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CAPÍTULO 3: TIEMPO… ATRÁS

"El tiempo es una de las pocas cosas importantes que nos quedan"

AINHOA

Ha pasado exactamente un año desde el día en que me enfrenté por última vez con Voldemort, un año en el que tuve que aprender a vivir en soledad. Ha sido un año lleno de cambios, tanto para mí como para la comunidad mágica.

Voldemort es el gobernante ahora, tengo entendido que a lo largo de este tiempo no solo ha caído el ministerio de Londres, sino que también los ministerios de magia en Egipto, Francia, Rusia, EE. UU y Brasil. Sus ideales se propagaban rápidamente, muchos se le unen por temor y pleno conocimiento de su desalmada naturaleza; aquellos que se resisten a servirle y ser una marioneta o peón dentro de su oscuro juego, son castigados o torturados hasta la locura. Los rebeldes, como se les llama a los que se resisten al nuevo régimen, han disminuido poco a poco, hasta el punto de no ser nada ahora.

Ningún lugar es seguro, ni si quiera Hogwarts lo es. De los ideales de sus fundadores no queda nada, solo se admite a hijos de magos sangre pura o mestiza. Los magos hijos de muggles son asesinados, acusados de hurto de la magia o simplemente se les permite usar magia para servir a familias de sangre pura, igualando a los elfos domésticos. En cuanto a los muggles, ellos saben de nuestra existencia y movidos por el miedo a Voldy son esclavos de los magos.

He pasado un año ocultándome entre los muggles, cubriendo mi magia para no ser rastreada, sin poder permanecer en un mismo lugar por más de dos semanas. Mi cabeza tiene un precio. Él me buscó por mucho tiempo, quería venganza, quería mi vida.

Viajar por el mundo ha tenido sus beneficios, me hice de mucho conocimiento. No solo aprendí más hechizos de los que ya sabía, sino que me instruí en magia oscura para mi protección y pude aprender todo sobre la magia más antigua: La Alquimia.

En uno de esos viajes encontré un conjuro para volver en el tiempo, la idea me era tentadora y era la solución a mis dolores de cabeza. No regresaría a la fecha en que murieron mis amigos, salvarlos no me aseguraría poder erradicar del todo a Voldemort; tendría que ir mucho tiempo atrás, específicamente a su época de estudiante. Si quería cambiar el destino de todos aquellos a los que amaba, tendría que arrancar la maleza desde la raíz, y que mejor manera de lograrlo que matando al frágil y mortal Tom Riddle. Solo había un inconveniente, no habría forma de regresar a mi presente o mejor dicho a mi futuro.

Si bien quería acabar con la cara de serpiente, quería también poder volver a mi época y retomar mi vida, la vida que merecíamos todos vivir. Busqué durante mucho tiempo algún conjuro o hechizo que me lo permitiera, pero ni la alquimia, ni ningún tipo de magia podía hacerlo. Aquellos estudios complejos sobre el tiempo solo me decían que una vez regresara al pasado, este me haría parte de él; ya que mi esencia solo podría existir en uno u otro tiempo, pero no en los dos, en resumen, si lo hacía debía aceptar que nunca volvería a ver a Harry.

Lloré y maldije amargamente a Voldemort, tenía que decidir entre dejar todo como estaba o cambiarlo todo, renunciar a todos y cada uno de los que conocí, solo para que ellos pudieran tener una vida mejor. ¿Vale la pena? Sopesé mis palabras durante un largo rato, le había hecho una promesa a Harry y la cumpliría, aunque esta significara no conocerlo nunca. Sus padres vivirían, los míos tendrían la oportunidad de hacerlo, mis amigos tendrían un futuro mejor. Sí, en definitiva, valía mucho la pena.

Estructuré mi plan durante los meses que siguieron a mi descubrimiento, retrocedía días y volvía a intentarlo; pero mi poder no era lo suficientemente intenso como para poder hacer un viaje en gran escala como el que tenía planeado y fue ahí cuando recordé lo que Mione me dijo una vez cuando investigábamos sobre la cámara de los secretos de Salazar Slytherin para la clase de un curso que ciertamente ya casi ni recuerdo.

