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Capítulo 12

El clima era el pretexto perfecto para poder quedarme en mi habitación, fuera de la vista de la servidumbre y de mis padres, de alguna forma me sentía desilusionada, por ser despreciada por mi padre, Jane era el motivo, pero yo era la excusa para huir del reino.

La servidumbre tuvo que adaptarse a la peculiar temperatura de la región, a la niebla y al viento, no fue fácil incluso para mi gobernanta, pero incluso el frio no fue suficiente para evitar la llegada de mis nuevas doncellas.

—Su alteza, por favor permítame presentarle a Irene Cailon hija del Duque Josef Cailon — anuncio mi gobernanta con gran solemnidad mientras una joven hacia una reverencia frente a mi— ella será la jefa de sus doncellas.

Era insólito que la hija de un hombre sumamente importante seria mi doncella, entonces recordé las palabras de mi madre, de una u otra manera las personas influyentes del país que desearan demostrarme su apoyo como la próxima reina lo harían a su debido tiempo, pero no esperaba que el Duque Cailon lo haría tan pronto.

—Es un placer conocerla lady Cailon—expresé inclinando un poco la cabeza como la gobernanta Elise me había sugerido hacer ante una persona que tuviera un título nobiliario superior al de mi familia, pero no más importante que mi actual posición.

—El placer es todo mío—dijo en un tono de voz suave, por un momento me recordó un poco a Jane, tenía un hermoso rostro angelical, dulce y rubia, si no fuera por el color de ojos podría jurar que se trataba de su hermana gemela.

—Ella es Eliana Millan hija del Marques Leopold Millan.

Una joven de hermosa cabellera castaña hizo reverencia ante mí, coloco su mano sobre su pecho donde sobresalía un bello encaje de su vestido verde, había escuchado por voz de mi gobernanta que la familia Millan tenía la tradición de enviar a sus herederos a servir como soldados en la guardia real, pero debido a su naturaleza femenina, Lady Millan no había logrado convertirse en uno, sin embargo, poseía la solemnidad de un caballero.

La gobernanta Elise, me hablo de ellas y sus familias para familiarizarme con sus aspiraciones, pues una reina debe ver más allá de los halagos y las sonrisas, no debe fiarse de cualquiera y por ello mi gobernanta se había encargado de darme un informe detallado de cada una, esto por supuesto por orden de la reina como una lección para mí.

—Le agradezco por estar aquí— expresé sintiendo lastima por ella.

—Es un honor servirle su alteza— su voz era lo que esperaba, como si un noble caballero se dirigiera a mí.

—Alteza, ella es Lady Bethania Florence hija del Conde Egan Florence.

De igual forma la joven hizo una reverencia, se le notaba tímida y algo incomoda, la señora Elise menciono que su familia y aquella joven eran poco accesibles debido a la lejanía de su condado, ellos manejaban el comercio en la frontera con Cromenia y por ello no se les veía en reuniones frecuentemente, debía estar nerviosa porque no estaba acostumbrada a estar con otras damas.

Ahora que se habían movido algunas piezas del tablero debía saber cuál sería el siguiente movimiento. ¿Qué esperaban ellas de mí?

—Encantada de conocerle Lady Florence— instintivamente ella levanto la vista, me pareció que deseaba decirme algo, pero al final no lo hizo, solo se reincorporo de aquella reverencia incomoda y trato de mantenerse serena.

—Su alteza les agradece el poder acompañarla hasta el día de su boda y por ello se ha preparado un obsequio a cada una de ustedes—anuncio mi gobernanta mientras se dirigía a abrir la puerta del saloncito de té, tres sirvientas entraron con la cabeza agachada y avanzando hacia el centro del salón con una caja de madera en las manos, una de ellas era Melanie.

Mi pesar fue amargo al tener que degradarla a ser una simple sirvienta, quizás no era adecuada para ser mi doncella según las reglas de la realeza ya que no venía de ninguna familia distinguida, pero era mi amiga y eso era suficiente para sentirme a gusto con ella, ahora me sentía rodeada de cuervos que esperaban el momento para poder comerme los ojos.

La señora Elise les entrego a cada una de mis doncellas un broche con diseño de flores y lazos, con eso afianzaba mi relación con ellas y sus familias, pero, aunque ellas se volvieran mis primeras seguidoras no dejaba de sentirme algo inquieta por el hecho de que solo estaban aquí por conveniencia. ¿Debía hacer algo al respecto?

