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Alma Negra

John "Alma Negra" Un alma inocente y pura, había sido lentamente corrompida por la maldad. Sus ojos iban perdiendo el brillo y en su corazón se iba formando un caparazón, un escudo tan fuerte para evitar a toda costa una traición. Un águila enjaulado y condenado a no sentir, el negocio y la codicia eran su motivo de existir. La oscuridad se convirtió en su mejor amigo, las mentiras y verdades en su abrigo; la frialdad e inteligencia para el negocio, el cuchillo y arma para el enemigo. Un supuesto enemigo tiene que ejecutar, pero el destino le sorprende y lo hace dudar; haciendo que su vida de un giro inesperado, y quizás, esa persona logre mostrarle el camino indicado; y se convierta en su luz, en medio de esa oscuridad, porque detrás de él puede quedar aún algo de humanidad.

NATALIADIAZ · 現実
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194 Chs

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La puerta se abrió, ni cuenta me había dado que no la cerré completamente.

—¿Y tú qué haces aquí?— le pregunté a Daisy, al verla parada al lado de la puerta—. ¿Cómo demonios llegaste aquí? Ya te hacía en tu nuevo hogar y con tu amante.

—¡Eres un desgraciado, pero esa perra no se queda atrás! — furiosa la agarró por el pelo y la sacó al pasillo del Hotel.

No hice nada, solo me le quedé viendo.

—Fuera de aquí, antes de que te arrastré por todo el Hotel y desnuda. ¡Muévete! — la chica se levantó, y salió corriendo.

—Esa hermosura no tiene la culpa, fui yo quien la traje.

—¿Y a ti qué mierda te pasa por la cabeza, idiota?

—¿A mí? La misma mierda que a ti. ¿Qué demonios haces aquí? ¿Cómo me encontraste?

—Tengo mis mañas, pero eso no es lo importante aquí. ¡Eres un infeliz, un infiel, un desgraciado! ¿Así de mucho dices amarme? ¿Ahora te buscas a una cualquiera para que te atienda?

—Mira quien habla, acabas de irte con alguien más y no te importó lo que yo sintiera. Te dije que no te quería ver, y todo te lo pasas por el trasero. ¿Para qué viniste? ¿Para espantarme el polvo e irte?

—¿Eso es lo más que te importa? — me empujó de vuelta a la habitación, y entró—. Ni siquiera excitado estás, ¿A eso le llamas polvo?

—Acabas de llegar justo cuando se estaba poniendo buena la cosa.

—Debería matarte.

—Eso mismo he estado pensando yo. No me gusta lo mentirosa y perra que te has vuelto, Daisy. No sé ni para qué viniste, solo tu presencia me causa estrés.

—A mí asco. Hueles a perfume barato. ¿Desdé cuándo te metes con mujeres así de feas?

—Te tendrás que bañar también tú, porque hueles a sangre, y a ese olor despreciable de ese infeliz. Ya lárgate, ¿no te es suficiente con todo lo que has hecho? Estoy harto de ti. Estoy siendo bueno todavía, así que vete que aún estás a tiempo.

—Se supone que me vaya, que te odie, que no te quiera ver ni en pintura, luego de haberte encontrado con otra mujer, pero como tú mismo dijiste, soy masoquista y terca, así que no lo haré. Puedo entender que estés herido, molesto, confundido, y tienes razones demás para dudar de mí, y no te justifico, pero tampoco puedo ser dura contigo. Has pensado en muchas cosas sin sentido. Jamás me ha interesado ese tipo, no siento absolutamente nada por él, yo siempre he tenido ojos solo para ti; no sabes como deseaba poder terminar con todo para poder estar contigo y Mia, pero no podía dejar atrás a nuestro otro hijo. Trataba de soportarlo todo para poder aunque sea verlo, pero ya de nada vale. Perdí todo ese tiempo con una falsa ilusión, porque nuestro bebé está muerto, John.

—¿Qué?

—Sí, no fue difícil como pensé que sería hacerlo confesar, pero todo cobró sentido. Estuvo alimentando mi ilusión con fotos de bebés que no era el nuestro. Ese día que fui secuestrada, me golpearon mucho, y al despertar ya mi bebé no estaba conmigo. Estuve investigando con un detective privado y él tenía sospechas de que los bebés que aparecían en las fotos no eran los mismos. Quería creer que podía recuperarlo, pero me equivoqué— estalló en llanto, y me abrazó.

No puedo negar que me rompió el corazón saber esto, pero estaba tratando de no hacerla sentir peor; aunque mi pecho estuviera oprimido.

Estuvimos un rato así, hasta que logramos calmarnos los dos.  

—¿Dónde está ese tipo?

—Está muerto.

—¿No lo dejaste escapar?— pregunté incrédulo.

—¿Quieres ver su cabeza? La traje en el auto como regalo para ti, sabía que desearías verla también. Su pene también está ahí, para metértelo de supositorio por idiota, aunque debí metérselo a aquella perra que tenías contigo— lo dijo como lo más normal, y evité burlarme.

—¿No le hiciste nada más?

—Si le hice, estuve en todo momento con tus hombres, y ellos me ayudaron. El que te llamó, tenía un cuchillo en su garganta y le obligué a decirte eso. Sabía que ibas a tratar de hacer una tontería, así que quería ver hasta dónde ibas a llegar. Por todo lo que me dijiste, tenía que vengarme de ti. Me dolieron tus palabras.

—Y a mi las tuyas, más esa actitud de mierda que te cargas. Sabes... — hice una pausa, y desvié la mirada—, podemos tener más hijos si quieres.

—No estaré con alguien que acaba de tratar de serme infiel con una cualquiera.

—Considero que estamos a mano, además no ocurrió nada más que un beso.

—Báñate, que nos vamos— trató de caminar a la cama, y le agarré la mano.

—Te vas a bañar conmigo. No iré a ningún lado con una mujer que apesta a huevo ajeno.

—Y yo no iré a ninguna parte con un hijo de puta que acaba de besar a otra mujer, no quiero saliva ajena.

—No fue de lengua, además ¿Por qué te debe molestar? ¿Acaso planeabas besarme?

—Claro que no— tartamudeó—, además no te pedí detalles.

—No pensé verte celosa, Daisy. ¿Así que la chica ruda, malcriada, necia, puede sentir celos?

—El celoso eras tú, y por algo estúpido. Está vez me toca pedirte que te bañes con Clorox, y de paso laves tu boca con el.

—Ayúdame a bañar, olvidé cómo hacerlo.

—¡Descarado!

—¡Tonta!

—¡Idiota!

—¡Fea!

—¿Fea? Entonces ¿Esa mujer es más tú tipo? Que bajo has caído— trató de soltarse de mi agarre, pero la acerqué a mi.

—No vas a ninguna parte, no hasta que seas mía ahora.

—No te quiero cerca con ese olor tan asqueroso y repugnante— reí ante su comentario.

—Nos bañamos juntos y listo, ambos estamos sucios, así que debemos limpiarlos bien, y tú me ayudarás a eso— la subí a mi hombro a la fuerza, y se aferró de mi traje.

—¿Ahora esta será tu forma de arreglar las cosas siempre? ¡Eres un salvaje!

—Sí, me gusta tener tu trasero casi en mi cara.

—¡Suéltame, depravado!