"-Encontré algo más sobre la dichosa cámara. - Levanté la vista del libro que tenía enfrente y los fijé en el que la leona me mostraba. - Esa cosa solo trajo problemas, no sé por qué tenemos que hacer una investigación de diez pergaminos. - Sonreí y ella bufó, tomé el libro entre mis manos y me dispuse a leerlo.

La Cámara de los Secretos es una habitación secreta legendaria construida por Salazar Slytherin como hogar de un monstruo que pudiera terminar su "noble trabajo". Este noble trabajo se completaría cuando su heredero abriera la Cámara y liberase al monstruo que vive en ella para limpiar la escuela de estudiantes que no eran ...

-Eso ya lo sabemos...- Me arrebató el libro de las manos y buscó con la mirada algo importante en todo aquel extenso argumento. - Aquí. - Señaló el inicio de un párrafo varias líneas más abajo de donde lo había dejado.

Se dice que la cámara también sirve como un amplificador de la magia. Aquel que desee aumentar considerablemente su magia hasta el punto de hacer posible la culminación exitosa de un hechizo poderoso, solo tendría que efectuar el hechizo ahí. Por supuesto dicha atribución solo sería posible para los descendientes del fundador, ya que el requisito necesario para poder abrirla y controlar al monstruo que habita en ella es hablar el idioma de las serpientes.

-Mione, esto es muy interesante. - Ella sonrió con suficiencia y nos pusimos a redactar los pergaminos restantes."

Esa era la respuesta a mi problema, pero se formulaba otro. ¿Cómo demonios llegarían a Hogwarts sin ser detectada por él? Había que correr el riesgo. Había mucho por hacer, necesitaría mi fortuna para poder empezar una vida en el pasado así que era mejor arreglar eso en Gringotts.

Visualicé mentalmente el banco y me hice aparecer ahí, no sin antes echarme encima un hechizo glamur para no ser reconocida, entré sin mirar a nadie cubierta por una túnica azul marino con bordes dorados, la capucha cubriéndome la mitad del rostro y mi cabello cayendo en cascada a ambos lados de mi cabeza. Sin mirar a nadie avancé hasta el lugar de uno de los duendes más allegados a mi familia, al final de la gran sala.

-Caomhnóir. - El elfo me observó con detenimiento. Decidí comunicarme con él mentalmente, era la forma más segura. - Soy Ainhoa Grindelwald, necesito tu ayuda. - El duende asintió.

-La daban por muerta señorita, Grindelwald. - Después de practicar tanto la legeremancia y la oclumancia, había logrado perfeccionarlas. - Es peligroso que esté aquí, así que debo asumir que es algo de suma importancia. - Sonreí mentalmente, los duendes eran seres realmente inteligentes y astutos. - ¿Qué puedo hacer por usted?

-Tengo que desaparecer, pero antes necesito vaciar mis bóvedas familiares. - El duende asintió poco convencido. Sé tan bien como él que un movimiento como ese me pondría en evidencia rápidamente.

- ¿Me puede mostrar su llave? - Saqué mi varita de debajo de la manga de mi túnica. - Por aquí. - Dijo después de observarla con detenimiento, lo seguí por un largo pasillo hasta llegar a unos vagones rústicos, solo nos tomó diez minutos llegar hasta el fondo del banco. Primero iríamos a la bóveda Grindelwald, al llegar ahí tocó la puerta con la punta de mi varita y me la devolvió. La cerradura comenzó a destrabarse con un fastidioso ruido y apareció un delicado escudo negro en el que se podía observar una G en color dorado con un árbol verde creciendo de fondo y el símbolo de las reliquias de la muerte en el tronco de este. Sin ningún temor lo atravesé, era una Grindelwald así que no me desintegraría al pasar por él.