—Espero que podamos ser amigas durante el tiempo que estén a mi lado— me vi obligada a decir por sugerencia de mi madre, ahora que estaba por hundirme hasta el fondo en las garras de la realeza sus consejos eran una bendición.

—Es muy amable de su parte—expreso lady Cailon mostrando una sonrisa, una que se parecía a la de Jane, lo cual me hizo pensar en su traición y si ella que era mi hermana fue hipócrita porque ellas serian ser diferentes. ¿Acaso debía probar su lealtad antes de confiar en ellas?

Con eso en mente traté de pensar la mejor forma de probarlas, las tres eran hijas de buenas familias bien posicionadas que debían sentirse incomodas al tener que servirme en un lugar tan deplorable como lo era mi hogar, aunque ya se habrían hecho algunas reparaciones para mejorar el estado de la casa, este lugar no podía compararse con las lujosas mansiones en las que vivían, así que pensé que podía usar eso a mi favor.

—Hoy el clima es agradable—exprese mirando hacia la ventana y cuando regrese la vista hacia ellas, las expresiones en sus rostros eran lo que esperaba, desconcierto— no hace tanto frio como otros días.

—¿Es posible que haga más frio su alteza?— cuestiono lady Cailon, al parecer preocupada por mi comentario. Aunque teníamos la chimenea encendida y estábamos bien abrigadas aun podía sentirse frialdad en la habitación.

—Por supuesto, no es extraño con el invierno tan cerca, es probablemente que este clima solo sea el anuncio de una nevada.

—Parece que usted ya está acostumbrada al clima de la región, alteza—expreso lady Millan.

La verdad era que mi cuerpo resentía mucho el frio, cada invierno mi salud se veía expuesta ante resfriados que no terminaban hasta el inicio de la primavera y por supuesto mis huesos dolían bastante.

—Por supuesto—mentí, pero necesitaba hacerlo para probarlas a todas para responder la pregunta que no paraba de rondar mi cabeza. ¿Qué era lo que querían de mí?

Me levante de mi asiento y camine hacia la ventana, el clima afuera era terrible, había niebla y charcos sobre la tierra, señal de que había estado brisado, otros años hubiese escuchando desde este lugar el caer del agua sobre el tejado, pero debido al bullicio de la servidumbre, de la madera chirriante en la chimenea y la conversación de mis doncellas, me fue imposible escuchar.

Desde la ventana pude observar que en establo se encontraban varios hombres que llevaban paja y madera, algo debía estar ocurriendo ahí.

—Señora Elise—llame sin apartar la vista de lo que ocurría afuera de la ventana— podría indagar que ocurre en el establo, por favor.

—Por supuesto, alteza.

Mientras la señora Elise regresaba, Lay Cailon y Lady Florence intentaron conversar conmigo sobre cualquier cosa, vestidos, abanicos y zapatos, temas que cualquier chica tendría con sus amigas, pero ya que no era muy conocedora de lo que se usaba hoy en día en la capital, me limite a solo escucharlas hablar, pero mientras eso sucedía me percate de que Lady Millan permaneció callada y al girar en su dirección la descubrí observándome detenidamente como si me analizara.

—La gobernanta ha tardado demasiado—menciono Lady Cailon, quizás habían transcurrido unos quince minutos, pero la tarea que le había encomendado no debía tardar más de cinco minutos.

—Seguramente algo debió distraerla, después de todo mañana es el cumpleaños de su alteza y debe supervisar que todo vaya en marcha para la llegada de su majestad—dedujo Lady Cailon.

—Quizás eso sucedió—la secundo Lady Florence.

Siendo esa la razón del porque tardaba tanto, tal vez debía aprovechar esa situación para probar la lealtad de mis doncellas. Me dirigí hacia la puerta, esperando que me siguieran.

—¿No deberíamos esperar a que regrese la gobernanta?

—Me gustaría caminar un rato, el frio está tensando mis piernas—expresé esperando que no se opusieran a mi decisión.

Abrí la puerta y continúe caminando por el pasillo esperando no encontrarme con la señora Elise, pero al mirar de reojo a mi alrededor vi a mis doncellas caminando no muy lejos de mi encogiéndose de frio a excepción de Lady Millan, ella parecía soportar con dignidad el ambiente gélido. El vestíbulo estaba vacío, así que no podía desperdiciar el momento, Lady Florence se apresuró abrir la puerta antes de que pudiera tomar la perilla con mi mano, a veces olvidaba que ya no debía hacer nada por mi cuenta, como abrir una puerta.

El viento helado me golpeo el rostro, mirar al cielo era imposible pues las nubes estaban frente a mí y con tan solo estirar la mano, los guantes que envolvían mis manos podrían disolverlas fácilmente.

