ANTHONY
De ser un padre super absorvente y asfixiante, Liam pasó a abandonarme a mi suerte de forma total. Como si nunca hubiese sentido nada por mí.
Ni siquiera Orfen me dirigía la palabra, pero en su caso lo puedo entender. Mi padre es su pareja después de todo.
Además demasiado hizo con cederme uno de sus departamentos y permitir que siga llevando su apellido.
Sin embargo la actitud de mi padre me dolía más de lo llegué a imaginar. Mucho más.
Me.preguntaba a mí mismo ¿por qué me sentía así? Después de todo gran parte de mi vida la pasé lejos de él. Junto a una mujer que solo sabía abusar de mí siendo niño.
Llegué a esa mansión donde me había criado junto a mi abuelo y mis torturadores esa mañana, aprovechando que Gabriel estaba haciendole un trabajo a su padre.
No bien entré al hall las núltiples imágenes de mis diversos tipos de calvarios padecidos allí invadieron mi mente, impiendome respirar.
No pude moverme ni evitar temblar como un niño pequeño. La voz del mayordomo me devolvió a la realidad, aquel como todos los criados de la mansión eran nuevos.
Habían sido contratados por Orfen después de que mi padre se hizo con la tutela sobre mi persona. Por lo tanto desconocían todo acerca de mí y de mis torturas.
Orfen hizo eso porque todos, absolutamente todo el personal anterior le era leal exclusivamente a mi difunto abuelo y a esa mujer perversa que se hacía pasar por mi tutora.
Cerré los ojos recordando a mi padre y sus reconfortantes palabras de aquel entonces cuando era recién un niño que empezaba a entrar en la pubertad.
Tranquilo hijito, todo estará bien. Te protegeré siempre. Y si no será necesario que regreses a este lugar nunca más. Después de todo tengo otra mansión donde podremos vivir tú, yo, mi pareja y tu hermana cuando logre traerla a este lado del oceano. Te protegeré siempre mi querido Anthony.
Las lágrimas volvieron a humedecer mi rostros ya que me sentía descorazonado.
— Dijiste que me protegerías siempre y en cambio acabaste abandonandome a mi suerte....papá.
Molesto conmigo mismo me quité las lágrimas y avance al interior de esa mansión, diciendome a mí mismo que todo eso eran tan solo recuerdos.
No podían afectarme nunca más ninguno de esos individuos ya que o estaban muertos o en prisión.
Sin embargo a medida que iba avanzando en cada rincón de ese lugar me veía a mí mismo acurrucado temblando de miedo siendo un niño pequeño.
O veía a mi abuelo golpeandome con intensa violencia al comprobar que jamás odiaría a mi padre.
A su vez sentía las alocadas carcajadas de mi violadora que me buscaba figiendo que se trataba de un juego de escondidas. No, llegó un punto en el que ya no pude seguir avanzando debido a que me empecé a afixiar.
Había creído que podría hacer aquello pero me equivoqué. Me resultaba practicamente imposible permanecer un segundo más en esa casa.
Sin pensar en otra cosa que no sea alejarme de ese infierno dí media vuelta y corrí rumbo a la salida. Pero choqué contra alguien y caí al suelo duro.
Sin embargo su voz me paralizó al completo.
— Anthony, al fin te encuentro. Menos mal que decidí venir aquí. Que grata sorpresa.
Mis ojos desorbitados se centraron en su persona.
— Mefis Von Fisher — susurré sin poder creerlo — ¿Qué....qué haces aquí?
— Tu padre y Orfen me tenían prohibido acercarme a tí Anthony y para serte sincero, erqn demasiado convincentes en las consecuencias que pagaría si por algún motivo desobedecía dicha prohibición.
— ¿Qué dices?
— Pero me enteré que tu padre te quitó su apellido y mi tío Orfen te dejó el suyo, es decir el nuestro, de lastima. Supe que ambos vendieron las dos mansiones que tenían en esta ciudad y se fueron para siempre. Eso significa que esa molesta prohibición quedó sin efecto.
Como pudo me incorporé sin dejar de temblar. No podía ser cierto eso ¿o sea que mi padre me dejó a merced del loco de Mefis?
— Esta es mi mansión ¿qué haces aquí dentro Mefis? — dije como pude
—¿O no lo sabes? El mayordomo es amigo mío y tú — Mefis se fue acercando peligrosamente a mi persona — Eres mi propiedad privada....Anthony. A partir de ahora te haré pagar una a una las que me hiciste maldita basura.
El terror que hasta ese momento había sentido no se comparó en nada con el miedo que en esos momentos me invadió al ser sujetado por Mefis quien tapó mi boca y nariz con pañuelo impregnado en cloroformo al tiempo que me decía:
— Me servirás mucho mejor estando tranquilito Anthony. El verdadero dolor recién empieza.