Hace tres años, los animales y plantas de la Tierra atravesaron una serie de cambios locos e inexplicables que incluyeron transformaciones, reversiones y la adición de especies de otro mundo. Ese fue el inicio de un nuevo tipo de profesión en la nueva generación de la humanidad: los Entrenadores de Monstruos, personas especializadas en controlar a los monstruos. En su cumpleaños número 18, el protagonista de la historia, Gao Peng, huérfano de padres, recibe de repente la habilidad de ver el marco de datos y atributos de los monstruos. ¡Con su habilidad, él aspira a convertirse en el entrenador de monstruos más fuerte que haya existido!
(PD: Una pequeña aclaración antes de la lectura: este libro no refleja la realidad. Por favor, no lo leas desde un punto de vista realista. Pertenece al género fantástico y los libros de ese género, ¡NO son científicos! ¡No lo son! ¡No lo son! A mí también me gustaría saber cómo crear bolas de fuego y lanzar rayos).
Mientras cargaba una mochila roja escolar, Gao Peng sacó una tarjeta que funcionaba como llave. Se escuchó un crujido que provenía de una vieja puerta metálica mientras entraba en un antiguo edificio, el cual tenía restos de basura apilados por el suelo, pero, por fortuna, no despedían olor.
Parado bajo la luz tenue del lugar, el chico agachó la cabeza y miró atentamente; una sombra feroz que hacía movimientos extraños se proyectaba en el suelo. Peng frunció el entrecejo, mientras dirigía la vista al techo, para encontrar una enorme araña, que esperaba paciente. Había tejido una telaraña de color grisáceo por toda la parte superior de las escaleras y le devolvía la mirada con ojos rojos, como la sangre que brillaba con la luz.
Gao Peng suspiró, musitando para sí: parece que la pequeña arañita criada por la abuela Cheng se escapó de nuevo. Creo que es la séptima vez que ocurre en el mes.
Ya acostumbrado a verla huir, él continuó directo a la escalera, como si no pasara nada. Sin embargo, mientras caminaba, pareció recordar algo de pronto y, no sin algo de duda, dio media vuelta para enfrentarla.
—¿Esta es acaso una Araña de Rayas Plateadas? Recuerdo haber escuchado decir al profesor que son criaturas gentiles —dijo con sospecha, mientras pestañeaba incrédulo.
Dejó lentamente su mochila en el piso, sacó un pedazo de papel, del cual hizo un bollo, y sacó el encendedor que traía en el bolsillo. Dudó de nuevo, pues por más amable que fuera esa clase de araña, seguía siendo la que había criado la vecina de arriba. No podía ser tan peligrosa. ¡Eso no era lo central de todo el asunto! Sí, podría ser una araña muy buena, pero seguía siendo un monstruo.
Antes del cambio en la Tierra, un monstruo de nivel normal podría haber rivalizado con leones y tigres, por estar en el tope de la cadena alimenticia. Si se le ocurría hacerla enojar, no tendría escapatoria y terminaría siendo presa fácil, como un cordero esperando ser degollado. Así que corrió con toda prisa escaleras arriba, mientras pensaba: recuerdo al profesor Zhang diciendo que eran animales bondadosos.
De pronto, escuchó un sonido agudo que venía de atrás. Miró por el rabillo del ojo, para encontrarse con que la Araña de Rayas Plateadas había descendido al descanso de la escalera y, moviendo las ocho patas, subía ahora frenéticamente por una de las paredes. Del lado opuesto se podía ver el bollo de papel consumiéndose en llamas.
Los ojos de Gao Peng brillaban de emoción, el corazón le latía a mil por hora. ¡Había comprobado que la araña realmente le temía al fuego! Eso quería decir que lo que había visto en su mente no era producto de la imaginación, pensaba mientras se sentía uno con el viento al subir cada vez más rápido. En el fondo, podía escuchar como el monstruo emitía chillidos agudos: "creo que el profesor me mintió¡estas criaturas no tienen nada de bondadosas!", pensaba con la mente en mil cosas diferentes a la vez.
No se atrevía a aminorar el paso; tener a esta clase de monstruo persiguiéndolo no era ninguna clase de broma. Si caía entre sus garras podía destrozarle el cráneo o destriparlo con suma facilidad, estábamos hablando de un monstruo de otra dimensión.
Durante el comienzo de la transformación que había sufrido la Tierra, muchos seres humanos habían muerto a causa de ellos. Sin importar lo gentiles que parecieran ahora, seguían siendo peligrosos.
Las pisadas sonaban cada vez más cerca, tan cerca, que podía sentir las vibraciones del impacto que hacía el monstruo al caer sobre el escalón; eran como martillos de acero golpeando el suelo ¡Le faltaba solo un piso para llegar a casa!