—Alteza, la niebla es densa deberíamos regresar—sugirió Lady Cailon tratando de disuadirme de intentar caminar.

—No tardaremos mucho solo quiero cerciorarme por mí misma que la señora Elise está bien.

—Es más probable que se encuentre dentro de la casa, alteza. Deberíamos buscarla adentro antes de aventurarnos a salir, podría ser peligroso para usted— insistió.

Continúe con mi camino ignorando sus palabras, no me sorprendió, pero me había decepcionado que mi plan rindiera sus frutos. A una reina no se le cuestiona, solo se le obedece, la incondicional obediencia es lo que una reina debe diferenciar de entre los que la buscan por beneficio propio y los que le son fieles por devoción a lo que la reina representa, pude entenderlo en ese momento y fue triste saber que el resto de mi vida debía vivir desconfiando de los que están a mi alrededor.

Mis mejillas se congelaron a mi paso por el sendero que conectaba la casa con el establo y mis manos pronto perdieron calor, aunque tenía puesto un par de guantes de lana, mi cuerpo temblaba, pero quería estar ahí, al menos bajo la niebla nadie vería la molestia que me causaba mi próximo matrimonio, la ira y el arrepentimiento.

Al llegar al establo pude notar, aun con la niebla, la ausencia del carruaje de mi familia y probablemente los corceles de mi padre, un cuidador hizo una reverencia al verme.

—La gobernanta fue enviada aquí por su alteza para indagar sobre el ajetreo de este lugar, pero aún no hemos recibido noticias de ella, su alteza está preocupada ¿Usted sabe algo que pueda aliviar su preocupación? —cuestiono Lady Millan con gran solemnidad, ni la gobernanta Elise lo hubiera dicho mejor.

—Respondiendo a su pregunta—expresó sin atreverse a levantar la mirada, mi título nobiliario parecía infundirle miedo y obediencia—una mujer llego presurosa a este lugar, venia acompañada de un joven que parecía ser un mensajero, me pareció que llevaba puesto el uniforme de un guardia real, pero ya que la dama ordeno preparar el carruaje para salir de inmediato no me fue posible observar claramente.

Lady Millan me miro de reojo, tal vez pensaba lo mismo que yo, esta noticia solo indicaba que un miembro de la realeza se aproximaba, pero. ¿Quién?

Lo más probable era la reina madre, ella era quien parecía tener más interés en mí que el propio rey, era evidente que deseaba tener el control sobre todo a mi alrededor y de alguna manera, aunque me cedería la corona, el poder seguiría siendo suyo si lograba someterme.

—Debemos regresar— me apresure a decir, si de verdad se trataba de la reina madre debía volver para recibirla, el que me encontrara aquí afuera solo indicaría mi falta de prudencia y no permitiría que ella encontrara en mi algún error para criticarme.

Gire y alce la falda del vestido para evitar se ensuciará con el fango a mi paso, quería llegar lo antes posible a la casa, pero súbitamente mi zapato se resbalo al dar un paso ocasionando que la coyuntura de mi pie se torciera y mi cuerpo cayo al fango.

—¡Alteza!— gritaron mis damas. De no haberme torcido el pie me hubiera levantado y seguido con mi camino, al fin y al cabo, más de un par de vestidos esperaban en mi habitación a ser usados, pero el dolor me impidió ponerme de pie— ¿Se encuentra bien?

—Me duele el pie, creo que no puedo caminar— comunique angustiada de que la reina madre me encontrara en tan mal estado.

—Oh por dios—expreso Lady Florence exaltada— su alteza, por favor no intente levantarse pediré ayuda.

La vi irse corriendo, me sorprendió que ella no tuviese el mismo incidente que yo, pero su determinación la obligo a afrontar el desafío, aunque era difícil suponer si habría llegado con bien hasta el interior de la casa hasta que alguien viniera a ayudarme.

—¿Le duele mucho, alteza?— cuestiono Lady Millan, ella parecía ser la única persona serena ante esta situación, torcerse un pie no era la gran cosa, pero siendo la prometida de su majestad la circunstancia era diferente.

—No mucho.

Poco tiempo después logramos percatarnos de pisadas aproximándose, Lady Florence había encontrado ayuda más rápido de lo que creí y entonces una sombra masculina se hizo visible conforme llegaba, pero la ayuda en vez de ser un alivio resulto ser una terrible pesadilla, pues quien se había aventurado a correr en el fango, sin importarle su propia seguridad era el rey.