Al terminar la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, los jóvenes estudiantes por primera vez salieron con sonrisas en sus rostros, contentos y excitados por lo que se venía en el futuro. Todos sabían que deseaban batirse en duelos, pero con las reglas de la escuela actualmente es prácticamente imposible. Sin embargo, las cosas cambiaron con el anuncio del club de duelo, aunque fuera Gilderoy Lockhart quien lo propusiera.
William salió tranquilamente del salón de clases, caminando hacia la sala común, cuando cierta niña aceleró su paso para acercársele.
"¿Qué estás planeando?" preguntó ella, mirando al peliblanco.
"¿Por qué crees que estoy planeando algo?" William miró a Hermione, quien lo observaba fijamente.
"No eres de las personas que deja salir tantos halagos hacia los demás, mucho menos al profesor Lockhart. Antes mostraste tu descontento hacia él frente a todos."
"Mi objetivo era el club de duelo, creo que debería ser obvio a estas alturas," admitió William con tranquilidad.
"Eso pensé también, pero no creo que sea todo tu objetivo." Ella se quedó en silencio un momento mientras caminaban por el largo pasillo. Miraba de reojo a William varias veces, entonces volvió a hablar: "¿Tu objetivo tiene relación con la Cámara de los Secretos?"
Por un momento William se sorprendió. Todos sabían de la inteligencia de Hermione; era un hecho indudable. Incluso en la obra original, si ella no hubiese estado en el equipo, probablemente Harry Potter no habría llegado al final de la historia.
"¿Por qué crees eso?"
"Solo fue intuición, aunque no tengo nada para justificarlo, pero tu comportamiento se volvió más extraño desde que vimos el mensaje en la pared."
"El mensaje en la pared era inquietante, no puedes negarlo. Aún no hay una explicación para el estado de la Sra. Norris. Aunque sea solo una broma, no hay estudiante en Hogwarts con esa capacidad. Quizás solo estoy siendo un poco paranoico."
Hermione se detuvo un momento para mirar la espalda de William. Quizás ella misma estaba pensando demasiado las cosas.
Entonces apareció una figura desde el otro lado del pasillo.
"Rosier," llamó la profesora McGonagall, ganando la atención del dúo.
"Profesora," se acercó William.
"El director desea que vayas a su despacho en este momento," ella lo miró fijamente. "Llegó el momento."
Era una señal. El resto de los estudiantes de Hogwarts quizás no lo sabían, pero Hermione no era como cualquiera. Ella sabía a qué se referían: había llegado el esperado juicio del hombre lobo Greyback.
William asintió con la cabeza y siguió a la profesora, dejando a Hermione sola en el pasillo mientras los miraba alejarse.
Mientras caminaban por los pasillos, William dejó escapar un largo suspiro. Los recuerdos de aquella batalla volvieron a su mente: la adrenalina del momento, la tensión en la que se encontraba, las expresiones de sus compañeros de armas, inclusive la batalla de su mentora en aquella noche.
Pero también pudo recordar la sensación y los sentimientos que vertió en su varita al momento de liberar aquella maldición sin nombre que prácticamente acabó con la mitad del cuerpo de Greyback.
Aunque no quisiera admitirlo frente a otras personas, en aquel momento se sintió de alguna manera extraño, como si fuera un mago oscuro. El poder de enfrentarse a un enemigo tan fuerte quizás fue el detonante para que su verdadera naturaleza saliera a la luz.
"No tienes que preocuparte más de lo necesario," la voz de la profesora McGonagall lo trajo de regreso a la realidad, lejos de aquella noche.
El rostro serio y oscuro de William desapareció en un parpadeo. Una sonrisa se dibujó en su cara, fortaleciendo una vez más aquellos rasgos que lo hacían ver guapo.
"No tiene de qué preocuparse, profesora. Solo recordé algo desagradable."
La profesora McGonagall asintió con la cabeza. "Para la edad que tienes, es un evento que podría dejar secuelas a largo plazo. No dudes en pedir ayuda para manejar posibles traumas. Incluso los mejores aurores tuvieron momentos de terror contra esa bestia. Debes considerarte afortunado al estar aquí ahora mismo."
Era cierto, y William lo sabía mejor que nadie. Muchos magos sufrieron por culpa de Greyback. Inclusive si él mismo no hubiese estado en ese momento, es posible que sus amigos en Castelobruxo hubiesen sufrido otro destino.
"Tiene razón, profesora," la mentalidad de William había vuelto en ese momento. Ahora, frente a la entrada de la oficina de Dumbledore, era el primer paso antes del juicio contra Greyback. Solo tenía que responder preguntas y testificar, pero con todos los cargos que el hombre lobo tenía en su espalda, era imposible que obtuviera la libertad.
La profesora McGonagall dijo las palabras y la estatua giró revelando el paso hacia la oficina. Allí dentro, justo como antes cuando estaba en su camino a Castelobruxo, el director de Hogwarts estaba esperando su llegada.
"William Rosier," dijo su nombre completo. Entonces sintió la mirada del resto de los directores en los cuadros de la oficina sobre él. Es obvio que los directores anteriores tenían curiosidad sobre William, el joven héroe que se enfrentó a la amenaza, aunque no dijeron nada.
"Director," saludó William elegantemente. "La profesora McGonagall ya me hizo saber lo que sucedería."
"Si todo está listo, entonces debemos partir lo antes posible. No queremos llegar tarde a este evento."
Solo hubo un movimiento con su varita y la chimenea de la oficina cambió de forma. Ambos entraron en la chimenea, dejando a la profesora McGonagall atrás. La llama verde los consumió y entonces estaban en el Ministerio de Magia, justo como en las vacaciones.
William miró a todos lados y efectivamente no podía ver al director Dumbledore por ningún lugar. Dejó escapar un suspiro y se rascó la cabeza. Cualquier otro estaría asustado en este punto, pero solo era un asunto menor.
Tuvo que preguntar a uno de los guardias, revelar su identidad y explicar el motivo de su visita. Entonces, al saber de su asunto importante y luego de pasar por la revisión de su varita, finalmente llegó al lugar donde se llevaría a cabo el juicio. Solo con repasar el lugar con sus ojos, pudo reconocer algunos rostros familiares como es el caso de aquellos que vienen directamente del Diario El Profeta, pero ahora lo importante era la persona que estaría en el estrado.