bueno, separados de nosotros. Algunos eran razonablemente amistosos. Otros nos trataban como perros. No sé como me recibirán.

El sirviente se va. Vuelve al poco. Me hace pasar a una habitación. Un hombre que aparenta unos cuarenta está sentado. En realidad tiene algunos cientos. No se sabe su nivel de cultivación. Al menos entre esclavos y estudiantes. Está revisando varios cuadernos. Comprobando que estén bien copiados.

–Así que tú eres el famoso exesclavo– me mira con ojos penetrantes.

Me parece notar algo. Como si un fino viento penetrara en mi cuerpo. Me traspasara. ¿Eso es el sentido espiritual? ¿Me ha inspeccionado? Si es así, su reino es impresionante.

–No está mal. Tu fundación es buena. Bastante inesperado. Estás en Alma, pero solo has aprendido a copiar hasta etapa uno de Génesis. 5000 puntos por página nivel uno. 10000 si es de dos. 15000 en tres. Sumas 5000 por nivel de página. Puedes practicar con una de nivel dos cada dos correctas de uno. Una de tres cada dos de dos. Lo mismo para el resto. Ya sabes cuando está abierto. Puedes venir cuando quieras. Inyecta qi en el pase para enlazarlo.

Me lanza un objeto rectangular. Cabe en mi mano. Diría que es de jade. O algo parecido. Tras ello, vuelve a lo suyo. Sé que tengo que irme. Necesito hacer unas veinte páginas para saldar la deuda. No me debería llevar mucho. La paga no es excepcional. Pero si consigo hacer las de nivel alto, será más que interesante. Lástima que no me paguen a la tarjeta. Las primeras irán directamente para la deuda.

Una vez demuestras un nivel, puedes fallar sin consecuencias. Son diez, si no recuerdo mal. A no ser que falles mucho. Lo peor es que el número de páginas a copiar es limitada. Depende de las pendientes. Normalmente, dos o tres al día para los estudiantes. Pero es una buena fuente de ingresos para el tiempo dedicado.

Intentaré empezar mañana. O quizás luego, si tengo tiempo. Ahora tengo que revisar cuándo son las lecciones. Algunas podrían ser interesantes. Hay mucho que no sé. Y quizás pueda comprender mejor lo que decía el nuevo cuaderno de la Residencia.