Por costumbre, Zhang Xuan recogió el manual de los Ojos Divinos del Noveno Inframundo en la Biblioteca del Camino al Cielo antes de hojearlo. Entonces, lo que estaba leyendo no era el texto en el cielo sino el libro compilado en la Biblioteca del Camino al Cielo.
La introducción todavía parecía bien, pero cuando comenzó a procesar la fórmula para practicar el arte óptico, rápidamente se dio cuenta de que algo estaba mal con la técnica.
—¿Qué pasa? —preguntó el sabio Kui.
El arte óptico fue creado por su maestro, y era incomparablemente profundo. No había ningún genio que poseyera el ojo de discernimiento que no estuviera hipnotizado por éste. Sin embargo, el joven frunció el ceño y dijo que había un problema. ¿Qué quiso decir con eso?
—Esto... —Zhang Xuan se giró para mirar al Sabio Kui—. Anciano, me gustaría preguntar si hay alguien en el santuario que haya sufrido de ceguera.
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