La Araña de Rayas Plateadas abría y cerraba las fauces. Sus fuertes y ágiles patas subían, bajaban, se acercaban cada vez más. En cada salto podía avanzar casi cinco escalones. Un siseo amenazante inundó la escalera, era aterrador. Lista para saltar, de pronto, las patas del enorme arácnido se congelaron. Se quedó quieta, los ojos le dejaron de brillar y comenzó a emitir breves sonidos. No volvió a sisear.
El monstruo dudó un momento, los ojos le brillaban nuevamente. Levantó una pata para seguir subiendo.
—¡Ssss! —repetía amenazante, con un siseo más agresivo que el primero.
—¡Zhizhizhizhi! —se escuchó a la distancia.
La araña retrajo de pronto las patas y corrió lejos de la escalera.
Aliviado, Peng dejó escapar un suspiro y se limpió el sudor de la frente, mientras se preguntaba: ¿Por qué habrá escapado la araña? ¿Será que era un simple juego para ella perseguirme por diversión?. Hasta a él le costaba creer lo que pensaba.
Sacó las llaves y entró a casa.
—¡Mamá, papá! ¡Volví! —vociferó, con una sonrisa en el rostro.
Pero la casa estaba completamente vacía. Era tal el silencio, que parecía ser el único habitante en el mundo. Había un sofá marrón en la sala de estar, frente a un viejo televisor. Los muebles eran sencillos y muy pocos, al igual que las decoraciones. Se podía ver que los habitantes eran pulcros y ordenados por el estado de las cosas.
Más tranquilo, el chico respiró hondo y abrió la puerta de la habitación. Las cortinas estaban bajas, bloqueando los fuertes rayos del sol, que intentaban colarse por la ventana, dándole a la pieza un aspecto lúgubre. La cama se encontraba perfectamente tendida. El rostro de Peng se iluminó de pronto y dijo:
—Má, pá, finalmente obtuve el primer lugar de la clase en los exámenes. Deben estar muy contentos por eso.
Le estaba hablando a una vieja fotografía en blanco y negro, en donde había una pareja: el hombre parecía elegante y gentil, mientras que la mujer parecía virtuosa, honorable. Sonreían felizmente, como si, a través de este pedazo de papel, personas de dos mundos distintos pudieran verse y sentir lo mismo.
Pero no obtuvo respuesta. La gente en la fotografía seguía sonriendo como siempre; él se forzó a poner una buena cara mientras continuaba el monólogo:
—Siempre me ha ido mal en el colegio y ustedes me regañaban, pero ahora soy el primero en la clase y el cuarto del grado entero. Eso tiene que ponerlos muy felices, ¿no? Ya no tendrán que preocuparse por mis notas —susurró, mientras los ojos se le llenaban de lágrimas.
El adolescente se quedó parado ahí, mientras rumiaba sus pensamientos en silencio. Fue hasta que cayó la noche que despertó del ensueño y, con media sonrisa, le dijo a la foto:
—Pá, má, la escuela está organizando una excursión para mañana, así que probablemente no vuelva por unos días. Pero no se preocupen por mí, contrataron guardaespaldas profesionales para que cuiden de nosotros ¡Les prometo que tendré cuidado!
Después de una breve pausa, prosiguió:
—Escuché que son de la Agencia BlueShield y que ahí hay muchos Entrenadores de Monstruos. Si yo pudiera convertirme en uno, sería realmente genial. Al menos la mitad de mis compañeros de clase quieren ser uno también.
Ya con la habitación en penumbras, el joven seguía hablando consigo mismo, mientras miraba esa imagen. Gesticulaba con las manos al momento de decir lo que pensaba, esperanzado. Los ojos le brillaban, haciendo visible la gran ilusión que sentía por el futuro y su inminente deseo de volverse más fuerte.
Nadie respondía a sus palabras. Hubiera dado cualquier cosa por un signo de aprobación, una palabra de aliento. Así las personas de la fotografía se materializaran para oponerse a sus sueños, le seguiría pareciendo mejor que eso. Pero nada sucedió. La pareja siguió sonriendo cálidamente, uno al lado del otro. El cuarto quedó en silencio. Solo quedaba la respiración del joven.
De pronto, sintió un poco de frío y se frotó los brazos, con aire abatido. A los pocos minutos, volvió a sonreír y volvió a ser el adolescente alegre y positivo de siempre. Salió de la habitación y cerró lentamente la puerta, como intentando no molestar a la pareja de la foto.
Nadie lo vio, puede que haya sido un simple truco de luz. Pero, por un momento, la sonrisa del matrimonio pareció aún más dulce y alegre.