Sobre él, ante él se extendía un cosmos de grandeza inimaginable. Las estrellas centelleaban como diamantes en la negrura del cielo y su luz proyectaba un resplandor brillante sobre el paisaje.
Sin razón, entró en una perspicacia ida sin vuelta.
Las galaxias, como grandes vórtices arremolinados, se extendían por el universo y sus zarcillos de luz estelar llegaban hasta los confines del cosmos.
En este reino de fantasía, la belleza de la lógica y el sentido común, se vieron envueltos sustituidos por los caprichos del propio cosmos. Estrellas y planetas danzaban de forma extraña y maravillosa, entrelazando sus órbitas en un ballet celestial.
El tejido mismo del espacio y el tiempo parecía doblarse y retorcerse, deformando la realidad misma en un caleidoscopio de color y luz.
Sus vellos mundos, sus palmas galaxias y su pensamiento el universo; una extensión infinita que no soportó en su realidad limitada.
"¿Has disfrutado de la experiencia?". Preguntó una voz, sin distinción en su variabilidad inexplicable. Sin negro ni blanco, feminidad o masculinidad.
La voz pertenecía a un anciano, quién proyectaba al exterior locura desde su apariencia. Con el cabello despeinado y descuidado en los aspectos higiénicos, portaba un gran sombrero de hechicero.
Federick, quién había sido desligado de una realidad óptica fantasiosa, mantenía una mirada aburrida observando el cosmos lejano pero cercano.
"¡Responde a la pregunta del Predilecto Divino! Pues yo grande soy, sin distinción en una realidad hueca". Proclamó el anciano entre rabias, con microexpresiones faciales ridículas.
Pero increíblemente, a su palabra...
No pasó nada, siendo el ambiente imperturbable.
Pero más allá de un pequeño espacio en una vasta existencia...
Pasaron cosas, cosas que escapan del poder del narrador.
Lo que no llamó la atención del irrecuperable joven, quién pensaba en su experiencia de ir más allá de su cuerpo; siendo de hecho, irónicamente, su situación actual.
"Pues tú, prosigues con cara amarga y sin razón, pero más allá... El solitario al cual llaman inmortal, cantó letra divina a través de su flauta; el ave divina proclamó el grito de su nacimiento a los cuatro vientos sagrados; y una esposa del Emperador Celestial le fue infiel. Fui yo". Exclamó el anciano, mientras hurgaba en su cabeza, exponiendo su virtud, virtud de ojo loco.
"Haz silencio de una vez; no hallas resultados, ¿por qué hurgar?". Dijo otra voz, la misma voz destinada al eco.
Pero para curiosidad de los dos, estas mismas fueron las palabras que recuperaron la consciencia de Federick.
"¿Ustedes también sois ancestros?". Se oyó la voz del joven, quién con curiosidad preguntaba; para asombro del anciano, en su tono no se presentaba temor ni desgracia.
"Creo que no soy el único sin sentido común". Opinó el anciano.
"Tú sólo eres estupido". Respondió la otra voz, con causa de conocimiento.
"Depende desde que perspectiva observes la estupidez. Como no sabes filosofar, no reconocerás ni entenderás mis palabras". Refutó el anciano convencido en su parábola.
Esta misma conversación con nulo contenido en sentido común, escucho el joven; quién permanecía en silencio, esperando la respuesta a su pregunta...
Conversación que se torno a una discusión respecto al sentido común, a la lógica, de la lógica a la falacia, y de la falacia a las espadas...
"De hecho, únicamente estoy de acuerdo en un punto: Falacia sería un nombre adecuado para una espada". Opinó la voz desconocida; quién se torno a una ligera familiaridad para Federick.
"¿Papá...?". Dijo de repente Federick con duda.
"Prefiero: "Espada que empuña y asesina al Cielo". Dijo el anciano, dando a conocer su postura desde el respeto.
...
De hecho, para sorpresa de Federick, las voces desconocidas resultaron pertenecer a su padre y a un anciano lascivo...
O eso le hacía pensar, su descripción respecto a las sobrinas del Sabio Emperador; quienes a decir, su edad era ilimitada, experimentando eones.
Pero resultó que el "Sabio Emperador" era un apodo generalizado dirigido a valerosos hombres, y las "sobrinas" descripciones abstractas de un concepto profundo taoísta...
Todo ese contenido a partir de una conversación de media hora.
"¡Escucha bien, mocoso! El nombre de a quién te refieres con humildad, es la gloria del Infinito. Sí, me llamó Infinito". Proclamó con absoluta seguridad el anciano, reconocido como "Infinito".
"No ensucies con tu deshonestidad... No te llamas Infinito, eres Infinitum". Refutó Amagatzu en son de burla.
Así, se simuló otra reñida discusión breve.
Federick atontado, decidió observar las inmediaciones que lo rodeaban; hermosas y desconocidas, como la piel de una bella dama.
"Veo que disfrutas del tiempo, más no reduzcas el valor del nuestro... Ven, acércate". Pronunció Amagatzu, observando como su hijo miraba con curiosidad todo lo que le rodeaba.
A su voz, Federick realizó caso. Se acercó con cuidado, permaneciendo a cierta distancia de "Infinitum".
"Bleh, niño caca; no tengo ninguna enfermedad para que actúes con tal desprecio". Fue la respuesta de Infinitum ante el comportamiento demostrado.
Palabras que Federick ignoró.
"Mantén la consciencia abierta ante cada efímero cambio; este es un viaje de crecimiento, que te concedó con total solidaridad". Fueron las palabras de Amagatzu.
"Desde nuestra infinita consideración y benevolencia". Interrumpió Infinitum con charla y verso, propio de un charlatán.
"La realidad es inexacta, siendo su variable su propia existencia. Observa, como mis cinco dedos, su apariencia es similar, más no lo son; e incluso, en su funcionamiento básico pueden encontrar polaridad... Está es la variable, la variable del infinito. Variable que se multiplica en su infinito. La teoría de realidades". Empezó Amagatzu su discurso de forma seria, intentando instruir sentido común a su querido ignorante hijo.
"Mira, mira, niño... Estos cinco dedos, son como los hombres: similares, pero distintos en su profundidad y polaridad. Sabes, el problema de las mujeres es ello, encasillando al hombre por el pecado del índice, siendo el meñique... Obviamente estoy hablando de la teoría de hurgar la nariz". Impartió su sabiduría producto de vejez Infinitum, expandiendo el discurso de Amagatzu en una glorificantes ilustre habilidad.
"Observa con atención... Mis cinco dedos, no son dedos; en cambio, distintos en su similitud distinguen. El pulgar, meñique, índice y anular son pajas, pero el de en medio es un tronco. A ver, sopla, Honorable Infinitum". Propuso Federick su propia teoría.
Palabras que recibieron la respuesta que designaba la propuesta.
"Hijo de puta". Exclamó Infinitum.