-Qué extraño… mamá no llegó anoche, Llamé a la tía Matsuri y no saben nada de ella. Tiene apagado el móvil- se preguntaba el adolescente ya entrada la mañana.
Mansión Udagawa
-Shinami, ¿has visto a mamá?
-No Señorita, la Señora Udagawa dio instrucciones de que volvería de la escuela en taxi, pero aún no llega.
-Ok, gracias. Llamaré a Kenji para saber cómo resultó todo con su madre.
-Hola cariño… ¿Todo en orden?- preguntó el muchacho.
-Oye, ¿cómo tomó tu madre lo de ayer?
-No lo sé… anoche no llegó a casa y no me responde el móvil.
-Qué raro. Mi madre me nado con el chófer a casa, aún no llega de la escuela y tampoco contesta mis llamadas.
-¿Será posible que hayan pasado la noche juntas?
-No lo sé. Tengo mis dudas. Mi madre es de esas personas que no actúan por impulso. Es más, no creo que hayamos tenido tanto éxito.
-A lo mejor mamá se quedó trabajando en la escuela. Y tu madre… no sé. Tal vez quiso estar sola.
Oficina de la Directora
Las amantes no perdieron el tiempo durmiendo. Los primeros rayos del sol entraban por las ventanas y ellas aún estaban abrazadas, disfrutándose, abstraídas de todo a su alrededor.
-Eres una salvaje Yuzu- mirándose todos los chupetones, mordiscos y arañazos en la espalda, brazos, cuello, pecho y piernas.
-Pues tú no te quedas atrás. Estoy toda marcada.
-Quien nos vea, pensará que tuvimos una pelea- la menor dibujó una media sonrisa.
-Hablando de quien pueda vernos… Esto no lo puede saber nadie, mucho menos nuestros hijos.
-¿Y qué propones?
-Siempre yo dando el primer paso. En ese caso: seamos amantes, en el sentido literal de la palabra.
-A ver si te entiendo- con la mirada fija en la rubia -quieres que sigamos con esto, pero completamente a escondidas de todos, en particular de Misato y Kenji.
-Así es; si alguien me pregunta, lo negaré todo… Además: Nadie más debe saber que somos hermanastras… Para nuestros hijos sólo fuimos compañeras de clase.
-Por mí no hay problema: pero ¿crees que puedas con ello?; eres demasiado transparente.
-Claro que puedo Mei- respondió la mayor decidida -veinte años de closet me han enseñado algo.
Así sellaron su pacto: se moverían en las sombras, en público sólo serían antiguas amigas, cuyos hijos son novios. Pasaron una hora más demostrándose pertenencia física y tramando cómo mantener el contacto.
La solución fue fácil: un chip nuevo en sus móviles, cuyo número sólo sabría la otra, no se registraría en la agenda y cada llamada o mensaje sería borrado de inmediato.
Antes de salir de la academia en taxis separados, pronunciaron las palabras que no se habían dicho en toda la noche: TE AMO.
Lo que ellas no imaginaron era que estaban siendo observadas por dos adolescentes en una motocicleta, quienes sonrieron al ver que su plan funcionaba.