Con un leve movimiento de varita metí todo lo que había dentro en una pequeña bolsa negra de terciopelo que no tenía fondo, hice un pequeño nudo con la cinta dorada y salí de ahí. Subimos nuevamente al vagón y este nos llevó un piso más arriba, el duende me indicó que le diera la varita, esta vez dibujó con ella una "B" en la puerta de la bóveda. Se abrió ruidosamente y apareció una pared de ladrillos rojos, la imagen de un hipogrifo plateado se situó sobre esta, abrió la boca y esperó. Después de entregarme mi varita el duende se situó detrás de mí, levanté el brazo derecho y con mi dedo índice toqué la lengua de la criatura, sentí un pinchazo y después de eso la pared desapareció. Repetí la misma acción que en la bóveda anterior y salí de ahí.

-Gracias. - Subí al vagón, regresamos a la parte de arriba y me encaminé a la salida; pero recordé algo y me voltee hacía el duende. Saqué unas monedas de la bolsita y las coloqué en su escritorio. - Deberías irte, no tardarán en averiguar que las bóvedas están vacías.

-Oh... Eso ya lo sabemos, Grindelwald. - El pánico en los ojos del duende hicieron que apretara mi varita con fuerza.

-Tienes que irte, yo puedo sola con esto. - El duende asintió débilmente. -Cuando diga "Ahora". - Tomé aire y giré. - ¡Ahora! ¡Expulso! - Los dos mortífagos salieron volando por los aires e impactaron con las columnas que había cerca. Corrí sin detenerme hasta la salida, dentro del banco no podía desaparecer. Cuando llegué a la puerta, una nube negra se formó delante de mí.

-Sabía que algún día dejarías un detalle al aire. - Sonreía con suficiencia. Quise lanzar un hechizo, pero dos de sus mortífagos me sostenían de los brazos. - No hay escapatoria. - Sonreí. Me miró extrañado.

-Incendia. - Ambos lacayos comenzaron a arder en llamas, sabía que estaba sorprendido. No necesito mi varita para invocar grandes hechizos. - Yo nunca dejo ningún detalle al aire, querido sin nariz. - Hice una señal de agradecimiento. - Mejor suerte a la otra. - Lo último que vi antes de desaparecer fue su varita alzándose ante mí. Cuando volví abrir los ojos me encontraba cerca al lago negro, caminé hacía el castillo y verificando que no había nadie cerca, entré. Subí las escaleras hasta el piso en el que estaba el baño de Myrtle. Respiré hondo y acomodé mi largo cabello dentro de la capucha, bajé la mirada y comencé a caminar apresuradamente. Tenía que llegar rápido a mi destino, él no demoraría mucho en encontrarme.

El estar nuevamente deambulando por estos pasillos me causaba una sensación indescriptible, los recuerdos me golpeaban de manera despiadada.

-Identifícate. - Me giré lentamente sin levantar la mirada, con la capucha cubriéndome la mitad de rostro y sintiendo en la frente la punta de una varita.

Sonreí de medio lado, hace mucho que no escuchaba su voz. Lentamente me quité la capucha dejando ver mi rostro y observando cómo su rostro se contraía en una mueca de sorpresa.

- ¿Vas a matarme? - Me miró con lágrimas en los ojos y bajó su varita negando con la cabeza. - Draqui...- Sonreí mientras me abalanzaba abrazarlo con fuerza.

-Te creí muerta. - El rubio que tenía frente a mí era más alto de lo que recordaba, me correspondió el abrazo. Después de un año al fin veía a alguien conocido, quizás el único amigo que me quedaba. - ¿Qué haces aquí? Sabes que es muy peligroso.

-Tengo que llegar a la cámara de los secretos. - Él se separó de mí y me observó confundido. - Sé que es peligroso, pero tengo un plan. - Suspiré y él asintió poco convencido.

-Potter solo te enseñó a ser una suicida. - Solté una carcajada ante sus palabras, pero él lo decía muy en serio. - Vamos pequeña mártir, te escoltaré hasta ahí para que nadie vaya a atacarte. - Lo volví abrazar y comenzamos a caminar juntos. - Él aún te busca, tu cabeza tiene precio. - Suspiré, ya lo sabía. Lleva buscándome desde que aparentemente desaparecí de la faz de la tierra. - Debe ser un plan muy importante y casi infalible si has decidido arriesgarte de esta manera, hoy sentí tu magia, pero dudaba de que fueras tú. Puso gente a vigilar tanto el castillo como Hogsmeade y el callejón Diagon. - Ni si quiera me había percatado, eso explica cómo me encontró en Gringotts. Cuando llegamos al baño me detuve en la puerta, me giré para quedar frente a frente con él.

