Las hierbas crecidas cubrieron los pies del gran Buda. Nadie sabe cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que fueron limpiados.
Algunas piedras desordenadas yacían junto a los pies. Estas piedras se mezclaron con el medio ambiente y el musgo que crecía en ellas.
En su camino hacia aquí, Gao Peng vio a mucha gente rezando al Buda, poniendo su fe en Dios.
Pero a nadie le interesaba éste Dios verdadero.
Éste verdadero Dios se reclinó en las montañas, contento consigo mismo. Sus ojos estaban cerrados, pero se podía ver su alegría.
—Para ver quién estaba espiando esa noche. No esperaba que fuera un Buda. —dijo Gao Peng.
El Buda soltó una risa como una campana.
—Han pasado tantos años, y puedo ver a un Entrenador de Monstruos de Dios de nuevo, que vista tan rara.
—Quiero invitarte a ser adorado por nuestra tribu Huaxia. —dijo Gao Peng.
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