Roxana no pudo resistir el poder de esos ojos oscuros como la medianoche. No sabía si era él o ella quien se acercaba más. Una pequeña voz en su cabeza se resistía, pero no era lo suficientemente fuerte para hacerla detenerse. Había soñado con cómo se sentiría que él la besara, pero nada podría haberla preparado para tal beso. Con un toque de sus labios, le robó el aliento.
Sus labios se sentían como todo lo que había imaginado y mucho más. Más suaves que las plumas, más dulces que las delicias, y más calientes que las llamas. Su boca era adictiva y exigente, enviando un temblor de calor a su interior. Se inclinó hacia él y su mano se deslizó hacia la parte trasera de su cabeza, acercándola más, presionando sus labios con más fuerza contra los suyos. Su agarre en su camisa se tensó al tirón de sus labios, lo que debilitaba y tambaleaba sus piernas.
No, pensó débilmente. Para él, ella era un hombre. Él pensaba que estaba besando a un hombre. No podía hacerle esto.
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