-Gracias, Draco. - Derramé una lágrima y volví abrazar a mi amigo, no volvería a verlo. - Pero tienes que olvidar que me viste, es un maestro en la legeremancia y si ve que me ayudaste, te matará sin dudarlo. - Él me observó un momento y sin previo aviso me besó, fue un beso lento y con sabor a despedida.

-Tienes razón, a mi madre y a mí nos costó mucho que no supiera que te ayudamos a escapar hace un año. - Le sonreí de lado y le apunté con mi varita. - Siempre estuve enamorado de ti, pero lo elegiste a él. - Depositó un pequeño beso en mi frente y se apartó con las manos en la espalda. - Yo también te amaba y siento lo de Potter. - Derramé una lágrima al recordar a Harry. Suspiré.

-Yo también. - Cerró los ojos. - Obliviate. - Susurré, Malfoy entró en un estado de trance, elegí cuidadosamente los recuerdos que borraría y los extraje, implantando un falso recuerdo en el que él siguió caminando por el pasillo. Entré en el baño y cerré la puerta tras de mí, me obligué a calmarme y después de hacerlo busqué el lavado correcto. Supe cuál era cuando vi la figura de una serpiente en el grifo, le pedí que se abriera en pársel; el lavabo retrocedió y apareció la cañería, unos segundos después bajando por ella, llegué a un pasadizo oscuro y con huesos de pequeños animales.

-Lumos. - El lugar estaba muy oscuro y el olor a humedad se hacía presente, caminé durante varios minutos y me detuve en el lugar que buscaba. No necesitaba cuidarme del basilisco ya que Harry lo había matado en su segundo año en Hogwarts. Era una habitación tan grande como un templo, con pilares decorados con serpientes. En medio había una gigantesca estatua de Salazar Slytherin, ciertamente el lugar era tan tétrico que me puso la piel de gallina. Sin perder tiempo comencé a hacer lo que tenía planeado.

Con sal dibujé un círculo en el suelo, en los puntos exactos coloqué los números doce, tres, seis y nueve, en números romanos; saqué la daga de plata que tenía debajo de la túnica y me hice un corte no muy profundo en la palma. Apreté con fuerza mi mano en un puño y dejé caer unas gotas de sangre sobre los números. Saqué un gira tiempo del bolsillo de mi pantalón, lo coloqué en medio del círculo, apunté hacia él con la varita y cerré los ojos para concentrarme.

Secundum tempus et est aeterna, progressionibus fuit error, voolo expient cor meum ergo redeundum ad praeteritum et. - En mi mente solo tenía el año al que quería volver, debía hacerlo correctamente de lo contrario terminaría perdida en el tiempo. - Ego iter tempus, desinat dolor, tempore cum reversus fuero, abrenuntio omnia in futurum. Pura intentio mea, forte ad secundam respiciens, vigilate ansas, et telas retro. - Abrí los ojos al sentir como una fuerza extraña me arrastraba hacía el reloj, muchas imágenes pasaban por mi lado a una velocidad vertiginosa y los volví a cerrar para no marearme. Estaba hecho, no había marcha atrás, solo me quedaba esperar a que el conjuro funcionara correctamente y cayera en la fecha correcta.

Mi estómago se contrajo, sentí que caía por un abismo y por miedo no abrí los ojos. Después de un buen rato caí de pie sobre la hierba, miré a todos lados y vi el castillo. Detrás de mí estaba el lago negro, con temor busqué un lugar donde ver la fecha, pero no había nada. Suspiré, con la imagen de Hogsmeade en la cabeza me desaparecí.

Comencé a caminar a lo largo de la calle y me detuve en un quiosco. Observé los periódicos con detenimiento, en la portada se podía apreciar una batalla, por un momento el miedo me invadió y mi mente se imaginó que era un ataque de Voldemort. Busqué la fecha en el periódico con desesperación, el alma me volvió al cuerpo. Sonreí aliviada, en la página se leía en letras negras: 26 de agosto de 1942.